miércoles, 1 de mayo de 2013

RETOS (179)

RETOS (179)

Cuesta abajo algunas veces,
con la mirada al norte otras.

Sin permitir que alguien nos pisotee.

Levantamos el rostro cada segundo

cual potrancas por la llanura.



Un reto de brillos de colores,
como la vida misma,
sin darnos la oportunidad perversa de odiar,
de generar tantas cosas 
que nos alejan de Dios.

Éste reto me condena, pues tengo dolor,
rabias viejas se encuentran con las nuevas,
heridas antiguas se abren, se acumulan,
pero la mirada cabalga hacia el monte
y el águila anida en lo alto y calla.

Lo veo cruzar por las altas peñas
volando casi como un águila. 

Ahí va el corcel,
con su negra cabellera 
bañada de cielo
y una divina luz 
que lo guía por doquier.

Su meta es el amor…
No camina hacia atrás,
levanta sus patas con energía.
Su estampa bella es un regalo de Dios,
una ayuda para el hombre, su apoyo.

Nada le hará dudar, ni el fuego ni la lluvia
y con más ahínco se esmera
en medio de polvaredas que eleva la brisa
acomoda el universo a su corazón,
a ese sentimiento tan puro de manantial,
a la flor que brota de la inmundicia
perfumando en cualquier estación.

¡Esperé tanto, y tanto volé!…
Ahí estabas… tan rubio, que parecías el sol,
tan fascinante, semejabas el verdor de las praderas;
tan amor mío, tan cielo mío,
esperando por mis ojos claros
con mis ardientes brazos mecidos por el destino
aferrados cual hiedra por tu cuello.

Hubo invitación a quedarme contigo
y ser uno solo para amarnos,
pegados del mundo éramos un imán
contagiando al universo de un sueño
cumplido en éste día, en ésta madrugada,
en éste segundo, 

si permito que su mano me conduzca,
y no peleo más por mi destino, que está aquí,
preñado de ojos negros, de piel dorada,
de flores del campo y primaveras,
para compartir momentos, segundos,
que no retornarán...

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 1/13

ASÍ (180)

ASÍ (180)

Cual cortesana, espero de tus labios,
aquí sobre la misma silla plana y fría,

el mismo sentimiento de un ayer herido

con mis viejas enaguas de platino.

Como una puta tal vez, 
sin importar mis palabras, 
las tuyas caen al vacío.

Cuánta falta hace sonreír
aunque haya mentira
y el ave abandone el nido.

Parezco una doncella olvidada.
Bajo mis manos y levanto el rostro,
una caricia llegará aprisa,
serán ellas mis consentidoras
cuando una lluvia cristalina me abrace
y una ducha calme la sed 
y el calor del día.

Raquel Rueda Bohórquez
1 5 13 

ERIKA ODETTE (181)

Tórtola.


ERIKA ODETTE (181)

En un bosque 
sembrado de pinos

con sus alas 
de duendecilla gris;
un abanico formó 
con sus lindas alas.

 Una princesa 
dadora de vida,
se antojó 
de un huerto 
para ser feliz.

Dobló sus alas 
al sol de ese día,
la flor más linda 
que nadie veía.

Un rosal 
combinaba 
con sus bonitos ojos,
una estrella, 
con su simpatía.

Y en día gris, 
que a tantos nos pasa,
de la honda  
un fuerte dolor.

Cuando más feliz, 
se tornó más triste;
y sin volar más, 
la escuché gemir.

Providencia dijo: 
“le daré una mano”
y de sus heridas 
la parda luna
con leves gemidos 
le hizo cantar.

Entre besos y besos,
suspiros y suspiros,
un pequeño nido 
de esponjadas plumas
cubre su finura 
y su rico andar.

Ya en la tarde, 
la duendecilla
que de puro noble 
a nadie dañará;

un leve suspiro 
le envía a la luna,
y el palomo entonces 
comienza a danzar.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 1/13

LA NIÑA Y LAS ROSAS (182)

LA NIÑA Y LAS ROSAS (182)


En un jardín, la belleza mora;

la niña madre regaba sus rosas
y ese olor se impregnaba,
si las besaba y les declamaba:
¡son las más hermosas!

Un traje sencillo volvió al revés
para que su brillo le adornara.

Con sus manos dulces lo tejió de nuevo,
con los suspiros que salen del alma,
enredaba hilos y lo renovaba.

Con rosas y lágrimas, amó su jardín.
Se dio a la espera de días mejores,
pero al levantarse y verlas tan tiernas
día a día regalaba un verso,
para agradecer a Dios
por tantas bondades.

Así mi princesa, 
mi perfumada madre,
se antojó de blancas rosas el último día.

La cubrió un edredón con las más bellas,
como limpias auroras su rostro cubrían,
para volar al cielo mi niña vieja,
mi pequeño capullo de cada día.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, mayo 1/13




CACTUS (183)

CACTUS (183)

De los cardos, 
sus espinas,
de su interior 
las más bellas flores.

Cicatrices quedarán bajo la lluvia

que mostrarán a todos
sus resplandores.

Y del cactus del ayer nada queda.
Las huellas de un amor que nunca hiere
resucita en los versos 
entre aromas perfumados
y el alma del poeta que jamás muere.

Camino incierto de la vida
plantado de cardos y de penas.

También es válido reír
y calmar del corazón viejos dolores
si tenemos latidos de contento
y las manos llenas.

Está una copa plena de elixir,
uvas rojas, 
verdes, violetas,
para emborrachar las tristezas
y hallar un verso 
entre pétalos rojos
y negros ojos.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, mayo 1/13

JOSEFINA (184)

Búho blanco

JOSEFINA (184)

La niña Josefina 
se viste de blanco

para un lejano novio 
que habitó en su nido.


Perlas blancas 
rompieron en llanto,

uno que otro, 
leve espino.



Y la duda quebró algunos días,
la tristeza se quedó en su roble,
tantas mariposas de colores
¡tantos sueños escarlata!

Una pequeña casa fue su alero
y el techo rozaba sus cabezas,
ahí quedaron gemidos y suspiros
en un río de amores y de quejas.

Tanto hablaron… ¡tanto dijeron!
Pero el tiempo es juez y verdugo;
de sus alas blancas 
un manso arroyuelo,
de su pico un aliento, 
que se quedó contigo.

Un traje blanco 
cubre hoy su rostro,
su mirada triste cruza el estero,
le queda lo más bello de la vida,
el amor… por siempre el amor,
tal es su consuelo.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, mayo 1/13

DESDE EL MURO (185)

DESDE EL MURO (185)

Como soy tan chismosa y no puedo dormir; 3.39 am, acaba de llegar mi esposo, a las 3 llegó Verónica, bueno el resto, no sé en dónde estarán mis hijos, alguien siempre hacía ésta pregunta cuando sus hijos volaban, pero hoy, mi motivo de estar aquí, no es por esto, si no que nos desvela la traición y la hipocresía.

 Dejaría algo por aquí como que no hay persona más falsa que aquélla a la que le has brindado una amistad sincera, y por congraciarse con su novia de turno, copia tus mensajes privados y los envía, ¡con qué gracia!, para hacerse el bueno, para que confíen, y otra pendeja caiga. 


¡Qué doloroso es entregar nuestras perlas a los cerdos!, y qué triste saber que como almas desnudas, volamos por ahí, sin esperar más preguntas, sin desear más respuestas, y que mi Jefe tenía la que buscaba, la que tanto me inquietaba y me indicaba que algo estaba mal, y por equivocación se copia y pega en el mismo espacio mío, lo que enviaría a su pelicrespa e hipócrita "amiga", y lo peor del caso, es que el temblor de piernas lo hizo cometer el mismo error dos veces.




Esto para aclarar ciertos comentarios. No soy yo la tal serpiente, ellas no son malas, sólo utilizan su veneno para defenderse, o para cazar  presas, inyectarlas para que no sufran mucho y continuar, no se alimentan tan seguido, algunas duran meses en probar bocado. 

Espero que a nadie más le suceda, porque esa serpiente a la que se le pidió que enrollara la lengua, no es la tal serpiente, es sólo una persona pálida y triste, que buscaba un poco de amor, y así mismo lo entregaba limpiamente, sin mentira. 

Un lindo día para todos, tengo la mala costumbre de pensar en alto.

Raquel Rueda Bohórquez
1 5 13

HIDALY (186)

HIDALY (186)

Al desnudar el alma,
la mariposa al fin abre sus alas

y de su cárcel un vuelo,

de una flor su esperanza.

Es aquí donde el terciopelo de la vida,
luces de colores, viejas heridas,
sellamos con un beso en sus tristezas
y abrimos sendas en cualquier camino.

Un espino tal vez sobre la marcha,
una roca nos quiebra y levanta,
un abrazo, si el tiempo acusa;
un vino espumoso en nuestras manos.

Si tal vez a ratos olvidamos
que brindar es tan cierto como amar,
es por ti Hidaly, que hoy he de brindar,
para que en tu huerto 
habiten las sonrisas.

Y del campo, 
el verde esmeralda,
del cielo tornasolados matices,
del ayer, el esfumado humo de un cigarro,
de hoy, el aliento de un Dios vivo.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, mayo 1/13

ME RINDO (187)

ME RINDO (187)

Navego de nuevo en el silencio, tan rico y oloroso, suave como la caricia de una madre, y abro mis alas al infinito, me dejo llevar de la cálida  brisa, del ruido leve de un ventilador como los sueños, tímidos y pálidos. 

Parezco garza blanca que en invierno levanta vuelo, y el huracán necio tuerce su sendero.

Aquí estoy de nuevo, nada es triste… ¡nada es pálido!…
No es la felicidad el motivo de la vida, y de eso nos enteramos tarde, nos reflejamos en la palidez de nuestra propia sombra, y seguimos buscando en un huerto desnudo, esa pequeña flor de la esperanza.

Tibio amanecer me encontró pensando en el amor…
En esa ausencia que nos toma temblorosas, y dije al viento, que seguiría enviándole suspiros del alma, besos desde éste desnudo corazón, sobre la propia lápida, que alguna vez llené de rosas blancas.

Pero tal vez no duela tanto tu desaire, ni duelan las heridas abiertas, ni tanto, que todos se enteren de mis cosas, de mi alma volando en otras aguas, en estanques donde la suciedad habita, y continúe como Flor de Loto, con el rostro oculto en sus verdades,
para desnudarles ante un sol naciente.

¡Me rindo!, cierro mis labios y detallo nuevos verdores, otras flores esperan por mis manos, tal vez una caricia necia, una palabra en mal tiempo, vencida la rosa por los años, perfumando en un huerto lleno de mentira y falsedad, pero igual, nada negado su perfume, nada oculta la vanidad en éstos tiempos, donde una oración nos enmudece y la parca  nos busca tan seguido, tan perseverante a ratos, que nos es fácil perdonar, pues tenemos miedo.

Y así, amanecida en tus amores, cielo mío, mi amante de luces de colores, a ti, sólo a ti doblego mis rodillas. A esa luz violeta en mi ventana, aunque cerrada permanece abierta para ti,  y ese rayo es una perla de los mares que penetra, para desvelarme y hablar contigo, en la soledad de mi aposento, en éste tiempo que te pertenece.

  Una sierva herida te conmueve, vienes a conversar conmigo, tomas mis manos y me acaricias, te llevas las sombras de mi estancia, tan oscuras y perversas, alejando de mí lo que daña, para llenarme  de nuevo en tu mirada limpia, y saber que eres tú mi alegría y mi consuelo, tan buscado, tan aquí siempre, tan a ratos olvidado.

Sí… ¡me rindo!…

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla mayo 1/13