martes, 22 de septiembre de 2020

DE CAMPO

 DE CAMPO


Una víbora se desliza entre las rocas

y a la distancia de tu corazón y el mío

un ave canta y otra le responde. 


Rayos de sol cruzan mi rostro

y las pupilas copian 

el verde intenso de las praderas.


Hay una quietud extraña en el lago

que antes parecía furioso

bajando por la cuesta.


Todo es oro derretido y te veo a los ojos

los árboles arriba parecen tocar el cielo

me aproximo un tanto a tus manos

y un incendio se apresura en mi carne.


¡Qué hermoso día de campo!


Tú y yo en viejos tiempos

y la quebrada jugando con los peces

los árboles amansando amores

y tus labios en los míos

cual chupaflor sediento. 


Una gran luz se cuela 

pero no la veo, dejo de existir

en tanto tu boca se pierde en la mía

y nuestras lenguas parecen serpientes

que esconden su furor 

ante el sonido del corazón. 


Luego llega la calma...


Diviso las montañas y tus manos me tocan

así como los rayos del sol 

acarician con dulzura lo húmedo 

y luego entre luces multicolores

se alejan de nuevo entre las montañas. 


Raquel Rueda Bohórquez 

Barranquilla, 22 09 20

22 09 20

 22 09 20


Aquí pensando en todo lo que nos está sucediendo, en el campo verde y en la gente que corre y corre camino arriba y abajo, con el desespero que hace rechinar los dientes y maldecir, luego recurro al rincón del perverso, al nicho de la víbora, al nido de la calandria y le apuesto a un poema para mitigar las penas. 


¿Qué haremos donde la justicia no aparezca? ¿Qué será de nuestro futuro?, por lo menos el futuro es un día más, pero sería bueno que ese día tengamos algo de paz y el asomo de un pan tibio con una agua de panela sobre la mesa. 


A veces sentimos depresión intensa, y es peor que el hambre, porque no podemos cambiar nada si no iniciamos por cada uno de nosotros; la justicia empieza por casa, los valores se siembran desde el terreno donde la vida crece, tenemos que abonar nuestra propia tierra para que nuestras semillas puedan germinar fuertes y valientes, porque el sol a veces pega fuerte y la brisa sacude nuestras ramas de forma poderosa. 


¿Qué puedo hacer por otros si no avanzo como ser humano? Vivimos pegados de la apariencia, de comer más de lo que nuestro estómago soporta y nada nos importa el peregrino que sacude sus alas una y otra vez y nada consigue en su camino, hasta la carroña la enterramos y nosotros, los pájaros negros que deambulamos por el mundo, cada vez perdemos más, no hay más muerto para comer, o hay tanto, que la tierra no soporta más el peso de sus almas. 


Quisiera que la humanidad comiera pasto como los bueyes, que no tuviéramos que asesinar para comer, pero mi perversidad me acosa, lo que promulgo no lo cumplo porque ante un trozo de carne asada olvido el dolor y la agonía de la víctima  mientras la saboreo.


Nuestra doble moral es la curva que engrendra ponzoñas en el alma, pasamos por santos mientras íbamos a misa, ¿ahora quién va a misa?, ya no podemos reír de los zapatos viejos de otros, ni de sus trajes corroídos, ya no podemos dar un abrazo en el momento de la paz, pensando: ¿será que tiene piojos?, ahora Dios nos camina desde el miedo a morir, nos señala y hasta sonríe de nosotros, sus débiles y malvados hijos que un día asesinan y al otro festejan con sangre por el dolor ajeno. 


Quiero que los malvados que han causado tanto daño a mi patria paguen por sus fechorías y deseo ver al campesino sonriendo con un café en sus manos, y sus ojos puestos en los pechos de su amante. 


¿Qué tan malo puede ser desear un poco de paz y felicididad, que ha sido tan usurpada desde la raíz misma del árbol?


Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, 22 09 20



TIEMPO

 

TIEMPO

 

 

Han pasado 60 años y en Colombia la guerra no termina, eso he vivido, y se va la generación anterior, quedamos nosotros, nada es fácil, deseamos a nuestros hijos en otro lugar porque pareciera que no tenemos patria y la sangre se riega sin piedad sobre nuestras montañas y caminos.

 

La desigualdad social y la falta de oportunidades, el deseo de los jóvenes de estudiar y no poder hacerlo, los costos excesivos en todo, la corrupción, el desempleo, el desamparo a la juventud y a los niños, los impuestos excesivos y servicios públicos, la falta de salud para todos como en viejos tiempos, todo esto sumado a la enorme melancolía de no ver aciertos, ni ayer ni hoy, nos hacen pensar que moriremos sin ver la bandera blanca ondear por nuestro cielo mientras la balanza de la injusticia siempre se ladea hacia los más frágiles.

 

¿Qué ha dejado la pandemia?

 

A los que hemos quedado, no ha dado otra oportunidad de vivir mejor la vida, sin tanto afán por conseguir dinero y cosas, sino al contrario volver la mirada a la naturaleza, reparar el daño causado sembrando buena voluntad llena de semillas, porque el tiempo se va, y sólo quedarán escritos y palabras que se borrarán, como la estela de una cometa encendida en el firmamento.

 

Gracias por este momento y la oportunidad de conversar un poco sobre el dolor agudo que nos aqueja como humanidad.

 

Qué sea este un espacio para transformarnos en mejores personas, buenos seres humanos amando lo que nos rodea y protegiéndolo de nosotros mismos.

 

Necesitamos sanar, si no lo hacemos ahora, estamos perdidos… nuestro tiempo se agota…

 

 Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, septiembre 22/20