EN UN CRISTAL [76]
¿Qué puedo pensar
ahora?, ese mono que me ve desde la oscuridad de mi jaula, dentro de un frasco,
huele a perversidad, a manos rotas.
El descaro de una
traición tras otra, y esa maléfica sonrisa… ¿quién puso en tus labios esa
mueca?, imaginé: ¡una zorra!, luego pensé: ¡una perra!, y ante sus carcajadas
desperté.
¿Creen que nadie ve
lo que hacen? Acaricié a mis perros, ¿cómo puedo comparar tanta maldad con
éstos ángeles?, ¡perdón zorrita!, ¡perdón perrita!, ¡esas son menos que un
escupitajo dentro del inmundo charco en donde me dejaron, para que muriera de
tristeza!
No se ha
quebrado, como destapando una botella de champagne, así, con fuerza se escuchó
un sonido, el ave herida salió de su prisión, ¡qué pena!, es que en el cielo
tenía a mis padres, y ellos veían el padecer y la tristeza, desde allá
advertían cómo eran arrancadas las plumas una a una, y una cañería vomitaba
inmundicia día tras día.
Ha secado sus alas,
se habían momificado, no sabe cómo volar y debe aprender de nuevo, ¿después de
tanto tiempo?, ¡no importa el tiempo!, se ha gritado desde algún sitio, el
tiempo no existe sino para el hombre, más no para Dios, porque Él es el tiempo.
El escarabajo se
cansó y se abandonó, luego se creyó ave, pero también se agotó y dejó de
luchar, fue entonces cuando una mano se extendió y pudo volar, su corto vuelo
engrandece un jardín, sus pichones se han crecido, ¡y no se había dado cuenta!,
no hizo trampa el destino, salieron a flote a pesar de todo, y el fuego
destruyó todo lo malo, se conocieron las miradas, ¡y se descubrieron las
espadas!
¿Se han dado cuenta
que hoy es un día de bendición?, ¡todo huele a pino!, es inmenso el bosque, hay
pepitas de arrayán, un olivo, un árbol de ciruelos, caminos en rocas y cercas,
en las mismas anidan todavía caracoles, plantas y musgos brotan a la vez con
gotas de lluvia y con sus alas limpias y sus ojos claros, el gorrión conoce de
otro despertar.
Raquel Rueda
Bohórquez
Barranquilla,
septiembre 30/15