domingo, 3 de mayo de 2015

Mi película/ COMO UNA OLA

¿QUÉ SÉ DE MI ABUELA?

¿QUÉ SÉ DE MI ABUELA?
De mi abuela sé que era una señora de muy baja estatura, la conocí, era de carácter fuerte pero muy bromista, aprendió a leer sin profesor alguno más no a escribir, hablaba con sus pollitos y les tenía nombre, y recuerdo su última gallina enana que tenía por nombre Caricatica, nunca la mató, era su mascota, cocinaba a ciegas, no veía la llama, pero sabía que estaba encendido porque pasaba sus dedos sobre ella, tuvo muchos hijos, demasiados, la mitad murió en su niñez enfermos, pobreza mucha, se quedó sola en una finca lejana cuando mi abuelo fue a cuidar su labranza, pero la chusma que se gestaba se lo llevó, y según contaron fue descuartizado, y los goleros lo devoraron, se contó también que sus pedazos fueron lanzados al Río CuritÍ, eso recuerdo, él lo había soñado,además, mi abuela tuvo gemelos que eran videntes, afrontó sola el resto con muchas historias de mis tías muy tristes, era partera, algo así como un médico que sanaba a personas enfermas y desahuciadas por médicos, ella atendió muchos partos de sus hijas y muchas mujeres en Santander, y en un caso personal, donde jugaba con algo que se llama ouija, un juego prohibido, apareció ella y me dijo que no tocara cosas que no conocía, porque había espíritus perversos que se querían aprovechar de mí, me hizo prometer que nunca más jugaría a eso, que no era bueno, algo como parapsicología, hablar con la mente con seres que ya no están físicamente aquí, y para de contar, aquí inicio mi relato, mi abuela siempre ha estado protegiéndome, es mi hada madrina y la amo, hablo de la materna, de la paterna me quedé con sus pecas y mi hija trae sus ojos azules como un lago tranquilo, mi abuela se llamaba Eduarda Peñaloza Guarín Quintero, decía ella, y mi otra abuela María Antonia Rueda Rueda, grande, muy alta, con rasgos de mujer rubia, ojos azules, pecosa y muy linda, cada una tenía su belleza particular, sobre ella hablaré en otro aparte.
Mi abuela Eduarda no gustaba que la llamáramos abuela, nos decía: ¡A ver, qué es lo que quiere que le huela!, y entonces nos obligaba a llamarla mamá Eduarda y así todos sus nietos.

Nosotros estábamos en Zapatoca, de niños, recuerdo que antes de tener 8 años vivíamos en Bucaramanga, pero a ella la recuerdo en el pueblo, y que se llenaba el pecho de dulces cuando iba de visita a casa de mi madre, y le hacíamos cosquillas para robar de sus pechos sus ricos caramelos en medio de carcajadas y bromas.

Nadie llevaba la contraria a mi abuela, ella decía que le gustaba joder, pero que a ella no le jodieran la vida, y a veces se enojaba con mi padre porque él era muy bromista, y hubo algo que siempre me llamaba la atención, y es que nunca quiso vivir con sus hijos, y al fin un día, cuando mi madre le recriminaba la llamó aparte y decidió contar su motivo.

Mija, mire mi razón, no puedo ser estorbo para nadie, y entonces debido a sus partos, tenía parte de la matriz fuera y decía que a ella le tocaba hacer sus cosas de pie, porque no podía agacharse. En secreto mi madre me contó, pero el secreto sale ahora, para comprobar que mi abuelita era una mujer muy valiente y afrontó su vida con mucha dignidad, sirviendo como una abeja a todo el que necesitara de sus servicios, pues era una "doctora" de la vida que sanaba y atendía partos por amor.

Algo conté cierta vez, así como mi madre me alertó de su propia muerte, mi abuela lo hizo con ella:
Habrá mucha inquietud, hablar de tiempos idos, un revuelto de cosas, querer mirar el sol de frente, agitarse y hablar incoherencias, no será fácil mija, debes estar preparada, y así fue no más, dejó de respirar, y su última mirada se quedó en el infinito.

¿Quién era mi abuela?, somos sus nietos, repetidos en otro tiempo, su carne multiplicada en otros dolores, otras alegrías y nuevos paisajes, pues jamás se repetirá un ocaso, ni un día, ni siquiera un parpadeo, pero ella continúa viva en nosotros.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 3/15

MADRE

Mi amada Princesa 

MADRE

Otra vez tu nombre
como una cruz de diamante en mí.

Otra vez tus ojos
inmensa pradera,
¡esmeralda al fin!

Otra vez tu oración:
Socorro a quien esté afligido.

Otra vez tú, madre mía
princesa consentida de Dios.

Sinsonte gris y trovador
en la copa del árbol más elevado.

Aroma que visita mi vida
siendo púrpura rosa en mi corazón.

Serenata me diste hoy,
de mirla coqueta,
tu canción de amor.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, abril 3/15