martes, 28 de mayo de 2013

CONTANDO ESTRELLAS (18)

CONTANDO ESTRELLAS (18)

Por ahora marchó la musa;
Se escondió lejos de mi fuente
Y en un traje oscuro la diviso
Mientras le brille su buena suerte.

No debe haber dolor
Ni es trágica la despedida.
Aceptando estoy, tu partida
Pues sus risas, ya eran malolientes.

Casi que se quedó sin dientes.
Me ahogué en mis lágrimas un invierno
Más no importa un nuevo día,
Pues sabré, que una luz habrá encendida
Y estaré un poco prevenida.

¡No te escondas de nada! 
¿A quién debes entregar razones?
Es valedero luchar por lo que amamos
Y bello también brindar un trago,
Aunque amargos sabores tengan
Los que recuerden mis pesares.

Cálzate las botas bien altas,
Ponte tu moño bien elegante,
Atina con los brillos de la noche
Sin juzgar ni señalar a nadie.

Y de nuevo un beso...
¡Qué rico saben los labios!
¡Cómo resbalan las piernas!
Se endulza el vino barato, se blanquean los ojos
Para iniciar las risas de la tarde.

Me inmuto un poco ante la luna
Cuando angustiados lobos le persiguen,
Y como un pan recién salido del horno
Les parece, para mitigar el hambre,
Me uno a ellos, para llorar un poco.

Espero llegue la noche y amanezca en ella
Viéndote con otra cerrar los ojos
Para seguir contando estrellas.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, mayo 28/13 







SI VIENES A CASA (19)

SI VIENES A CASA (19)

Marcha el sol y asoma su novia.

¿Cuándo un reencuentro?

Enloquecen las estrellas;

la navidad se acerca,

entristece la vida ante el otoño,
pero una fuerza de verdes le impulsa
como el águila a surcar el horizonte.

Abro los ojos y de nuevo te descubro
Navegante de los siete mares:
Tus ojos nunca vencidos ni apagados
donde el dolor no se acuña,
sino que la vida brilla, 
así el primer lucero,
si el astro decide marchar a otro sendero.

Una roca tras otra lanzamos,
una tras otra recibimos;
pero en un ave maltratada descubrimos,
que son tus ojos silenciosos
los mortalmente heridos.

Un paisaje se pinta de azules
tan amado color, tan cálido y sublime.

Dejo mis cotidianas labores para verte
y al descuido de mis cansadas manos;
trina un gorrión en mi ventana
y me siento feliz de mi suerte.

Raquel Rueda Bohórquez
28 5 13