jueves, 5 de mayo de 2016

TU AMOR (59)


TU AMOR (59)

Si me hubieras amado
Más que a tu libertad
Los dos seríamos libres y felices.

También amo la libertad de mi árbol
Y el blanco del armiño entre la nieve...

Pero te amaste más
Y me dejaste perdida
Buscando la rama más espinosa
Para pasar otra noche.

Volé tanto y tanto…
Pero siempre estabas ahí,
En cada pluma que veía pasar
Y en cada trino que solía escuchar.

Si me hubieras amado de verdad
Otra historia contaría mi árbol,
Y otro aroma a madrigales frescos
Serían miel para ti en mi jardín.

Raquel Rueda Bohórquez
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LAVANDO RECUERDOS (60)

LAVANDO RECUERDOS (60)

Estaba lavando bajo la lluvia y recogiendo agua.

Desde que el agua inició a venderse, cada día su precio sube; dicen que se acaba, pero el cielo cada tanto nos demuestra que es mentira, ella va y viene, es un juego de niños con canicas de nieve y diamantes de miel.

La gente ahorra, pero no es demasiado lo que baja el recibo, al contrario, más ajustan los precios.  Nos sacrificamos con baldes, recogemos de lluvia, es un gran negocio, luego envasarán el aire y lo venderán puro, después dirán que los planetas les pertenecen y armarán parcelas que venderán a los ricos.

Todo tiene precio, imagino que después nos vendarán los ojos para cobrar por ver el paisaje, ya que todo se está volviendo un mundo gris, con almas y cerebros negros y empantanados donde no florecerá nada bueno.

Cada vez que llueve regresa el mirlo a cantar y retorna melancolía con más ánimo, pero ya aprendí que no estás para tocarte, pero permaneces viva en el recuerdo.

La lluvia me trae tu cabello blanco, tus ojos verde madre, tus manos arrugadas templadas al fuego, y tu corazón dolido por tanta ingratitud que tuviste que vivir de quienes debieron amarte.

El árbol de tu casa se fue contigo, quedó un enorme vacío; la silla que llora, la ventana que gime, el ave ausente en tu ventana y la luz que todavía es necia; el calor que abrasa como tú, dulcemente; y así en forma de llama, se lleva  todo, menos los recuerdos.

La lluvia lavó mis ojos, la escasa cabellera se parece a ti… revivió la lluvia, los lirios de la tarde y las rosas que no se han sembrado, ¡así es de mágica!, ha traído con las hojas caídas el mes de mayo y con él también a María.

Es la lluvia el encanto más dulce del paisaje y ahí estás, viéndolo todo, orando por cada flor en el camino.

Imagino que por allá te encontrarás con todos, pueda ser que te abracen ahora que pueden mirar de cerca tu alma y tocar tus pensamientos de flor, en otra vereda, si te escuchan cantar, y adivinan que la Princesa eras tú, el mirlo que voló con tus propias alas y rasgó el cielo para que entraras.

Raquel Rueda Bohórquez
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VERTICAL (61) (A)

VERTICAL (61) (A)

Comprendido el mensaje:
Cerrar el pico para cantar
Cuando el sol de la tarde
Esté vertical.

Así estuvo el ave
Pero no cantaba,
Pasó toda la mañana meditando
De gajo en gajo,
De flor en flor.

No picoteaba la fruta,
Parecía sin apetito ni ganas
Hasta que ella apareció.

Después de ahí
Fue como volver a nacer.

Abrió sus alas
Y el canto de la tarde
Fue la oración más plena.

Se dobló el cuerpo,
Se bendijo su interior;
Y el ave calló otra vez
Por largo tiempo.

Cierto día, escuché otras canciones,
Eran niños en cuna de oro
Recibiendo de sus padres
Oraciones vivas en sus picos.

Pensé en la perfección de la obra
Y en lo mágico del amor.


Raquel Rueda Bohórquez
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EN UN CIRUELO (62)

EN UN CIRUELO (62)

El pájaro está sobre un gajo de ciruelo,
Me asombra su plumaje.

Vestido por un Rey,
Divisa todo ese mundo verde
Y levanta vuelo con el pecho rojo
Y el pico abierto.

Al verte y sentirte
En el espacio,
Entre el ahora y el ya,
Sólo me queda recordarte.

Sé que en la flor del limonar estás,
Y en los instantes en que mi memoria
Tenga ese ánimo que te recuerde,

Y ese río que nos lleva
A navegar otros espacios
Con otros ruidos,

Y ese aroma inconfundible a ti,
Mamá…

Raquel Rueda Bohórquez
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MADRE (63)

Un mirlo, todos lo conocemos, parecen ocres sus plumas, tiene pico de oro y patitas de fuego, está sobre una espiga llena de flores, semejan versitos de madre, y aroma todo si su pico abre, luego el mundo se llena de amor ante su voz, y el bosque se hace pequeño ante su presencia.

MADRE (63)

Eres el mirlo
Que pone a mi alma
Esas plumas pálidas,
Para que la aurora
Escuche tu canto,
Y el ruido sea,
Como el sereno
Sobre las flores.

Raquel Rueda Bohórquez
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LO DIVINO (64)

LO DIVINO (64)

No tiene el mirlo,
Los colores del guacamayo;
Cada uno nació con diferente belleza.

El uno agrada a la mirada,
El otro, al oído.

Jamás cantará una guacamaya
Como un mirlo.

Pero un mirlo,
Tampoco tendrá la belleza de sus plumas.

La esencia de los dos es la misma:
Agradar al hombre,
Y esa rara manifestación
No es si no,
Lo divino obrando.

Raquel Rueda Bohórquez
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DESPUÉS DEL AGUACERO (65)

DESPUÉS DEL AGUACERO (65)

Basta con arrastrarnos un poco para tener el pensamiento de la serpiente, agazaparnos, aprender a callar y a esperar el momento, y luego, en ese parpadeo de la luz y el ínfimo movimiento de la víctima, atesorar su cuerpo y dejar volar su alma, hacia ese camino desconocido que llenamos de esperanzas.

Suficiente con ver al gato de la esquina, creo que era gata, tenía la pancita gorda, y cero y van dos, el parto anterior botó a sus niños por ahí, dijeron que un perro acabó con sus fiestas, jugando cual si fueran muñecos de trapo. Mejor suerte les tocó, que esperar de alguien un abrazo.

Ayer la vi, a la gata amiga de todos los días, era negra y sus ojitos parecían oro puro que se regaban en mi puerta esperando un mendrugo, pero no regresó; la vi de paso derrengada y triste sin saber gritar su dolor, y la panza caída, esa ya la había visto antes y el rastro de un zapato que altanero pasó por ese lugar prohibido lleno de vida.

A veces son tantas las ganas de amar, que no alcanza el dinero; una pastilla por si acaso, pero el dueño ni se esmera, la verdad estaba muy flaca, no cumplió ni siquiera con el tamaño normal, parecía una niña de esas que andan por ahí descalzas y en la calle, teniendo un hogar, pero así las cosas, la gata de ojos de oro no despertó, ¡mejor!, para el cariño que recibía, está feliz en las manos de Dios.

Y el día se inundó, hubo lluvia por montones, ¡para que no digan que el agua se acaba!, para que no inventen cosas raras, pues siempre me dijeron que la tierra era una cuarta parte y el resto agua, pero le pusieron precio y ahí está la escasez, “¡cuánta escasez de abundancia!”, decía Chavito, y qué gran verdad divulgamos al viento quienes un poco entendimos sus frases tan sabias, que no por menos filosóficas se recuerdan.

Después del aguacero, todo se ve limpio y hermoso, pero viene una nube de zancudos que nos dejarán dolores de ancianos en los dedos, ahora estoy así, se vuelven grandes y unas punzadas de aguja se ajustan cada tanto en estos rincones, por estos solares que aguardan el sol de la tarde y al rato un beso de luz cruzado en medio de las nubes, donde a veces dejamos pasar sin ver ni contemplar la magna obra de nuestro Inventor.

Raquel Rueda Bohórquez

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