Bienvenidos a mi blog, una experiencia de sanación, proyectándonos hacia el planeta verde, y el respeto que debemos al derecho de existir de los seres que nos acompañan en éste corto viaje por la vida.
Gracias por ser parte de mi pequeña historia
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Estaba
la tarde especial, le dije a la sábana celeste que estaba extasiada en su belleza,
y parecía una oración mañanera el beso de las olas, sobre la playa caliente.
Sentí
deseos de volar, de zafarme de mi cárcel, observando a las aves ser libres y
dichosas, en tanto los cerrojos se oxidaban en mi portal.
Todo
era tranquilo, plácido, una brisa con sabor a sal, a lágrimas de niña en brazos de una madre, o
como los ojos de una anciana cuando siente pasos de animal gigante, y quiere
aferrarse al huerto sin querer dejar lo amado, lo consentido…
Las
olas iban y venían como bailarinas en un tablao de seda y espuma, y sobre la
belleza de un lecho marino, los niños del cielo bajaban, subían… se arruchaban,
se besaban… y en las profundidades del alma, un consuelo llegaba dolido a sus
picos, sin pelear por la vida, pues ya ella no les pertenecía, eran sus almas
llevadas por la brisa, donde las hadas se esconden y pasean con los payasitos
marinos convertidos en extrañas cometas, que se elevan en hilos de seda entre
la lluvia.
En
las alturas, el negro golero con la paciencia de una roca vencida ante el
fuego, viajaba, surcaban sus ojos dorados un poco de aliento, entre los
desperdicios de una playa, donde más que muerte, pulula la vida.
Espera
que una roca los tome, para ella limpiar
lo sucio, lo hediondo; y retornar feliz, al huerto donde están sus crías.
Ya
no hay ermitaño en la orilla ni caracol ni pez moribundo, todos se fueron a
cantar peroratas en el viento.
Qué
precioso es verlos volar con ese destino de amor en sus ojos, con esas negras plumas,
entre los vencejos, los gansos. Ver caer los alcatraces contentos esperando
llenar sus enormes picos, y una vez más en bandada bulliciosa, retornar…
siempre retornar al sitio de donde han venido.
Yo,
la palmera, ¡quisiera volar!… pero me contento con verlos felices, ¡tan joyas
maravillosas donadas por alguien!, tan espectaculares sueños ante mis ojos, y
mis ramas desnudas componen con el viento las más bellas melodías que dirige el
mar, en complicidad con las olas, y el director de orquesta de mágicos colores,
vestido de guirnaldas azules, rojas, doradas, violetas…
A
lo lejos, ya ni sus sombras diviso. Entre los rayos del ocaso encuentro a mi madre de traje oscuro, brotan semillas de niños cantores, se crecen
y alientan unos a otros, se levantan para florecer jardines, donde mis
manos no alcanzan sus frutos, ¡pero son tan dichosos!.
Una
primavera me alienta en suspiros a rosas, ¡a tantas violetas, claveles y nardos!,
que puedo decir que soy la más feliz de todas, pues estoy viendo hacia lo alto
y descubriendo cada maravilla.
Las
flores retornan al sol, suspiran y rezan. A la danza del sol en su atardecer, enmudecen
y bajan el rostro hacia mi madre, que espera, con un negro topacio de ojos
brillantes, sus duras semillas.
Me
doy el gusto de verlo a los ojos al palidecer el día, y Él cambia su traje de
colores, se esconde ante el inmenso jardín prometido para brillar a lo lejos,
donde la noche se ha dormido y un mañana aparece…
Le doy la espalda a la mala energía, a la risa
burlona de quienes creí mis amigos, pero
invito a los que son sinceros a que me sigan.
Se
nos ofrece una senda llena de atajos, nada es fácil en la vida, pero podemos
sortear cada espina, cada roca puesta para que tropecemos, y agradecer también
por ellas, pues permitieron el dolor, y
a la vez, reconocer a los amigos, que nos dieron la oportunidad de practicar el
perdón.
Es
difícil conseguir la santidad, pero hacia ese camino nos dirigimos todos, en
tratar de ser cada día mejores, no en parecer, y ante todo, en quitarnos la
máscara de la hipocresía y ser nosotros mismos, para poder reír de buena gana,
pero disfrutando de los segundos que nos quedan.
Debo
vivir mi hoy, como si fuera a morir en un segundo. ¿Sabes acaso el día de tu
muerte?... Es tan segura que nadie se escapa de ella, por más dinero y poder
que tengas, por más pobreza y maldad, por más dulzura y santidad, por más belleza
o fealdad, en la muerte nos igualamos.
Mi
Pastor decide que no eres el más pecador, que no soy la más perversa, que estás
llorando ahora pero no eres el más sufrido porque él ha decidido tomar tu carga
y llevarla sobre su hombro.
¡No
te afanes!...¡todo pasará!, así pasa la corriente de una cascada y se renuevan
sus aguas, pasa la noche y llega el día, pasa la vida y viene la eternidad...
Hablaremos
de hoy como si fuésemos a morir ahorita, y no más tristeza, ¡no más llanto!...
A detallar la belleza del paisaje y dar
la mano a quien esté caído, esa es la misión que tenemos.
¿Será
que con letras se puede ayudar a otros o con buenas palabras?, no basta, tenemos
que poner en práctica todo lo que hablamos...
Tan
pecadora soy, no perdono las traiciones de mi esposo... ¡Es que el engaño duele
tanto!, pero mi Jefe lo perdona y a su
vez me perdonará a mí, lo que Él no perdona es que siga siendo alcahuete, pues parece decir: Oye... ¿qué te pasa?... ¡No
viniste aquí por un rato a llorar!, ¡te envié a ser feliz!... no a que
permanezcas en una cárcel con quien no te ama ni te merece, por esto sí, ¡te
daré fuerte con mi cayado para que dejes de ser tonta! , observa mis huellas, sígueme
y verás lo que es la felicidad.
¡Pero
basta ya!, doblarás el cuello ante tu Jefe
y Señor, sabes que no tengo rostro, porque Yo soy el rostro y soy ese universo
en donde estás, ni una hoja mecida por la brisa lo hace sin mi voluntad.
Soy tan oveja perdida, que
siempre te busco en la soledad y te encuentro al dormir