jueves, 17 de octubre de 2013

EL SERBIO 4 [55]



Jueves, 17 de octubre de 2013

EL SERBIO 4 [55]

El antioqueño estaba más emocionado que yo, estaba empezando a molestar un poco y con sus bromas, no podía disimular la risa, parece que era empleado personal del Serbio y que dominaba bien su idioma, porque se reían mucho, y a la vez me miraban, a lo que el antioqueño todo aprobaba, lo cierto es que terminé en el salón de belleza, cortaron mis greñas y las pusieron al estilo de mi juventud, cuadrado y casi me dejan sin capul, pero me veía más joven y radiante, me embutieron en un corsé negro y aprisionaron todos mis gorditos para hacer una cintura como la que tenía antes de tener a mis hijos, y un vestido de seda rojo muy bello, milagrosamente ahí estaba, con unas zapatillas de charol negras, un hermoso collar de muchas piedras, aretes, y lista para la fiesta que se realizaba debido a nuestro compromiso.

La gente iba y venía, estaba muy nerviosa, pero tenía a ese tipo fresco ahí que me apoyaba en todo y me animaba: ¡eh ave maría pues hombe!, ¿acaso es que te crees menos que todas esas señoras de copete?, don Serbio está interesado en vos mujer, ¡ehhhh!, deja la vaina y siéntete linda que el viejo es buena gente.

-Está bien, trataré de no estar nerviosa, gracias… El antioqueño tomó mis manos heladas y me animó a salir al estrado, en donde me esperaba el amor, vestido de blanco, corbata roja y zapatos del mismo color, con una sonrisa que no la opacaba ni la música que sonaba en el momento.
Cuando subí y estuve allá en ese sitio de honor, no me sentí tan pequeña, parecía que una lluvia de estrellas había llegado por mí,  todo eran luces de muchos colores, tantos, que nunca creí que existieran, y de la intensidad de los que ahora veía. Me había olvidado del ayer,  estaba viviendo los momentos más felices de mi vida, creo que había olvidado sonreír, pero ahora esa cortina de humo había despejado a un hombre que me amaba por lo que era, y que estaba dispuesto a poner un arco iris al revés en mi boca.

Sólo veía al antioqueño, el resto eran rostros que aparecían de un lado y otro, desconocidos para mí, que deseaban escudriñar mi alma, pero me antojé en ser valiente ésta vez, y la cobardía que me acompañaba la dejé en un baúl de madera que había quedado en mi casa, junto a mis hijos, que cada día esperaban les contara cada detalle de mi vida nueva.

Las palabras fueron dichas, los aplausos recibidos, un poema salió de mi corazón, y para mi sorpresa, la voz no me temblaba ni se hizo de niña, y al tomar la mano de quien sería mi nuevo esposo, sentí mucha tibieza,  comprendí que la vida te ofrece muchas oportunidades en el camino, y ésta parecía ser la que tanto había soñado.

Ha llegado el amor a mi vida
y de la manera como vino la tomo.

¡Brindo por éste mágico momento!,
por las sonrisas que sueñan a la par conmigo
y me hacen bendecir el tiempo.

Nunca creí que todo fuera tan azul.
Azules ojos son ahora mi adviento,
azules aguas bañadas de cielo
azul la vida, y azul mi aliento.

Y entre todas las cosas que hoy vivo
a morir en tu corazón presiento.
Soy una gaviota que tu alar previno,
un águila posada en tus montañas
para volar contigo,
en contra de la mar y el viento.

Al terminar mi poema,
el Serbio se quedó en silencio…
Tomó mi mano, y me vistió de seda,
para llevarme a su aposento.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, octubre/13