Bienvenidos a mi blog, una experiencia de sanación, proyectándonos hacia el planeta verde, y el respeto que debemos al derecho de existir de los seres que nos acompañan en éste corto viaje por la vida.
Gracias por ser parte de mi pequeña historia
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La misión más bella, ciertamente es la de ser madre, y no sólo serlo, tener la capacidad de amar a ese ser que se parece a nosotros, y habita dentro de nuestro propio ser.
Una madre es el regalo más perfecto de Dios al mundo.
El dolor, el sufrimiento, valen la pena, cuando al fin podemos abrir ese detalle maravilloso, y observar sus mínimos detalles, como han sido concebidos y aceptarlos.
A todas las madres del universo, por el don de la vida, por engendrar y aceptar en sus vientres la semilla, amarla, respetarla y hacerla crecer, "gracias", Dios las bendiga.
Pasaría el día escribiendo y escribiendo sobre lo maravillosas que son las madres, las palabras para ellas son eternas, como nuestro agradecimiento a Él, por permitirnos tener una para nosotros, en cualquier nido, jardín, lago, pero madres al fin… vientres, pechos llenos de aliento y bondad.
El cielo es poco para ellas. Tantas con uno solo hijo y no lo aman, mi reina tuvo en su vientre cada año una semilla, y a todas nos amó y protegió hasta último momento.
Creo que aquí está conmigo, dándome aliento y ánimo, para que continúe con la tarea que mi Jefe ha dispuesto ahora para mí.
a quien el amor convertía
en un bebé sediento de besos.
Sus ojos tenían brillo de estrellas;
sus labios, carcajadas que daban felicidad a todos,
y sonreír se convirtió en un vicio.
Entre sus brazos aprendí a ser agradecida
brindando por cada día de sueños
desde mi enramada.
Mi amor le cantaba a las cascadas,
sabía ver al sol como a un Dios amanecido
que dejaba su tibieza,
para regalar aliento al bosque,
y me prestaba de su corazón, los latidos.
Su cuerpo de amante dulce y despacioso
que se daba su tiempo,
como la enredadera en la que me convertí
al descubrir que era su detalle,
la maravillosa razón,
por la que su anhelo
me convirtió en amante esposa.
Cuando recibí todas sus flores
y el elixir de la vida estuvo en mí,
comprendí que sería para siempre
la hermosa flor de alhelí
en la herida de una roca.
Se quedó en mis hijos,
en sus propias estaciones…
En las hermosuras de sus carreras
buscándole a la vida
esas razones para levantarse cada mañana
y descubrir la flor esperanza
en sus manos fuertes,
que les dejaba un consuelo,
para que pudieran continuar.
A Richard le digo
que fue un regalo de Dios;
tan regalo,
como el que recibe el mar cada mañana
entre las olas encrespadas,
cantando una serenata
tocada por la flauta del viento
que le suspira por dentro.
Así es mi sucio lago,
que hace brotar una flor de loto,
y en medio de su blancura,
invita al colibrí a que la tome.
A las pequeñas abejas que roban un poco de su néctar
donde enredo mi cuerpo de mujer en su tronco,
y tomo de sus labios exquisito vino
que me hace tan feliz cada día, pero muchos se turban
creyendo que lloro, cuando en verdad, estoy cantando.