¿QUÉ
HAGO AHORA? [3]
Pretendí
dormir un rato, pero desperté asustada con el ruido de la calle,
hay
unos olores, como si la ansiedad que acorrala y perturba, te persiguiera.
Espero
de nuevo a quien se fue y se queda entre las carreras de un bosque ajeno
y
las sombras de mi vida.
Ahora
soy feliz si puedo expresar un poco mis sentimientos
y
entre los ojos de mis perros y el ruido del ventilador,
retrato
imágenes que son mi consuelo de a ratos,
con
la confianza de que al instante, el sonido de niños me anime,
que
una fragancia nueva tenga sabor a esperanza,
y
me acompañe un tanto.
Pienso
en lo extraño de la vida, y lo casual de la existencia.
¿Somos
brizna de lluvia en medio de la nada?
¿Qué
somos realmente para vivir tan perturbados?
Ahora
estoy aquí, viendo retornar las aves a ningún árbol
dándome
cuenta que hay menos sitios,
menos
parques para soñar.
Que
las hojas secas son vistas como basura
y
nadie se mira al rostro, todos caminan como zombis,
sin
saber a dónde van.
Entretenida
en ver el movimiento de las hojas…
¿Quién
las moverá? ¿Ese invisible viento es Dios?
¿Habita
también en mi lugar?
A
lo lejos lo descubro, en medio de la oscuridad,
esa
luz violeta donde una primavera sueña
y
el dolor desaparece en forma de ave,
de
un águila que no hace ruido, pero sabe volar.
Me
esperan los troncos que ayer desnudaron,
los
que fueron arrebatados de la tierra.
¡Qué
larga fila!, ¡tan hermosos!...
Qué
robles tan llenos de flores frescas,
y
un lugar donde me plantarán
para
ser de nuevo parte de la tierra,
en
otro sitio mejor, donde no existen las espadas
y el
hombre no abarca más de lo que necesita,
sino
que espera la lluvia del cielo,
aferrado
de la madre con fuertes raíces, en ese lugar,
en
esa casa buscada, un poco más allá del último brillo,
en
ese sitio me dijo mi madre que existen danzas de soles,
y
las estrellas suspiran amores.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
octubre 30/13