domingo, 30 de junio de 2013

FANTASÍAS(1)

FANTASÍAS (1)


No todo anciano es de fiar, ni todo joven de confianza.
Cuando hay niños, tenemos que ser como los sabuesos: desconfiados.

Pretender que una palabra ardiente, pueda reemplazar la voz  una madre, o un amigo disfrazado, puede cuidarlos, puede ser un fatal error.

Nadie conoce el corazón del hombre, hoy blanco, mañana negro.

Entre los recuerdos de mi niñez, viene una imagen de un viejo; unas manos arrugadas con uñas largas.

La oscuridad tiene olor a muerto, y corro en mis sueños, para despertar desnuda con el alba.

Pero al abrir los ojos, me di cuenta que sólo estoy un poco vieja,  que los recuerdos están ahí, como la pequeña ventana de una alcoba, donde todos cabíamos en la misma cama.
Recuerdo una cabra blanca y un chivito llamado José, unos toches por los que casi muero, quedando en mi rostro una fea cicatriz.  

Una cuerda mal atada, pero sostenida por un ángel, en donde me columpiaba, creyendo que tocaría el cielo.

Y entre los sueños de mi vida, se quedaron unas perlas negras, unas esmeraldas… ¡tan bellas joyas! , que al despertar hoy, me di cuenta que la vida, es solo una fantasía de colores...

Solo eso...

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, junio 30/13

EN EL ESPEJO (2)

EN EL ESPEJO (2)

Se parece a ella, la de las greñas blancas, 
cuando mira hacia la luna 
y cree que sus cabellos son de plata...

Tiene algo en la mirada que se parece a la mía, 
algo en sus pequeños pies, 
pecas regadas aquí o allá 
donde la herencia le indica 
que tal vez viene de Áfrika, 
de Roma, de España,
y se combinó un poco 
del cacique Guanentá.

La conozco tan bien, 
pero ella a mí no me determina, 
cuando posada en un rincón de la casa, 
parece una cortesana virtual, 
empieza a enamorar
 y lanzar sus flechas malévolas 
que muchas veces se vienen contra ella.

Hoy la vi en mi espejo, 
todo lo copiaba, hasta mi sonrisa, 
y como a una tía, 
le saqué la lengua para que respetara. 
Finalmente le di un beso en la boca 
y sentí su dulzura.

Se desnudó para ver ciertas líneas, 
un ayer brillante se quedó en sus ojos, 
un amor lejano que la hace suspirar todavía.

¡Extraña es la vida!
¿Por qué será que lo que amamos 
nunca lo alcanzamos?

Se cubrió de una bata de madre, que tenía guardada, 
de un verde claro, anunciando que su día iniciaba, 
soltando su cabellera escasa, 
pegando de a poco pequeñas letras sin adorno
sobre una hoja en blanco, 
impregnándose del olor del desteñido traje.

Raquel Rueda Bohòrquez
Barranquilla, junio 30/13

DE AZUL (3)


Ramírez Rafael. 



DE AZUL [3]

De azul se viste el cielo cada día,
el mar, mi adorado amante de siempre
donde su tibieza inspira un verso,
y sus olas se arrodillan ante la playa.

De azul es la mirada de mi hija pequeña
la niña grosera de a ratos,
y el ángel de muchas veces.

Los ojos de mi abuela grande, María Antonia,
la señora vestida de muchas pecas y dorado cabello
que alguna vez visité una tarde,
recordándola, sin saber la razón,
con un rostro limpio
y algodones blancos en la boca.

Es el azul la meta de cada día...
Espero sobre la rama desnuda,
la misma de ayer que me sostiene,
donde tejo pequeños versos sin temor,
y me atengo a lo que sale,
de ese loco que toma asiento a mi lado,
brindando con una copa llena de amargo licor,
¡por la vida!... ¡por el amor!

¡Por los dos!

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, junio 30/13


EL BARDO (4)

EL BARDO [4]

Tomó asiento en la última silla, mientras escuchaba…
Se habló de amor al doblar la esquina, se dijo que la mujer podía ser una flor, o una espada de doble filo, y que el hombre había perdido la gracia para enamorar, mientras en ellas, el don de la dulzura y el pudor se había extinguido, en un mundo ocupado solamente por el placer.

Siguió otro, quien aseveró que había caminado sobre puntillas de acero, y que una caldera se encendía en su pecho; que la desnudez del alma era la misma aquí o allá, o en el rincón más oscuro del universo, cuando al abrir los ojos y dejarlos sin parpadeo, una paloma blanca sale y se esconde en algún sitio del infinito.

Continuó un muchacho que se había ganado un concurso de poesía, hablaba lentamente, con sus uñas pintadas de negro, todo vestido como para un funeral, pero su rostro era pálido, sus labios temblaban levemente, cuando se sometió al escudriño de los “sabios”.

Una señora tomó la palabra y se sentó en ella, pues no permitió que el público hablara, que alguien expresara algún sentimiento, sobre alguno los poemas que se habían leído. 

Nos miramos unos a otros, y decidimos no tomar la palabra, pues ya ella se había emborrachado con todas.

Después habló el Antioqueño que se sabía de memoria todos los versos, tenía varios libros escritos, pero decía que no le importaba, que fue locura por fumar lo que no debía, pero que ahí estaban, por si alguien deseaba conocer su poesía.

Contó de sus experiencias con ciertas drogas, para buscar el espíritu y saber de él, pero el viejo loco, estaba escondido bajo la falda de otra vieja más loca, y corrían como caballos chúcaros por las montañas de Antioquia.

Me gustó su forma de hablar, fuerte, sin miedo, no le temblaba nada, nos miraba a los ojos con esa fortaleza de hombre que se ha sembrado en las montañas, y que se nutre de ellas, pues dijo que estaba allá, viviendo con los rayos del sol, acompañado del canto del gallo y las guacharacas, y que una golondrina de colores anidaba en un espacio abierto bajo sus alas, claro que en medio de cipote de mansión con todos los lujos y bondades.

El “bardo” recitaba sus poemas suavemente, cerca de mí, con una leve sonrisa que tendía a carcajada; a él ya nada le temblaba, porque la vida misma le había desmoronado la montaña con todos los sueños que tenía. 

Decidió después de un momento levantarse de la silla y caminar un rato por ahí… 

Sospeché que tenía hambre de algo, pues iba y venía, esperando con sus hojas desteñidas bajo el brazo, la oportunidad para declamar sus versos, pero antes, cierto olor bailó algo más que mapalé, y me tapé la nariz, ¡qué asco!, ¡bardo y cagón para completar!


Pero aquí no fue culpa del bardo, pues alguien con pancreatitis aguda tenía la cara encendida, y me dije para mis adentros: ¡qué pena vida mía!, a la próxima te jodes, porque no habrá otra invitación, además tenía flojera y cada ratos me repetía: ¿ya terminó?, ¿nos vamos?, ¡ahhhh qué sueño!...

¡Yo le canto a la vida,
porque ella es la princesa del mundo!

¡Le canto a la liviandad de la mujer!
¡A la torpeza del hombre bajo su falda!

Y le grito al planeta,
en un poema que tal vez nunca he recitado,
que de bardo estoy adornado,
pero no tengo el espacio,
ni siquiera el silencio de alguien
para declamar mis versos... /

-me declamó al oído de forma sorpresiva, que me hizo casi que gritar.

Se dio la clave para una melodía… se cantó más de una vez y todos aplaudieron… se habló de  lo mismo y se triplicó el tiempo, pero cuando levantaba su mano pidiendo turno para sus versos, enmudeció otra vez, pues todos lo vieron sin ser visto, y él siguió en la silla de atrás, riendo de todo el mundo, mientras el mundo todavía se burlaba de él.

Tomó la ruana que estaba sobre la silla, tan raída como sus uñas y  pies…

Noté lágrimas en sus ojos cuando me confesó que era otro campesino antioqueño, pero que sus harapos se parecían a sus versos… nadie lo tendría en cuenta, debía continuar su camino, con un tanque de café a su espalda, recitándole a los locos, más locos que él, que vivían en cualquier rincón del parque, ellos  lo aplaudían de pie y lo escuchaban de rodillas.

¿Para qué perdía el tiempo con gente tan engreída y sorda?


Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, junio 30/13 

CLAMORES/A Gilma Jiménez (5)

Gilma Jiménez. Senadora Colombiana, quien buscó condenas justas para los abusadores de niños.
Junio 19/13 Q.E.P.D. 


CLAMORES /A Gilma Jiménez [5]

Me he dado cuenta que te extraño,
me hace falta la carcajada de ayer
pero busco entre el pastizal, algo perdido,
y entre la bruma del tiempo, una razón.

¡Raro  me parece todo!, imagino que  estoy viva,
resucité de una pequeña muerte en una inmensa cama
donde otra vez la vieja soledad me acompaña,
para despertar con los rayos del sol sobre mi almohada.

¡Qué bello descubrir un nuevo día!
Escuchar a los prisioneros de ayer,
colgados de una rama
en esa pequeña jaula de madera…

¿Será que lloran?... ¡no!… ¡tal vez ríen de contento!
¿Será que claman al cielo con una oración cantada?
No lo creo, las aves no sueñan, ni piensan como yo;
mejor no digo nada y escucho sus trinos,
los dejo ser una y otra vez,
pueda ser que sea yo, más prisionera que ellos,
y busco mi café caliente una vez más,
para iniciar mi día repetido.

Oro puro se derrite sobre mi gran ventana…
Todo es dorado hoy,
todo viene en ocres y amarillos,
se desnuda mi pequeño  árbol
para dejar sus ramas al descubierto
pero nadie las detalla,
nadie las toca, ni un gorrión aparece,
¡y eso que ayer hubo lluvia intensa!,
y estoy segura /no tengo dudas,
que el mismo arco iris que vi con mi madre
cruzando el Magdalena,
asomó para que lo viera de nuevo,
pero con ella sentada en su arco.

Más por andar descuidada como siempre,
viendo hacia otro lado,
se esfumó una vez más,
mientras dormía.

Debo orar por alguien hoy,
 pero se me antoja orar por mí primero…

Pido por la mujer que está en el cielo,
y que se fue como un sinsonte cantor,
cuando ya era grande la jaula,
y alguien entró para que ella pudiera volar.
Más fue dolor su viaje,
un quebranto que continúa,
un duelo que no acaba.

Con ella marchó
el toche de plumas amarillas,
y corazón de fuego.

Pido a ese Jefe atento en cada pluma al viento,
a ese Señor desnudo en mis ojos, cada día,
al  matinal asombro ante su obra inmensa, llena de fantasías
para que la paz retorne,
y el amor asome pintando sonrisas en el rostro.

Que aparezca una mujer
que defienda a los niños abusados,
que su obra tenga eco en los indolentes corazones,
y al paso fúnebre del caballo,
que la lleva a su última morada,
sus ojos hayan dejado un legado de hombres,
que continúen su obra.

Gilma Jiménez quedará retratada
en los corazones de muchas madres
que perdieron a sus hijos,
que un cruel asesino cortó sus alas,
para dejarlas vencidas
sobre cualquier charco del camino.

Pero ahora que el destino de su árbol
dejó al descubierto
que nada nos pertenece,
y que sus lindos ojos,
cual lámparas encendidas
serían para el cielo;
muchos vendrán a continuar su obra,
y las leyes justas,
 serán como un bordado de luceros en el cielo.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, junio 29/13