jueves, 14 de mayo de 2015

¿CÓMO ERA MI MADRE? [22]

¿CÓMO ERA MI MADRE? [22]

Mi madre era como un pollito recién nacido, dulce y abrigada, su mirar un manso lago, donde a contemplar a Dios se dedicaban.

Es una alondra de rojo pecho y pálido rostro, rosa blanca en el jardín más florido de rojas amapolas, donde una gota de rocío parecía ausente, pero en su falda un río le inundaba.

Ella era un cofre para guardar nuestras penas, y con éste tormento, a pesar de todo sonreía.

Parecía un pajarito aterido en un rincón olvidado, pero cuando escuchaba el rumor de puertas que se abren, y murmullo de conocidos pajaritos, se volvía un águila, abría sus alas como si fuésemos ese sol que ponía un poco de rubor a sus mejillas, sus ojos se encendían, sus brazos ¡Santo Dios!, ¡qué rico se sentía estar ahí entre sus almohadas, con ese calor de madre que desprendían!

Mi madre era pequeñita, un poeta dijo que como una violeta, pero no sé, ella era más pequeña, una joya por ahí perdida que brillaba con intensidad cuando se copiaba en nuestro propio lago, y se multiplicaba en las oraciones que rezaba, y nos juntaba como arenas, nos bendecía como el mar a sus orillas, y calmaba esa sed intensa de amor, al ser besada esa roca interior del alma por sus caricias y sus versos.

Era poeta, para mí la mejor que haya existido jamás, la única entrevista que recibió no quedó filmada, pero sí fue muy aclamada por su público, que en silencio y con respeto le escuchaba.

Su trono era una casa donde habitaba con dos ángeles, su libro negro y nosotros, sus hijos, pero decía que nadie pondría a un hombre sobre Dios, y cuando abría la boca para reprender, era certero su consejo y veraz su pensamiento.

Mi madre era mi madre sin más.


Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, mayo 14/15
Publicado por Raquel Rueda Bohórquez en 11:48







CUANDO VI EL MAR [23]



CUANDO VI EL MAR [23]


¿Qué sentí cuando vi el mar?

Es indescriptible la emoción,
¿cómo diría?,
puede ser que como ver a mi amor
después de siglos sin amarme,
o como adivinar a un pájaro ausente
de nuevo, tejiendo un nido,
o cantando a mi viejo árbol
esos amores con acordes envejecidos.


Cuando vi el mar enmudecí;
estaba acostumbrada a muchas rocas,
lagos pequeños bordeados por árboles,
cascadas que bajaban de las montañas
con sus largas faldas como novias del paraíso.

Era una sábana inmensa con orillos de plata
y lo más fascinante era que cantaba,
parecía un poeta declamando versos en mi boca,
era como ese amor primero: único.

Al acercarme sentí vértigo,
corrían pájaros gigantes, ¡qué picos enormes!
subían y bajaban y no se ahogaban,
se parecían a mí cuando saltaba de las rocas
y caía al Río Suárez, y luego, una fuerza me subía
con el corazón sonando y la boca riendo.

Pero cuando vi el mar, ahí me quedé,
30 años y más, y siempre,
¡jamás me alejaré de ti!,
eres el índigo más hermoso,
y el amante más cariñoso.

Cada día y cada noche pienso en él,
quiero estar ahí despertando con el sol
y viendo cómo se despide
dejando una sábana de oro
bailando entre sus majestuosas aguas
de azul color.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, mayo 14/15

GARRAPATAS [24]

GARRAPATAS [24]

Nadie es tan ciego, como para no sentir una garrapata pegada del párpado. Y en éstas se cayó sola, rodó como un balón, y luego, tranquila y en paz, con mi sangre fabricó vida, que se escondió con su perversa carga de muerte bajo los adoquines de mi patio.

Se lleva poco a poco a mis amores, no puedo hacer nada, se traga el rojo encendido que mantiene vivas las esperanzas, y en esto resucitan, no importa cuántas veces envenenes, no interesa si llevas agua hirviendo, no importa si las sacudes de tu piel y las acomodas en una vasija desechable, como si fuesen hormigas culonas, y luego chasquean, ¡qué malvada soy!, las asesino con crueldad, me condenaré como  hice con ellas, eso dijo una pastora que me vio jugando con caminos de comején, y la vi a los ojos, ¡huevona!, pero no lo grité, ¡debería estar cuidando a sus hijos, en vez de andar por ahí fregándole la vida a quien tiene mucho por hacer!

Somos como ellas, más diabólicas, nos pegamos de la madre tierra y vendemos su sangre, robamos su corazón púrpura para llevar como alhaja de nuestros malucos dedos, ensuciamos con nuestra mirada las aves del cielo, y nos creemos mejores que ellas, ¡pobres de nosotros!, si pudiera, yo misma me tostaría como lo hago con las de mis perros, para que jamás regresemos a dañar la obra de mi divino amor.

Y anoche soñé con un novio, fue muy gracioso, me quería hacer porquerías y me dejé, recordé una a una esas cochinadas, y me sentí la más mujer del mundo, pero iniciaron a ladrar mis perros y el sueño húmedo terminó, me quité el pañal y me bañé.

¡jajajaja! escribiendo idioteces, es que no quiero olvidar que por culpa de una garrapata, recordé las caricias que no estaban en el ayer, sino que en mi sueño, recorrieron dulces por mi piel.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, mayo 14/15
Publicado por Raquel Rueda Bohórquez en 11:17




TUS FLORES [25]

TUS FLORES [25]

Vi tus flores, las adiviné como pareja pariéndole a la tierra semillas, y ahora, se crecieron, se volverán pájaros y se confundirán con mis besos en la brisa.

¿Tienen aroma tus flores blancas?, parece que al tocarlas volarán, se alejarán por valles y praderas con un cuerpo de espada mínima, que penetrará en la tierra cuando al fin caída, la lluvia del cielo las tranquilice, y moje sus trajes blancos de hadas que nacieron para ser mujer.

Escribo aquí para los dos, mientras sigo viendo tu jardín, y ruego, porque mañana sea, pero si no, es porque un enredo favorable a nuestra vida, atoró a una paloma en su alar, para que la abrazaras otro rato, para que me arrullaras un tanto, ahora que tengo ansiedad por volar y hallarte, confundido con los perfumes caros de tu alameda bendecida.

Sigo viendo tus flores, cerca de un árbol que resucita, no está muerto, se vuelve abono y da vida, ahí se ajustan las espadas con sus trajes de bailarinas de ballet,  ahí se enredan pájaros, se arrullan escarabajos azules y llevan trocitos de amor las pequeñas hormigas arrieras, nunca cansadas, siempre amadas y como la tierra, enrojecidas.


Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, mayo 14/15