el poema que brotaba cual estrellas en el cielo
si de su estampa enamorada,
de púrpuras mi rostro encendía.
Ha marchado… buscó otra nave pasajera.
Endulzó de mi propia miel la higuera
que se extendió sobre el huerto del vecino
y alargó de sus manos una enredadera,
para teñir de dolor mi frágil vida.
¿Qué te has hecho caballo altanero?
¿En qué rivera o en qué valle has buscado a tu yegua?
Estoy aquí sobre la misma roca del ayer,
desnuda, frágil y enamorada de tu negro rostro,
de esa cabellera que la brisa toma
y sacude cual dulce cervatillo.
¿Qué te has hecho amor mío?
¡Si conocieras mis andares solitarios!
Aquí en mi mente he arropado a otros caballos,
me han entregado su mies
en letras rojas y amarillas
y me quito el disfraz para adorarles,
mientras tú,
ignorando de mi amor viejas quimeras
sólo vagas por mis pensamientos
con donaire.
Mira… ya mi barca llega a puerto…
...a un puerto que el tiempo no detiene.
He buscado lirios blancos para llorar de pena,
he reído con los sones del mar y las palmeras bailadoras.
He buscado en los gansos a su líder
para volar hasta tus brazos;
y de un solo golpe,
retornando a las primaveras,
mi viejo árbol ha deshojado todas las ramas
y quedó sólo un gajo reseco
donde anidan las palomas.
Bello es el amor…
¡Oh grande amor cuanto te quiero!
Cuanto anhelo conseguir un poco de tu néctar.
No te alejes dejándome sola en mi blanca silla
cubriendo de letras una lápida muerta.
Búscame antes de la aurora,
ahí estaré con mis ojos abiertos…
Ahí sabrás que mi amor era tan cierto
como vivir con la cadena de adorarte.
Deja caer un pétalo sobre mi blanca piel.
No es la muerte mi vecina,
hoy es mi amiga,
ella sabe que no quiero conocerle
quiero volar, ser una golondrina en tu mirada
y permanecer ahí para quererte.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, marzo 4/13