Por Santander del Sur-Colombia.
HABLANDO
CON VÍCTOR [47]
El día que pillé a Víctor, después de muchos de cacería, encontré periódicos,
hojas del árbol de almendro y la hediondez que sale de nosotros, peor que la de
los gatos, innegable que todo lo que entra por nuestra boca huele y sabe a
delicia, pero lo que sale de nuestro interior
apesta, una buena purga y asunto arreglado, así es con nuestra boca,
generalmente buscamos decir lo más feo, a mí me gusta pues me hace reír, pero
no me agrada insultar a las personas.
Muchas
veces me han escupido el rostro, me
limpio, esto no quiere decir que no pueda defenderme, pero me parece una
defensa digna callar, pues la otra persona termina bajando la guardia, y la
pelea siempre la gana quien la termina.
Por ahí dicen que a los Rueda nos encanta iniciar y terminar hablando de
porquerías, pero creo que no hay peor cochinada que la corrupción que hay en el
país y en el mundo, donde los banqueros son los dueños de los ideales de las
personas, y terminamos esclavizados de un sistema tan dañino, que nos dejará
encadenados a las deudas, con tal de conseguir nuestros sueños, pues se
considera que el dinero es vital para continuar, y así como están las cosas,
creo que sí.
Víctor se sintió pillado y le dije: ¡Ah huevón!, ¡lo sabía., estaba muy
sospechoso!, ¿tiene mi jardín de cagadero suyo?... ¿usted no respeta?... ¿por
qué no se va a cagar a otro sitio y no ahí, preciso cerca de la ventana donde
duermo con mis niños?, ¡cochino descarado, al menos llévese su porquería!
Estaba roja de la ira, ya eran muchas las embarradas, y ese día me di el tiempo para descubrir al que
hacia sus inmundicias en mi jardín, y ahí estaba, con el culo al aire sin poder
decir nada, ni negarlo como otras veces, pues era precisamente a él a quien le
pedía que me ayudara a encontrar a quien se hacía en mi jardín (sin una flor,
pero mi jardín).
Sentí un poco de pena después, cuando lo vi recogiendo sus cosas con la cabeza
gacha, y me sentí más sucia que él, así
es la vida, entonces le dije que por favor, que tal vez lo podría hacer en un
periódico ahí donde nadie lo viera, pero que no me dejara esa porquería para
que yo tuviera que recogerla, lo echara en una bolsa y bueno, el resto terminó
con una charla agradable, pues no me contestaba nada, claro que tampoco pidió
disculpas, ¿a cuenta de qué, si el mundo era suyo y finalmente yo no era dueña
de nada?
No se bañó las manos pues por aquí no hay baños públicos, y tampoco le ofrecí
con qué lavarlas, el papel higiénico (las hojas del almendro no le costaban
nada). Me dijo que donde le cogía la noche ahí se quedaba, y donde el dolor de
estómago, ahí se cagaba… ¡¡jajajaja!!
Algo curiosa empecé a preguntar sobre su vida, y él sobre la mía, y de a poco
nos fuimos haciendo amigos del camino, a veces bromeaba cuando lo veía pasar y
le decía: ¡Ey Víctor no se vaya a cagar en mi jardín porque lo fumigo!, y él
soltaba la carcajada que la tenía bien amarrada, pues casi nunca se veía sonreír,
aunque su rostro era de una persona feliz.
Me enteré que tenía familia aquí en la costa, todos eran profesionales, su
hermano médico, el otro comerciante, mucho ganado, propiedades, pero que él
cierto día se cansó de esa vida de acomodo y decidió que no necesitaba de nada
de eso para ser feliz, y más bien, era allí donde no le encontraba sentido a la
vida, en cambio ahora nadie le reclamaba por nada, iba y venía por donde
quisiera, claro que algunos sitios eran prohibidos para él, pero que ni
siquiera el dinero le gustaba, pues sólo servía para recoger bacterias.
Y esto fue tan real, que cierto día lo vi lanzando monedas por una cañería, le pregunté que por
qué botaba el dinero, y me dijo que porque se lo habían regalado y él no lo
necesitaba. Pero lo hubieras regalado a una persona o dejado por ahí, con el
dinero podemos comprar cosas, comida etc., /se quedó viéndome a los ojos y me
dijo que el dinero ensuciaba sus manos y las de otros, que prefería tirarlo al
caño donde nadie lo encontrara.
Ante
su filosofía de vida, siempre creí que era como un animalito libre, y hoy, hablando
con mi hijo, manifesté que dejaría algo de su historia por aquí, si leen, no lo
sé, pero al menos alguien conocerá la
huella de un hombre que vino al mundo a vivir.
Cuando habló de su familia sus ojos se iluminaron, pero cuando habló de la madre hermosa que
había dejado allá, se llenaron de lágrimas.
Me
dice que siempre la visita, cada 2 o 3 años, es su familia, pero que regresa a
su hogar que es el mundo, la libertad, y que ellos comprendieron al fin, que él
no quería nada de esas cosas por las que muchas personas pelean, él sólo desea
levantarse ante el alba, disfrutar de una salida de sol, caminar, sí, caminar
mucho, y comer de lo que cada árbol le regala, sin pedido.
Quise que cambiara su camisa por una limpia y la recibió, que más tarde la
usaría, pero nunca se la vi, tenía aquélla curtida de siempre, y los pantalones
recogidos a las rodillas, descalzo, sólo llevaba un machete y un cortaúñas,
eran sus propiedades más valiosas.
Cuando lo veo por ahí, siempre nos saludamos, hablamos un poquito y continúa
con esa mirada transparente, la que conoce el sendero por el cual quiso
caminar, y que a pesar de que pensemos que no es nada, es un hombre
maravilloso, ejemplo para muchos que han matado por dinero y que viven
esclavizados de él.
Víctor
es un cordero que no le hace daño a nadie, ni siquiera sabe pelear, lo
contratan para arreglar jardines porque le gusta ver su obra, más no por el
dinero, que más adelante lo lanza por cualquier cañería.
Nunca ha enfermado, esto no me causa extrañeza, debe ser porque se alimenta de
frutos y hojas, y no está contaminado su organismo, se baña rara vez cuando
llueve, pero tampoco le importa, sólo sigue caminando y regresa al mismo sitio
vacío, donde su familia es todo lo que existe, bajo un lecho de hojas, en
cualquier rincón abandonado donde no estorbe a otros.
Silencioso pasa Víctor
Observando
las estrellas.
Lo veo cada día,
Es
un poeta de la calle.
Pero
sus versos
Morirán
con él.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 16/13