miércoles, 16 de enero de 2013

LA HORMIGA [45]


LA HORMIGA [45]

Sembradora en la aridez del desierto,
de verde se visten las pampas y  montes,
elaboro con mi pequeñez grandes obras
y el líquido precioso del cielo
penetra mis surcos,

hace brotar flores, donde ayer sólo muerte
y ausencia de manos para arar y abonar.

A ratos, sin creer en nada, dibujo caminos,
pareciera que sin pensar tengo un motivo
una sombra me persigue,
un alar reposa sobre mi nido.

Sigo, avanzo paso a paso…
Tal vez algún día me pisotees
aún herida, otras manos me levantarán,
y veré en sus diminutos dedos,

a una hermana en mi propio andar.

Deja tus rosas para que pueda sentirme feliz,
con ellas un rico manjar llevaré a mi princesa,
quien me donó la vida y sólo vive por ello,
en un escondido rincón, casi olvidada,
sin observar de su tiempo su estrella

ni un lucero…

Déjame ser, que mi tiempo es vida.
Vine a sembrar donde otros destruyen.
Déjame probar un pedazo del verdor de tu olivo
que mañana verás cómo retoñarán las praderas

y él estará más vivo. 

Guarda el vino para mañana

me emborracharé tanto,

que otro motivo verás bajo mi sombra;
un surco de guerreras muchileras
con grandes maletas sobre sus hombros.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 16/13



DE TU AMOR [46]


DE TU AMOR [46]

Nunca creí, que preñado de amor me dejaras.
Fue tu mirada ese todo  inconfundible.
Tu piel dorada inspiraba una caricia
y entre los poemas viejos 
los sueños, se desvanecían con mis pasos,
y sólo tú quedabas.

Nunca he de olvidar aquél día…
Fuiste el calor en mis brazos olvidados
cuando marchó el ave prisionera,
sin sus melodías,

vagando como un loco quedé. 

Hoy me paseo a tu lado…
Me llevas eres mi lazarillo,
atiendes a mis suspiros agitados
y con esa voz que sale del alma,
tu voz tibia sobre mi corazón
un aliento, una sonrisa,

un amanecer ilusionado.

Nunca lo creí, ¡te lo aseguro!…
Jamás pensé que en la miel de tus ojos me quedaría,
el alivio a mi dolor con un servicio pago con caricias.


Amor sin fronteras;
a cada paso torpe que doy, me sigues,
ante una caída, me lames, me esperas…

Aguarda cerca de mi cama…
Paciencia infinita mi pequeña loba,
pronto llegaré a esa luna que tanto miras
mi bebé de sedas claras,

de silencios sin mentira.

Esperarás tu viaje en otro hogar
donde tal vez seas tan amada,

como te amo yo.

Más no estés triste…
La vida me ha regalado un juguete,
el sueño de apreciar tu amor.


Eres un ángel bajado del cielo
que me donó su vida,
y de su tibia lengua


consuelo llegó.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 16/13







HABLANDO CON VÍCTOR [47]


Por Santander del Sur-Colombia.


HABLANDO CON VÍCTOR [47]

El día que pillé a Víctor, después de muchos de cacería, encontré periódicos, hojas del árbol de almendro y la hediondez que sale de nosotros, peor que la de los gatos, innegable que todo lo que entra por nuestra boca huele y sabe a delicia,  pero lo que sale de nuestro interior apesta, una buena purga y asunto arreglado, así es con nuestra boca, generalmente buscamos decir lo más feo, a mí me gusta pues me hace reír, pero no me agrada insultar a las personas.


Muchas veces me han escupido el rostro,  me limpio, esto no quiere decir que no pueda defenderme, pero me parece una defensa digna callar, pues la otra persona termina bajando la guardia, y la pelea siempre la gana quien la termina.

Por ahí dicen que a los Rueda nos encanta iniciar y terminar hablando de porquerías, pero creo que no hay peor cochinada que la corrupción que hay en el país y en el mundo, donde los banqueros son los dueños de los ideales de las personas, y terminamos esclavizados de un sistema tan dañino, que nos dejará encadenados a las deudas, con tal de conseguir nuestros sueños, pues se considera que el dinero es vital para continuar, y así como están las cosas, creo que sí.

Víctor se sintió pillado y le dije: ¡Ah huevón!, ¡lo sabía., estaba muy sospechoso!, ¿tiene mi jardín de cagadero suyo?... ¿usted no respeta?... ¿por qué no se va a cagar a otro sitio y no ahí, preciso cerca de la ventana donde duermo con mis niños?, ¡cochino descarado, al menos llévese su porquería!

Estaba roja de la ira, ya eran muchas las embarradas, y  ese día me di el tiempo para descubrir al que hacia sus inmundicias en mi jardín, y ahí estaba, con el culo al aire sin poder decir nada, ni negarlo como otras veces, pues era precisamente a él a quien le pedía que me ayudara a encontrar a quien se hacía en mi jardín (sin una flor, pero mi jardín).

Sentí un poco de pena después, cuando lo vi recogiendo sus cosas con la cabeza gacha, y me sentí más sucia que él,  así es la vida, entonces le dije que por favor, que tal vez lo podría hacer en un periódico ahí donde nadie lo viera, pero que no me dejara esa porquería para que yo tuviera que recogerla, lo echara en una bolsa y bueno, el resto terminó con una charla agradable, pues no me contestaba nada, claro que tampoco pidió disculpas, ¿a cuenta de qué, si el mundo era suyo y finalmente yo no era dueña de nada?

No se bañó las manos pues por aquí no hay baños públicos, y tampoco le ofrecí con qué lavarlas, el papel higiénico (las hojas del almendro no le costaban nada). Me dijo que donde le cogía la noche ahí se quedaba, y donde el dolor de estómago, ahí se cagaba… ¡¡jajajaja!!

Algo curiosa empecé a preguntar sobre su vida, y él sobre la mía, y de a poco nos fuimos haciendo amigos del camino, a veces bromeaba cuando lo veía pasar y le decía: ¡Ey Víctor no se vaya a cagar en mi jardín porque lo fumigo!, y él soltaba la carcajada que la tenía bien amarrada, pues casi nunca se veía sonreír, aunque su rostro era de una persona feliz.

Me enteré que tenía familia aquí en la costa, todos eran profesionales, su hermano médico, el otro comerciante, mucho ganado, propiedades, pero que él cierto día se cansó de esa vida de acomodo y decidió que no necesitaba de nada de eso para ser feliz, y más bien, era allí donde no le encontraba sentido a la vida, en cambio ahora nadie le reclamaba por nada, iba y venía por donde quisiera, claro que algunos sitios eran prohibidos para él, pero que ni siquiera el dinero le gustaba, pues sólo servía para recoger bacterias.

Y esto fue tan real, que cierto día lo vi lanzando  monedas por una cañería, le pregunté que por qué botaba el dinero, y me dijo que porque se lo habían regalado y él no lo necesitaba. Pero lo hubieras regalado a una persona o dejado por ahí, con el dinero podemos comprar cosas, comida etc., /se quedó viéndome a los ojos y me dijo que el dinero ensuciaba sus manos y las de otros, que prefería tirarlo al caño donde nadie lo encontrara.


Ante su filosofía de vida, siempre creí que era como un animalito libre, y hoy, hablando con mi hijo, manifesté que dejaría algo de su historia por aquí, si leen, no lo sé, pero al menos alguien conocerá la  huella de un hombre que vino al mundo a vivir.

Cuando habló de su familia sus ojos se iluminaron,  pero cuando habló de la madre hermosa que había dejado allá, se llenaron de lágrimas.


Me dice que siempre la visita, cada 2 o 3 años, es su familia, pero que regresa a su hogar que es el mundo, la libertad, y que ellos comprendieron al fin, que él no quería nada de esas cosas por las que muchas personas pelean, él sólo desea levantarse ante el alba, disfrutar de una salida de sol, caminar, sí, caminar mucho, y comer de lo que cada árbol le regala, sin pedido.

Quise que cambiara su camisa por una limpia y la recibió, que más tarde la usaría, pero nunca se la vi, tenía aquélla curtida de siempre, y los pantalones recogidos a las rodillas, descalzo, sólo llevaba un machete y un cortaúñas, eran sus propiedades más valiosas.

Cuando lo veo por ahí, siempre nos saludamos, hablamos un poquito y continúa con esa mirada transparente, la que conoce el sendero por el cual quiso caminar, y que a pesar de que pensemos que no es nada, es un hombre maravilloso, ejemplo para muchos que han matado por dinero y que viven esclavizados de él.


Víctor es un cordero que no le hace daño a nadie, ni siquiera sabe pelear, lo contratan para arreglar jardines porque le gusta ver su obra, más no por el dinero, que más adelante lo lanza por cualquier cañería.

Nunca ha enfermado, esto no me causa  extrañeza, debe ser porque se alimenta de frutos y hojas, y no está contaminado su organismo, se baña rara vez cuando llueve, pero tampoco le importa, sólo sigue caminando y regresa al mismo sitio vacío, donde su familia es todo lo que existe, bajo un lecho de hojas, en cualquier rincón abandonado donde no estorbe a otros.

Silencioso pasa Víctor

Observando las estrellas.

Lo veo cada día,

Es un poeta de la calle.


Pero sus versos
Morirán con él.



Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 16/13