sábado, 23 de abril de 2016

HACIA ADENTRO (17)

HACIA ADENTRO (17)

Me gustaba la paz de la clínica, es más; disfruté de ese silencio, de las sábanas blancas; me reencontré con ese yo frágil que volvió a sonreír.

La morada del hombre y su esencia, puedo creer que es la misma morada de la semilla, y la función de la sombra, es acompañar hasta el fin, a ese algo que por su gracia estuvo a su lado. 

No hubo espacio para la soledad, porque ese espacio fue ocupado por el viento, y nadie se dio cuenta, sino hasta que su enojo hizo sonar la tierra y crujir las rocas.

Amar es la mayor motivación para continuar, sé que todo es poesía, que somos un poema; nos impulsamos de una manera o de otra, pero cada uno seguirá su propio camino, espero el mío; sé que de un instante a otro, mi sombra me arropará y desapareceré de tu vista, pero seré transformada en nube pasajera o en flor en tu rivera.

La morada de cada ser es hacia adentro de la tierra, ella nos tomará, seremos una hoja bailando, una pluma nadando, un pétalo brotando; más luego se abrirá la puerta por donde tendremos que pasar y después de ahí, ¡no lo sé! 

Siento que por ahora, sin saber, vi en mi ventana a un palomo sin vida arropando a dos perlas, pero nadie sabía de ese destino tan incierto, ni que tendría que ver su imagen con la cabeza hundida entre la paja seca, y ella, su amor, ahí viéndome triste con una súplica de oro en su mirada.

Escucho El Tao, creo que debo aprender a escuchar el sonido de las raíces y a doblar el cuello con humildad, para verme grande al salir el sol, sin desear ser tan brillante, pero seguiremos centelleando en la estrella que nos junta, o que me inventé en medio de una locura que nadie conoce, pero sé que existe, y que te lleva cada sueño y cada fantasía que pasa, por esos senderos extraños del pensamiento. 

Raquel Rueda Bohórquez
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