DIENTE 2 [73]
Era un perro muy
bravucón
de dientes largos y fuertes,
que alejaba ladrones
y perversos
de la cuadra de Doña
Pacha
y el viejo Pantaleón.
¡Ven acá perrito!,
¿por qué estás triste hoy?
El bravucón respondía
con su cola al viento:
¡guauuuu!, es que mi
amo me dejó en la calle
y en mi barriga
habita un dragón.
¡Vamos mi niño!,
¿quieres ir a casa?
Diente seguía a doña
Pacha,
apacible como un
ovejo,
dulce, como el sonar
de una gaita.
No cambió jamás de
calle,
de arriba hacia
abajo,
siendo el mejor
vigilante sin paga,
Diente se dio a
querer de todos;
pero el dueño, ¡le
pagó con espadas!
Cada noche al pasar,
sin importar que
hubiese lluvia,
bajo una palmera lo
vi temblar,
es que ahí era la
casa del amo
que después de viejo
le cerró la puerta,
asqueado de su olor a
perro,
sin mirar a sus ojos
que parecían de oro,
con pequeños hilos
negros.
Compró un carro, ¡qué
feliz estoy!
Abrió la puerta al
fin,
¡nadie lo cuidará
mejor que yo!
Más luego, cuando no
era necesario,
sin agua ni alimento,
una llaga tras otra,
fueron su
escapulario.
¡Pobre perrito!,
¿sabes que te quiero?
¡Yo también te amo!,
respondía con su rabo
y esa mirada de niño
triste,
reposando en mi
puerta.
Un día cualquiera, de
viaje se fueron;
quedó el perrito bajo
el carro de sombra
sin agua ni alimento.
Se lo llevó el
viento, pero me miré en sus ojos,
se quedó en los míos
en ésta imagen de perro fiel,
que a pesar de la
ingratitud y crueldad,
en la puerta de su
dueño,
por siempre durmió.
Raquel Rueda
Bohórquez
Barranquilla, julio
7/15
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