miércoles, 4 de noviembre de 2015

HOJA DE PAPEL (94)

HOJA DE PAPEL (94)

¿Qué puedo decir ahora?

A veces me siento
Como una hoja de papel
Que va y viene
Al antojo de la brisa.

Pero adivino una flor,
Y en ella encuentro
La razón de su existencia;
No en lo flor en sí,
Sino en lo perfume y miel.

Entonces me siento bendecida,
Porque una hoja
Es parte del mismo árbol
Donde una flor aromó
Y bendijo a otros,
Sin adivinarlo siquiera

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, noviembre 4/15




SI EL PAJARERO (95)

SI EL PAJARERO (95)

¡Si supiera el pajarero
Que ha robado a un ángel su libertad
Y con él se ha hecho prisionero!

He visto pasar a un chico,
Habla con su canario, ¡es fino!/dice
Lo encontré en un nido de roble
Que se había estacionado en un parque.

Pero no sabían sus padres
Que ya les tenía puesto el ojo.

Día a día vi con qué amor construyeron su cuna,
Recogían paja como si fueran tesoros de orfebrería
Y bordaron con sus hilos dorados
Un moisés, que parecía una lágrima descolgada.

Ese día los vi, / ¡ya casi están listos!
Abrían el pico, semejaban claveles,
Y sus padres tan felices de verlos
Cómo crecían sus plumas y se abrían sus picos.

¿Acaso me importó?/ ¡era mío, los vi primero!
Y ajusté mi vara malhechora, en tanto silenciaron,
Pero luego del silencio hubo algarabía:

¡Madre mía!, ¡repetían los pichones!
¿Padre, en dónde estás?

Ellos revolotearon con desenfreno,
¡Jajajaja! ¡Qué tontos pájaros!
¿Creen acaso que me asustarán?

Y así fue todo, ahora caminan conmigo
En ésta cárcel que impuse en sus caminos.
¡Cantan hermoso! /valen un dineral.

¿Saben que ya no están asustados?
De mi mano reciben cada bocado,
/ ¡hasta parecen contentos!
Pero más feliz estoy al escucharlos,
Más que cantar, es un rogar de libertad.

¡Pero no me importó!
Soporto mi cárcel con ellos
En tanto caen las hojas del roble
Y los escucho cantar
Porque así se sienten libres.

¿Pero quién me librará de mí?


Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, noviembre 4/15




UN DÍA CERO (96)


UN DÍA CERO (96)
                        
Cierto día, muy inquieta, empecé a escribir, y entre más lo hacía, más me gustaba; no como en épocas de niña en que declamaba poesía, y no faltó quién se burlara. Por eso digo que no debemos reír de los niños, porque cuando crecen, tendrán memoria de cada abrazo y cada beso, pero lo que más recordarán son las burlas que los enojaron hasta llorar y desear escribir a escondidas de todos.

Fue entonces cuando mi hija me abrió una página sin saber utilizar herramientas, y sin conocimiento de nada, muy asustada y temblorosa toqué una puerta, estuvo de par en par, hasta que la cerraron y nos dejaron a todos por fuera.

Nos fuimos encontrando aquí, ninguno se ríe de nadie, todos nos respetamos, no somos grandes escritores ni poetas, somos seres humanos buscando amor, la mayoría entramos porque necesitábamos un abrazo, que alguien nos escuchara, y decidí quedarme aquí, porque nadie cerrará mi propia puerta, está abierta de par en par.

Mis pequeñas obras son del mundo, aunque necesite cada peso para sobrevivir, si ha de llegar como lluvia, llegará cuando menos esté pensando en dinero.

Ahora mismo llueve, es una sentencia divina, ¡qué raro!, parecía un día normal, pero ahora se bendice mi espacio con diamantes y joyas que bajan directo del cielo, y estaba preparada para salir.

Un "algo" me hace esperar por mis gafas, entonces me doblo y espero. Un café será bendición, y su aroma, será como estar sobre la montaña más alta de mi tierra y respirar vida que se agita y canta, retoza y brilla, ¿para qué más?

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, noviembre 4/15