Publicado
por Raquel en 11:43
Martes,
15 de octubre de 2013
EL
SERBIO 2 [58]
Me
pareció fantástico todo, lo difícil era que no comprendía su idioma, subí muy
asustada a esa enorme barca, pues dije que en avión no quería el viaje, era
demasiado largo, y tenía miedo a las alturas, entonces él aceptó.
Mientras
tenía el traductor a mano, todo iba bien, ¿pero ahora?... Un pasaje de primera
en un barco tan gigante, con tantas cabinas y estaciones, camarotes, piscinas,
bares, gente tan tímida como yo, y otros que eran avezados viajeros, que se
entretenían con una copa de licor, o simplemente parecía gente aburrida, o
demasiado feliz para ser verdad.
Mi
corazón palpitaba, no podía disimular el temblor en mis labios, y mi voz se
hizo de niña, como cuando deseo hablar en público. Ya tenía la señal que
habíamos convenido para reconocernos. Yo llevaría un pantalón de lycra negro
ceñido a mis gorditos, y una blusa roja, con mis greñas recogidas como siempre,
un poquito más perfumada que de costumbre, y un cartel donde estaría su nombre
y una palabra: ¡¡aquí toyyyyy!!...
Y
ahí estaba… con su mirada fija en mi pequeña figura… ¿esperaría una diva de
1.90, tetas de holstein, y enormes nalgas levantadas?...
No
sabía si correr o volar, quedé estática, pálida, temblorosa, buscando fuerza de
donde ya no tenía, en ese mundo tan extraño para mí, tan lejano y tan cerca
ahora, pero cuando quise reaccionar, él ya estaba a mi lado… simplemente dijo:
здраво моје дама, сањала сам да си као...
No
sabía que responder, no comprendía absolutamente nada, y esbocé una tímida
sonrisa, mientras él me tomó del brazo y me dirigió a un salón rojo, donde solo
habían cortinas y alfombras, enormes cuadros de mujeres hermosas, y un músico
al fondo que interpretaba en ese momento, El bolero de Ravel, mientras el Serbio
me miraba con una sonrisa, y al levantar la mano el músico continuó.
Alguna
vez en nuestras charlas virtuales, le había dicho que el bolero de Ravel era
mío, por aquello de Cantinflas con el bolero de Raquel, y me quiso regalar la
sorpresa, pero, más que sorprendida estaba muy asustada, no sabía el paso
siguiente, ¡imaginaba tantas cosas!, tenía un rollo en mi cabeza, un ovillo de
temores, se venían las imágenes de esposos ricos asesinos, mujeres asesinas, y
el caballo blanco soñado se había esfumado entre las luces azules del mar y
toda la cantidad de poemas que había escrito, imaginando éste gran momento.
Me
dijo algo al oído con una sonrisa pícara, pero quedé en blanco, sólo sonreí
aceptando su comentario y para mis adentros: ¡Santo Dios!, ¿en qué locura me
habré metido?, ¿qué será lo que me habrá dicho?, mientras pensaba esto, un
mesero muy elegante, rubio de ojos muy azules y sonriente, me preguntó en Español:
tu esposo me ha pedido que te atienda como a una princesa.
Fueron
las palabras más bellas que pude haber escuchado, lo agarré de la mano y no
pude disimular mi alegría, ¡gracias a Dios!, por favor no te separes de mí,
cuando desee preguntar algo, quiero que estés cerca, es mi primera vez en una
travesía como éstas, y bueno, realmente no es mi esposo, es alguien que desea
serlo, pero primero debo saber quién es, ¿me ayudarías?, y él asintió con una
carcajada y se alejó de la mesa.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
octubre/13