DIENTE
[CUENTO] [67]
Hola
amigos, no contaré mi historia, sino la de un amigo que me acompaña en este
cielo de perritos, ¿sabían que también para nosotros hay un cielo?, en verdad
que es muy hermoso, tenemos libertad para ir y venir sin peligro a nada,
cuidamos ovejas y pastoreamos cabritas, ellas aprendieron a obedecer, desde
antes que el hombre nos adoptó y nos llevó a sus rebaños, aquí entre nos, les
contaré que fuimos nosotros quienes poco apoco nos acercamos, siempre los
aceptamos, pero ellos a veces se portan mal con nosotros.
Mi
amigo que acaba de llegar se llama Diente, me contó que así le llamaban unos
humanos en una cuadra en Barrio Paraíso en una ciudad muy lejana, y que todavía
los extraña, pero mucho más a su amo, quien al fin, después de mucho ir y
venir, entrar y salir y dejarlo en la calle, lo recibió de nuevo, imaginaba que
lo amaba demasiado, pero tenía un motivo: había comprado un vehículo y
necesitaba un vigilante que no cobrara prestaciones, ¿ y quién mejor que Diente?,
era fuerte, muy valiente y ningún personaje extraño y con malas intenciones,
dañaría a sus amigos de ese rincón del paraíso, en donde permaneció por muchos
años, recibiendo malos tratos de unos, y buenos, de otros. Al fin y al cabo, a
él nunca le preocupó los que no lo amaran, sino amar sin medida, pues ese había
sido su motivo desde que vio a su dueño y admitió que podía amar a todo aquel
que se acercara con buenas intenciones, porque tenía el privilegio de saber qué
casa protegería cada día, pero ahora tenía más trabajo y menos sueño, pues su
dueño le había dado la oportunidad de un rincón en medio de su olvido.
En
casa de mi ama estuvo por muchos años, entre ella y sus vecinos cuidaban de
Diente, un día agua aquí, al otro día una mirada que conmovía, para
que alguien dejara un plato con sobras de huesos y lo que fuera, que
llenara su gran panza de perro grandote y fuerte.
Me
cuenta mi amigo, que muchos lo maltrataban porque ladraba a gente extraña y con
cara de malos, recibió golpes, estuvo a punto de morir muchas veces, y su
dueño lo espantaba en esa época, de su puerta, ya no necesitaba de él, pero
siempre regresaba a escondidas y se apostaba en su portal, donde el sol pegaba
fuerte y la lluvia hería su carne llagada y maltratada.
Hoy
fue un día extraño después de todo, no sentía dolor, pero sí mucha sed, la vi
pasar y emití un gruñido, estaba dentro de la reja de mi dueño, pero no habían
dejado agua, siempre olvidaban ese detalle, no podía ensuciar su casa ni su
patio, y debía guardar mi orín para cuando llegaran, y correr a dejar en
cualquier rincón mi suciedad, con temor a que me espantaran con agua caliente,
o una que otra pedrada, ya no aguantaba el dolor, estaba viejo y cansado.
Pero
hoy, ella me miró a los ojos, por algo cuidé por años su portal, sintió pena
por mí y me acarició, ¡pobre perrito!, ¿de nuevo te dejaron encerrado sin poder
salir y sin agua ni alimento?, pediré a Dios por ti, no pudo abrir la reja y se
fue, me di cuenta que llevaba lágrimas en sus ojos, los míos ya no tenían
lágrimas, mi corazón estaba a punto de estallar, hacía un calor terrible, todo
lo veía de color rojo, mi boca se había secado, pero luego, hubo un instante en
que mi jadeo no se escuchó más, y sentí
que volaba muy lejos, daba vueltas y vueltas entre la brisa, todo estaba frío,
pero no sentía nada, el dolor se había alejado de mi carne, no volví a ver a
ese ser a quien tanto amé, pero que mucho me lastimó, no importa cuántas
heridas haya recibido de su parte, es a mi dueño a quien siempre recuerdo, y
ese olor a gente de la cuadra de paraíso, a esas personas que cuidaron de mí,
les diré, que a veces me escapo del cielo y me quedo en sus portales muy
tranquilo, los veo ir y venir, pero ellos no me pueden ver, soy un ángel,
siempre lo fui, pero nunca se enteraron.
¡Ya
amigo!, ahora estás aquí, ¿ves que todo es hermoso?, un día de estos te cuento
mi historia, tenía una dueña y tal vez la conozcas, porque hay cosas que
suceden para que aprendamos, el hombre tiene maldad, y nosotros somos enviados
a dar una lección de perdón y amor, ¿vamos a correr y a juntar ovejas?, ¡ya no
más tristezas!, eso fue un ayer, hoy es nuestro día maravilloso, y éste día es
una eternidad.
¡¡Guau,
guau!!
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
julio 6/15
No hay comentarios:
Publicar un comentario