jueves, 13 de junio de 2013

TU DÍA (85)

TU DÍA [85]

Pueda ser que hoy sea tu último día
Procura hacer el bien...

Mírate al espejo pero no te castigues,
perdona mucho, demasiado;
tanto,
que al perdonar llegue el olvido.


Raquel Rueda Bohórquez
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LA BRISA (86)

BRISA [86]

Con la brisa aprendí a descubrir el olor de la vida;
traía desde los morichales el cantar de un mirlo,
siempre ensombrecida una laguna bajo un robledal,
pero ella invisible, me hacía soñar.

Una hoja desvanecida bajo mis pies y al segundo volando,
caída luego sobre una corriente que la inundaría de besos,
y otras, pisoteada por el caminante.

¡Tanto me enseña la brisa desde el amanecer!…
El salobre mar que busca el Río Magdalena,
los barcos que se arrojan con valentía sobre sus olas
y el murmullo de las rocas, si la brisa las toca.

Aprendí que la brisa es la dueña de todo
hasta de los besos de mi boca.

En noches oscuras era quien advertía
olor nauseabundo a trapo viejo,
macabro sonido impulsado por el viento,
suspiros en pecho agitado,
el corazón, mi tiempo.

En una rama un colibrí,
en una hoja una oruga,
antojada la brisa las hizo caer.

Incierto andar
donde ha de acontecer
que tiene tanto poder
que de la vida es dueña.

Al abrir de los labios,
al cerrar de los ojos,
a la quietud del corazón,
al suspiro en mis pulmones,
a la dueña de la vida
que invisible pasa,
a la brisa un son…

De nuevo ante su frescor me aliento,
un abanico de penas en el horizonte
dispersa los aromas y los disuelve.

Flauta de mágicos sonidos
se adueña de la cumbre.
Entre los pulmones  la vida retoza
Y ella  trae desde su alar
el perfume de las rosas.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla julio 13/13 




EL MAPLE (87)


EL MAPLE [87]

Bajo un Maple de verde traje
iniciando primavera te encontré.

A la vera del camino tus manos,
tus ojos candil encendido,
arropada por tus bellas hojas
fuiste mi sueño febril.

Pero pasaba el tiempo
y a cada visita en verano,
tornan de dorado sus hojas
para terminar ensangrentado.

Mucho lloré por tu ausencia,
al sentirte lejano,
sin una despedida
fue inmensidad el llano.

Marcharon las aves al cielo
y me quedé con el árbol
donde tallamos las manos
con tu imagen querida.

En éste total invierno
casi te convierto en sauce,
bajaron sus rojizas hojas
formando una alfombra
donde te espero con ansias.

Y al desnudo de sus ramas
presiento que faltó mi otoño,
más sus brotes anunciaron
que en otro tiempo retornarán verdes
como tus  amados ojos.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, junio 13/13 

HORMIGA (88)

HORMIGA [88]

Estaba en mi almuerzo, cuando la vi corriendo de un lado a otro, unas iban otras venían, decidí entonces dejar un pedacito de algo, un grano de arroz, un poquitín de yema de huevo y de sobremesa, -pensé- un poquitín de plátano con panela, es un típico almuerzo veloz, pero cuando tenemos gente muy sofisticada, acostumbrada a comer de lo que haya, se nos pone el cuento difícil a la hora de cocinar.

Pero a la hormiga tan diminuta como un grano de azúcar, la detallé para ver que hacía, y se levantó en sus paticas traseras cuando le llegó el olor de la comida. De un momento a otro empezó a correr desesperada, como diciendo: ¡Ey!, ¡aquí estoy, vengan que encontré la comida más exquisita, el caviar para nosotras!

Parecía como si hablara, una y otra vez corría y regresaba, hasta que al fin no sé de donde aparecieron sus compañeras, pero ella quería que todas vinieran a compartir de la maravilla que había encontrado y ante mi admiración, empezó a correr de nuevo, tropezaba con alguna y le hablaba al oído: ¡sí allá está corran, apresúrense antes de que limpien la mesa!, pero ella no regresaba, continuó su viaje, no le importaba no haber comido, su misión iba más allá y era avisar a todos sus hermanos que un poco al norte, estaba un rico bocado para compartir con todos y la seguí, me di cuenta que no se detenía, señalaba el sitio y continuaba en idas y regresos, hasta que desapareció en una pequeña hendidura de la mesa.

Las que había encontrado en el camino estaban comiendo, o partiendo en partículas más pequeñas y corriendo felices con sus tesoros.

Me preguntaba qué tan grande sería su corazón, sus venas, ¿tenían venas por donde circulaba la sangre?, ellas pensaban, no sé cómo sería su pensamiento pero lo descubrí, tenían un vocabulario, un sonido que no podía escuchar, un perfume que la brisa llevaba y traía, un aroma a madre cuando está amamantando y así  el amor se halla cerca de nuestra boca.

Una gota de jugo bastó, un grano de voluntad. Fue suficiente un poco de ternura, para saber de la magia de la vida, y de ahí probaban, de aquí, de allá, corriendo como niñas descalzas, disfrutando de cada segundo y agradeciendo a su manera por el alimento que llegó, de la misma mano que nos llega a cada uno de nosotros, sino que a ratos, nos damos el lujo de lanzar a la basura o de llamar porquería a lo que con tanto amor otras personas preparan para nosotros.

Siempre me he preguntado por la vida, esa magia que no tiene tamaño, que nos impulsa a correr, a cantar a reír…

Sin alas parecen volar, sin pies corren como las serpientes, y como los peces se dejan llevar de la corriente, siendo tan felices, sin imaginar que el depredador está detrás de ellos.

Un pequeño suspiro sobre ellas para saber qué harían, y de nuevo la sorpresa; corrieron asustadas, algo no estaba bien, se avisaban unas a otras y en fila india, desaparecieron en su refugio oculto bajo las ollas de mi cocina.

No pude limpiar la mesa, un mensaje estaba ahí, ellas habían tomado el alimento lo necesitaban para continuar viviendo, su alegría me hizo enmudecer, y cuando las vi correr tan aprisa como pudieron y desaparecer todas en el diminuto hueco, me di cuenta que era mi obligación dejar un mendrugo de pan cada día para ellas, que estaban como los niños de cualquier calle, en cualquier rincón olvidado del planeta, con hambre y tan desnudas de su territorio, que encontraron un resquicio en donde estar un rato más.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, junio 13/13