lunes, 21 de enero de 2013

NIÑA DE MIRADA TRISTE [34]

Lunes, 21 de enero de 2013

NIÑA DE MIRADA TRISTE [34]

A esa niña de greñas oscuras ensortijadas
su mirada llena de verdes praderas,
la vi con el totumo del agua
en un pequeño riachuelo,
entretenida en el nido de un mirlo,
hurtando pichones para alegrar sus días.

A esa muñeca de traje raído
donde vivir como una cabra
dijo que valía la pena.
Sólo balaba mi niña querida
y en brazos de una anciana
dormía  temprano,
junto a un regazo de hierbabuena.

Construyó poemas entre las zarzas…
No se privó de escuchar la serenata mañanera
si los versos de las aves le despertaban
y el gallo cantaba las veces que quisiera.
Cerca de su rancho,
tan cerca de su cama,
el azor consumía su alegría,
pero la niña tomaba un rosario en sus manos
y a la  Virgen Santa, a la reina amada,
rogaba por un día
donde esa sombra se desvaneciera.

Creció la muñeca con esa cándida sonrisa,
la poesía llenó sus labios de brotes,
la primavera de sus pechos adueñada,
y una guitarra inició los sones del tiempo
donde amar era el motivo,
para inflar vientres de luna llena,
escuchar el cantar de los niños
cual si lluvia fuera,
y el beso de su amor
una oración tempranera.

Vio a su padre partir cualquier día
pero nunca regresó…
Los goleros soñados lo comían vivo
la chusma iniciada por colores de partido
hicieron de su carne fiesta,
de su dolor una elegía.

Fueron 17 lunas llenas,
donde tuvo que donar de su cosecha
a ese hombre dueño del huerto
que se llevó a su niña, a su Rosita,
al morir también su amada madre.

¡Ya pasó todo!… hoy se vistió de galas,
una blanca camisa bordada de Miriam
/la niña de sus ojos,
un ramo de rosas blancas regalo de Jairo,
un escapulario pedido, un crucifijo…

El riego de miles de ojos
que aún hoy les recuerda,
que la niña de ojos de fresca hierba
y mirada triste,
era mi madre…

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, enero 21/13 

LLEGA EL OTOÑO [35]



LLEGA EL OTOÑO [35]

Ha llegado el otoño
tan leve y aprisa…
Como un chupaflor ha pasado,
quedó al desnudo el roble
y ni un beso en mis labios,
ni una caricia por lástima
me has dado.

Sólo la brisa de todos mis tiempos
con olor a lluvia – ¿tiene olor la lluvia?
con olor a nostalgia – ¿huele la nostalgia?
con sabor a música,
me di cuenta que lo tiene
donde las mínimas alegrías
se tornan en lágrimas primeras,
y las tristezas se desvanecen
cuando la vida pasa… sólo pasa
sin mirarnos siquiera.

Quiero escuchar el otoño de Vivaldi
ver el traje de los robles de un rosa  impecable
los ojos de los ancianos vestidos de belleza
y sus manos, sus preciosas manos temblorosas

me dejaron viendo hacia su blanca cabellera.
Llevada de su mano, una doncella quebrada,
con su cantar convertido en lluvia
cuando más feliz estaba.

¡Vaya caminos de la vida!…
A ratos tan liviano, a veces tan tortuoso.
¿Quién conoce sus acertijos? …

Que me lo diga quien no haya llorado,
más todos conocemos el llamado de la muerte
una cama tan acolchada y mullida,
que no sentiremos,
una pequeña habitación final en tan poco espacio
quedando solo vacío, al cruce de las penas,
como el atardecer que se robó la vida de mi muchacho,
y el amanecer que me hurtó a la gaviota soñadora
viendo a ese magnífico sol
que salía de las montañas.

¡Otoño de la vida pasajera!…
Hojas que la brisa toma a su antojo, sin temores,
para desvanecerse sobre cualquier rocoso sendero
o convertirla en viajera sobre las olas,
sin antes descubrir en el viento
que se acercaba la primavera.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 21/13



CANTAR DE GAVIOTAS [36]

CANTAR DE GAVIOTAS [36]

Han levantado vuelo…
Sólo el bullicio de ayer ha quedado,
la huella de un paso de trinos y cantares
donde hoy, el mutismo encerrado con candado,
y las rocas, las eternas que nunca viajan
esperan el regreso de un ave,
que marchó  temprano.

A lo lejos escucho un gemido…
Si las olas violentas atacan
espuma viajera se decanta en la arena
y una huella se esfuma… pasa…

Navegante perdido:
¿En dónde quedaron tus manos?
He buscado en el oscuro rincón mis remos
pero tal vez han sido olvidados,
desechados a la orilla del camino.

Aquí  la prisa no vale
ni alcanza a llegar el verano.
El bullicio de sus aguas esconde un murmullo
de voces que ayer fueron alma,
de plumas que mece la brisa
y una ola furiosa eleva 
y luego transita la calma.

Entre un lecho de rocas
el marrón se viste de lama,
muertos elefantes marinos parecen
y en su interior de voces calladas
la luna los baña.

Mis blancas paredes guardan sus ecos,
parecen de gorrión que bate sus alas
y entre chillidos y quejas descubro
que se crecieron tanto,
que me han olvidado.

¡Cuántos arrullos y besos!… ¡cuántas caricias!
Hoy miradas hostiles olvidaron mis manos.
Se olvidó de mi leche tibia y dulzona
del regazo que abrigó temprano.

Una noche en blanco pasó,
viendo sus dulces trajes
sedas rosas y azules
son la infancia que nos roba los días
y sus llantos endulzan lo duro de la vida.

¡Arrúllame espuma viajera!…
Que  las oleadas me arropen sin miedo
bañada de las lisonjas del mar,
oculta, mezclada con el salobre de los ojos
que desde el amanecer limpia el rostro
para en un segundo regalar brillo
a nuestras pocas alegrías.

Déjame escuchar a mis niños,
levantarán vuelo en cualquier atardecer.
Que no me hagan enmudecer dolida, sin una caricia;
que mis palabras broten como manantiales
y ellos escuchen sin herir más el corazón.

Tal vez estoy vieja… ¡sólo un poco!
No he olvidado húmedos pañales
ni sus rostros en donde al ver mis manos,
se llenaban de luz.
Parecían luciérnagas en la noche
mis luceros azules,
esperando un madrigal de mi boca.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, enero 21/13