Madres hermosas del mundo
las de plumas rosa
llenando de vida el planeta
con sus cálidos besos;
las abundancias en sus picos
sus tibiezas calentando.
Ellas son un pedazo de Dios
pobladoras de la tierra
con un corazón en la mano,
regando de sutilezas
de pétalos descarnados.
Aún después de muertas
su presencia sentimos
sus oraciones escuchamos.
Son la razón de ser
el más bello sentimiento;
a ellas las buenas, las santas
las que nacieron para amar
las que entregaron su vida, su aliento
por escuchar esa cándida canción
arrullada por cascabeles de su alma.
A ellas les dejo un poco de mi
a quienes adornaron cajoncitos blancos
les dejo una rosa roja
que aún gime como llama viva,
cuando con cánticos riega
un espacio imaginado
donde quedarán sus lágrimas.
Raquel
Barranquilla, octubre 16/11