ABRO
MI VENTANA [12]
Alzo la mirada,
pinos
silvestres, aromas…
Encenderé primero mi lámpara
para detallar cada hoja,
escuchar
cada sonido…
Un mar azul en los ojos de un niño
tan brillante y apacible descubro,
cual si las olas hubiesen tallado
en
su iris una historia de amor,
y la vida en calma soñara,
con
un mañana esperanzador.
La gran montaña me enseña sus flores
sus variadas gamas, despiertan margaritas
buscando la tibieza del sol
y
un aire coqueto
se
enreda en mi cabello viejo
para
hacerlo bailar.
Un sonar trae la brisa,
plumas
dispersas al viento
se mueven con delicadeza,
para
que las mariposas dancen
y las hojas canturreen a su paso
una canción al amor.
Me antojé de cielo una vez más,
una manta de guirnaldas amarillas,
lecho tibio invitando a una oración,
y
se enredan los picos con hilos de seda,
montan
sus riveras, se juntan,
y
en un batir de alas
inician
a cantar.
Ahí estabas…
Con
una pequeña flor en tus manos,
blanca mariposa que al besar desaparece,
y entonces… quise mojarme en tus labios,
deseé mejor tu pecho, tus hombros,
anhelé dibujar entre tu busto una historia
y entregar mis manos a sembrar caricias,
para que el tronco muerto despertara.
¡Despertó!, inició una rochela,
resucitó el muerto a la vida,
descubrió que más allá del afecto,
está
el anhelo de ser correspondido.
Dejé caer todas las hojas secas…
Me
descalcé, parecía pájaro mojado,
un traje raído ya no me pertenecía,
me arropé con un cuerpo de varón.
Así como se cubre el cielo con sus luceros
y la luna antojosa se roba mis amores,
me despojé de toda hipocresía, toda mentira,
dibujé castillos de naipes sobre su corazón.
Un aleteo de palomas me conmovió
pero cerré los ojos y me perdí en un oasis,
sin gritar ni aullar como loba.
Una vez más cierro la ventana…
Creo que llega la noche,
es hora de dormir,
hora
de soñar
que
mañana será la más grande promesa
si
hay otro despertar.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 26/13