jueves, 11 de septiembre de 2014

CUANDO ESTÁS

CUANDO ESTÁS

Todo parece amarillo
El mundo es un iris
Y me olvido del resto.

Cuando estás
Pienso que el amor es fácil
Tanto como danzar,
Y me convierto en  halcón
Siendo perdiz.

Se mueven las  ramas de un árbol
Imagino un beso,
Parpadea la luz de una lámpara
Para repetir: te quiero.

Qué raro éste mundo mío!
Quien dijo amarme se fue
Advirtió que no regresará,
Pero si estás conmigo
Ni huracán violento  ni rayo
Jamás me asustará.

Cuando estás cielo mío
Ocupo una silla que no es mía
Ahí  la misma dueña tuya
Guardada en el ámbar  de tus ojos
Y en la pulsera en tus manos
Siempre abrigada.

Pero estás, aunque ajeno
Pegado de la ventana de mi mala suerte.
Pueda ser que un parpadeo nuevo te advierta
Besada en ti cual si fuera manantial primero
Pasando por la roca triste de mi vida.

Raquel
Septiembre 11/14




Y EL AMOR A DÓNDE NOS LLEVA?


¿Y el amor a dónde nos lleva? Una mirada a la poesía de Raquel Rueda Bohórquez
Por: GUADARRAMA Rivera, Yabel René.
¿Y el amor a dónde nos lleva? Al sosiego, al anhelo, a la felicidad, a la desesperanza. Con él viene el riesgo del dolor y el desamor. Ambos, amor y desamor, conducen al ser humano a decir “estoy vivo porque siento, porque sufro, porque gozo.”
Para entender ese sentimiento que a diario agobia al género humano, nada mejor que la palabra en forma de metáfora a través de la pluma de Raquel Rueda Bohórquez, cuya poesía tiene en su composición una dosis de esperanza y melancolía, de erotismo y sensualidad, de seriedad y sarcasmo:
Creo que todo poeta trae un sueño bajo la bragueta/ Pero también las poetas tenemos otro/ Bajo las tetas[...]/ Que no promulgue como un macho/ Cuántas mujeres se cogió/ Sino que abrace a la que tiene al lado/ Y camine con ella de la mano/ Sintiendo que el deseo muere/ Pero que podemos alimentarlo con detalles...
He de confesar que en un principio su poesía me intrigaba, me intrigaba la pasión y entrega con la que hasta la fecha escribe, pero también quería saber por qué se escondía tras un seudónimo tan extravagante como el de “Sheila Smith Anderson”, por fortuna acató el consejo del buen amigo Benjamín Araujo Mondragón y, rectificó el camino dando a conocer a Raquel Rueda Bohórquez, la poeta colombiana que tímidamente a través de la red de poesía COESPO, hizo saber al lector lo que para ella significaban las emociones, preocupaciones, anhelos y sensaciones:
¿Has escuchado el diálogo de una flor y un ave?/ Si esperas a tu propio silencio comprenderás lo que se dicen/ Inclusive la luz tiene una fuerte voz/ Pero debes callar la tuya, para que la puedas percibir…
Con el paso del tiempo, ante cada nueva lectura, he seguido descubriendo que la faceta como escritora de Rueda Bohórquez es múltiple; a veces extravagante, en otras irreverente, a menudo tierna, pero también, contestataria.
En cada verso sustenta el ansia de amar y ser amada. Por eso se revela ante el lector, rompe la coraza que la envuelve para desafiar a la sociedad, no importa lo que los demás digan.
La poesía de Sheila, es decir de Raquel, parafraseando a Octavio Paz, es un lenguaje que nos permite ahondar en la esencia del ensueño, de tal modo que sus versos han nacido para perdurar en el tiempo. Por lo que leer los versos de Rueda Bohórquez, resulta placentero para el espíritu.
No existe la muerte, creo que es real/ Ni existe la vida, son tan solo estados/ Donde el pensamiento va y viene/ Parece un niño dormido que abre los ojos/ Y el universo es el sueño más enorme de todos,/ Una película inventada por el Creador/ Para que admiremos su gracia/ Y la protejamos de nosotros mismos…
Sin pecar de complaciente y a fuerza de ser sincero, tiene oficio y alma de poeta. En ella las palabras de su paisano Gabriel García Márquez se hacen sentencia cuando dice: El poeta tiene un deber: escribir bien y en ese deber está incluido su ética y su estética literaria.
Así pues, en la poesía de esta poeta colombiana se entretejen los recuerdos en torno a la vida cotidiana; en su obra el paisaje, la luna, la naturaleza toda se retrata en una acuarela de palabras que llevan implícito un toque campirano.
Colombia, la patria del poeta José Asunción Silva, es también la patria de Rueda Bohórquez, quien es sus versos desnuda a la tierra de la cumbia ante los ojos de todos, invitándonos a conocer el pueblo de su niñez y sus ancestros.
Raquel ha elegido el camino de las letras; trazar versos para ella es un ejercicio cotidiano, es su vocación y es lo que da sentido a su vida. Escribir para ella no es un oficio para decir cosas bonitas, ni un esnobismo para llenarse los bolsillos de dinero, esta consiente de que esta sociedad del consumismo no respeta la condición del poeta, sabe que ganar dinero es lo que menos logrará si pretende hacer de la palabra una mercancía más del mercado de lo vano, con la que se adula a la academia.
¿Y el amor a dónde nos lleva? Para entender ese sentimiento que a diario agobia al género humano, nada mejor que la palabra en forma de metáfora a través de la pluma de Raquel Rueda Bohórquez.
Capulhuac de Mirafuentes, México 9 de septiembre de 2014.

NOCHES DE LUNA

NOCHES DE LUNA

11 de septiembre de 2014 a la(s) 10:15
Hermosa noche,
¡claro que te pensaré!,
y cuando ya no vea una sola estrella en el cielo,
es porque estoy a tu lado,
y  estará silencioso el mar,
esperando  me digas
también que me amas.

Patitas de garza flaca parece mi vida,
vencejo azul perdido en la distancia,
-oyes cielo mío el batir de sus alas?,
son los parpadeos de mis ojos,
al pensarte.

Me sorprende el día otra vez llorando,
se enviciaron mis ojos en ser manantial,
-más de dónde brotará la sal?,
ha de ser del mar escondido en la distancia.

Copitos de algodón espero…
pasan los días largos y pesados,
entretenida en un poema te mezclo, te conjugo,
y contando letras para un mañana
me proclamo árbol florecido en tu enramada.

Tengo poder en la mente, ajustado al sol de oriente,
tengo fuerza en las piernas esperando las tuyas,
y en éste calor ardiente, se entretiene un águila,
que surca con alas fuertes el océano de las  palabras.

Amor mío, se fue del huerto
aquél quien decía que me amaba,
una cobra le señala el camino
una mujer nueva levanta su falda,
sus ojos chispas de candela,
los míos, miel para ti,
como para las abejas el panal
que abunda sobre tiernos naranjales.

Raquel Rueda Bohórquez
11-09-14


Imagen: Internet.

Y EL HAMBRE...

Y EL HAMBRE...

11 de septiembre de 2014 a la(s) 6:59
Hay un sillón vacío para mí? –Dijo el hambre-
Empezó a pasearse cual buitre sobre  su presa
Era negra, algún día la vi de frente
Mientras todos estábamos pálidos y con pena
En el rincón de la congoja, sin movernos siquiera
Con ojos grandes llenos de fiereza
Tigrillos de piel morena fueron turquesa
Y los blancos más blancos, copos de nieve.

¡Mi estómago!, ¡ay Dios!, tiene cantares
Las tripas se pegaron del corazón
Y el hígado parece que fuera el riñón
Buscando una guitarra que canta como campana
Con el alma vuelta añicos
La desesperanza amiga y consejera
Y el cielo… ¡bienvenido azul!, ajústame a tu belleza
¡Que canten las aves cual niños al llegar la primavera!

Y fue responsable ella… tú, yo, él…
Creo que todos lo fuimos, yo  por no estar alerta
Y el resto por vivir en vanidad como si la muerte no fuera
Vieja  amiga y compañera de la vida.

Calló el cartón de la esquina… -si supieran amigos!
Quien comía pared de iglesia y la fumaba,
Agarró sus miserias...,
Se las llevó al hombro en el hálito transparente,
Mimetizado con las estrellas parece cóndor…

El corazón me dice que está feliz
Porque la maldita suerte de vivir no está,
Se fue a un mundo mejor, donde no existe el pavor
Ni siquiera lágrimas que humedezcan la piel.

Un cordón umbilical se unió a la pesadumbre –la vi  de cerca alguna vez
Y ella atizaba el fogón con una sonrisa, ¡nunca lo entendí!
-Cómo una mujer como mi madre
Supo mitigar el hambre con aguas saladas
Que desde  sus propios ojos llenaron nuestras panzas?

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, septiembre 11/14


Lucía aprendió a preparar galletas con trigo, sin más adobo que sus lágrimas, pero no saben a sal sino a dulce, como si alguien en el cielo se encargara de su miel.
Lucía aprendió a preparar galletas con trigo, 
sin más adobo que sus lágrimas, 
pero no saben a sal sino a dulce, 
como si alguien en el cielo 
de su miel se encargara.