HABÍA UNA VEZ.../A Marcela Parrao (Cuento)
En una ciudad donde los sueños habitaban así como las estrellas en el cielo, había una niña que se creía princesa...
Cierto día la niña de nombre Marcela, se sentó sobre una enorme roca, y a su lado un árbol que la cobijaba, con una enredadera de colores, de flores tan menudas y graciosas; que recorrían un enorme tronco, y a ella le encantaba estar ahí, soñando con que ella sería una mariposa de colores, que sus ojos estarían sobre sus alas y que una a una, robaría a cada flor la miel que estaba en sus corazones.
El hada de las mariposas hizo que la niña durmiera... se elevó como una inmensa cometa de colores, sus alas azules eran brillantes con el beso del sol y sus ojos tenían un brillo que se confundía con el rosa de las flores; y su perfume exquisito penetrabadentro de sus lindas alas, mientras volaba... volaba... volaba...
¡Marcela!... ¡Marcela!... escuchaba que alquien la llamaba... pero la niña seguía volando... no parecía triste, y siempre había una carcajada en su rostro... pero la enredadera de colores lo sabía todo... ella percibía que su llanto regaba su falda y era la razón por la que siempre húmeda, bajo el sombrío e inmenso árbol; ella podía subir cada día más y sus flores abrían una a una para que la niña hoy mariposa, pudiera ser feliz.
Soñó con un ocaso dorado, un ángel de éste color la tomó en sus brazos, haciendo que ella se transformara en una hermosa chica, su piel morena donde las pecas retrataban cada estrella en su camino, y viendo esos maravillosos ojos, la luz se ocultó para que la niña mariposa fuera feliz, y en éste instante apareció la luna callada y silenciosa... las estrellas fugaces despertaron y le regalaron todos los sueños pendientes...
A lo lejos mientras sus labios se prendían de las flores, la niña despertó... un colibrí pasó tan cerca de ella y tenía un olor conocido... -Qué raro- pensó la niña...
¿Acaso no estaba soñando?... ¿qué era esa luz dorada que me tomó en sus brazos?, ¿qué pasa con éste perfume vestido de esmeraldas que se roba la miel de mis flores?... entonces la niña que ya no era mariposa, ni estaba arropada de la luz dorada,
descubrió que cada día era un sueño nuevo... que cada vez que ella cerrara los ojos, estaría lo que ella anhelaba ahí a su lado.
Entonces, decidió que no regaría más la enredadera con sus lágrimas... se arrodilló y dió gracias a Dios por cada segundo de
felicidad regalado y quiso entonces pedir un deseo a una estrella...
Pero ya era de día... y estaba ese luminoso sol dorado sobre su rostro de nuevo... sólo calló y dobló las rodillas.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, julio 11/12