jueves, 7 de enero de 2016

CREYENDO EN TODO (39)

CREYENDO EN TODO (39)

Desperté ayer en el poema de tus ojos;
Para mí todo era negro o azul.

Dibujé en tu pecho estrellas de mar
Para quedarme en tu ombligo
Como un niño cansado,
Esperando de tus manos, ese ir y venir,
Ese descansar despacio, mansamente;
Hasta que en el punto fijo de tu pensamiento,
Mi cielo fuera un lago pintado de colores
Con todo ese mundo de paisajes
Que me había mostrado la vida.


.../¡tonta engreída!,
¿Acaso no viste que la vida
Era en verdad una hoja de papel?
Podías haber escrito tu historia
En otras bocas,
¡Te hubieras quedado en otra piel!

Creída, eso soy,
Una soñadora que ve un poco más allá del mar,
Y pienso en esa gaviota que insiste en volar,
Y se topa arriba de todo,
Con esa luz topacio claro,
Entre naranjales en flor
Y en ese pálpito se queda,
Nadando, volando, cantando...

¡Ay de la roca que le estrelló!...
La vi caer en picada;
Me quedé ensimismada...,
¿Se perdió?

¿En dónde estás gaviota mía?
¿Qué ha sido de tu canto bonito?

Pero me responde un silencio sepulcral…
Me susurra al oído notas tristes;
Es una campana de otra navidad sin ella,
Y empiezo a llorar.

¡No creeré sino en el viento!
Jamás es indeciso para amar,
Se parece a esa tórtola café
Que alguna vez anidó en mi rosal.

¡Para nada miento!

Tenía sus ojos,
Y ese triste mirar...

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, enero 7/16

TENER (40)


TENER (40)

Me abdujo éste día con cada olor a frutas.
El durazno recordó tu boca fresca;
Las fresas me contaron de un ayer
Cuando mordíamos el mundo
Y nos ardía de pasión la carne.

Soy testigo fiel de tus gemidos.
Temblamos, ¡éramos hojas desnudas!
Pero todos miraban, nadie aprobaba mi amor
Menos tú, que como un cobarde pateó mi dulzura
Y me restregó tus calores
Con una garza de ojos verdes
Y patas largas.

Ahora dicen, que es más grande mi cabeza que mi corazón,
Nada siento si te veo llegar, ¡oh hermano mío!
Aquí entre nos, hasta quemado está,
Parece dorado por un incipiente sol
Y ese sol habita archivos viejos como un demonio.

Dejo de pensar, me vuelvo como una vasija vieja
Que se abandona en cualquier lugar.

Nada se quemó en mi cocina, ¡vaina rara!
Se devoraron los fríjoles de Verónica,
Hubo una salchicha enredada por ahí;
Parecía un pene triste, congelado,
Aguardando el paso del invierno,
Para escuchar “Soleado”, y luego,
Un poco más contento,
Hacer el amor a Soledad.

¡Jajajaja!, hoy tengo ganas de reír,
Dos huevos fritos, ¡me quedaron como él quiere!,
Y ahora, como siempre, “nos vemos, en la noche regreso.”

Pero ni ingratitud hay en mi corazón,
Gracias, siempre gracias porque sabes que me gustan las frutas
¡Y no es por nada!, ¡verte bien, llegar a casa!,
Es algo mejor que saber,
Que seguiré ignorada.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 7/16

CIERTA VEZ 41)

CIERTA VEZ 41)

Hubo una vez,
Tan escasa como mí cabello;
Donde creí tanto en el amor,
Que esperé bajo la lluvia...

Esa vez cantaban mucho los pájaros;
El gorrión jamás fue escuchado,
Y se quedó enredando hilos en un gajo.

Hubo una vez,
En que también soñé besos;
Se hilaban tus dedos en mi cabello,
Pero tu mentira duró lo que una hoja;

Se fue volando y volando,
Y me quedé pensando y pensando,
En que el amor estaba en mí, no en ti,
Y continué bajo la lluvia.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 7/16






RAREZAS (42)

La gata de Serbio

RAREZAS (42)

Voy y vengo, como un tren cargado de sueños.
Mi retiro es una escoba y un trapero;
Esa queja de no poder dormir,
Ese andar con un dolor viejo y punzante
/debajo de mi corazón, ¡un poquito más arriba!,
Donde el alma gime, pareciendo, puede ser,
Un aletear vano de mariposa caída en un charco.

Se va la luz, ¿hacia dónde se irá si está aquí?
Ha encendido de nuevo el motor que alivia
Y pone en movimiento mis pintados cabellos
De oro suave como espiga,
¿Se enredará un gorrión?

¡Qué se aproxime un mochuelo!...
¡Su trinar es melodía preciosa!
Una oración en mi ventana pequeña, en éste gajo de trigo
Que casi se amasa con la fortuna de un mañana
Viendo a sus pichones crecer.

Mi tren de vida es tan sencillo,
Que sólo trabajan mis dedos.
El pensamiento es una quietud extraña
Que dispara de sus venenos y sus almíbares,
Sin saber siquiera si lo ha pensado.

Amigo, mi amigo que permanece,
Envía imágenes para que enrede pequeñas letras
Y confiese al mundo que hay muchos árboles y hojas,
Que todas tienen una historia muda, ¡hay que divulgarla!

¿Y para qué?, ¡no lo sé!, el viento sigue en movimiento,
En éste ahora que bendice mis pulmones,
Y el manantial se llena, barre cada esquirla de mis ojos
Para volver luciérnaga tu amor, prendido en mis pestañas.

Se han ido todos… ¿regresarán los pájaros de plumas doradas?
Ayer cantaban en mi casa, todos sus trinos quedaron atrapados,
Así como yo, en 4 paredes queriendo volar, ajustando mi pequeña vida
A un bosque de ramas extendidas, donde las flores no pierden su perfume.
Aroman más que una sinfonía de águilas que se atrapan y se aman,
Sin importar a quién se llevan en sus garras, ¡qué más da!,
Esto es vivir, esto es cantar y también llorar.

¿No es acaso así la vida?, una rareza al despertar, otra al dormir,
Y de nuevo ser manantial en estos segundos que nos quedan,
En este rato de brindar con un café, en tanto bendigo esas manos,
Que arriba de la montaña, caminan con una sonrisa sus espinas,
Y esperan siempre el atardecer,
Con ese inigualable brillo en su mirada.

Pero no cambio mi estado por el tuyo,
Ni puedo remover un espejo que ya no retrata mi figura,
Sí confiar, en que mis manos limpiarán lo turbio de un paisaje
Para dibujar verdes montañas, y adivinar garzas en vuelo,
¡Arriba!, casi tocando su boca, arrimadas de su pecho
Y apretadas de sus brazos.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 7/16






ENREDADERA (43)

ENREDADERA (43)

Así pasé día y noche; queriendo ser una enredadera en medio de un camino, abrazada de un árbol o buscando una roca propicia.

Como una enredadera sentí el azote del viento, el frío y el calor intenso, en días no muy buenos; y en otros, demasiado prodigiosos.

Poco a poco me quería beber el mundo y seguí trepando; ésta vez encontré una gran palmera, nada impidió que subiera; pero luego, la palmera fue derribada y caí con ella.

Entonces me arrastré; ahí también se podía vivir, junto a las hormigas que bien se portaron conmigo; me podaban y podaban, robaban las flores de mi jardín, pero su intención era buena; crecí con más fuerza y ese ahínco me llevó a ti.

A sorbos bebo de tu vino, tomo de tu miel y entrego de lo que mi corazón tiene. No hay amarga hiel, pues he olvidado lo malo del ayer y continúo alargando mi camino. 

¿Quién será el ayudante?, creo que el sol y la lluvia me han sostenido; la providencia se hizo amiga y trasplantó su arco iris al revés en mi rostro; la roca y mi madre tierra; el cactus y el ave que hallaron en mis gajos, pródigo destino, y fueron parte de un cirio encendido a mi favor.

¡Qué agradecida estoy con la vida!, ese día estaba herida con el mundo, no deseaba vivir; se me había robado el perfume, no tenía hojas, me secaba; el comején de la existencia había hecho nido en mí y se robaba mi savia, matando así el corazón.

Ni una sonrisa acontecía, ¡ni de paso por mi rostro!, era una herida tallada por una espina tras otra, sólo reían a carcajadas de mí; se burlaban de mi desatino en el amor, de esas luchas continuas que nadie vio, y de esas ganas de reír llorando que me asistían.

Fue ahí, en ese instante, con mis gajos doblados por tanto paso de caballos y bestias que nada tenían que ver con mi existencia; fue ahí que sentí que nada me podía dañar más que la indiferencia, y nada me podía levantar con más fuerza, que este amor que había nacido luego, y poco a poco sacaba el dolor, para volverme vino en un brindis, y vid extendida en medio del océano de tus pensamientos.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 7/16