miércoles, 13 de agosto de 2014

LA VOZ DE LAS LIBÉLULAS

No marchita el tiempo el anhelo ni el alma se quiebra en su espera...
Fotografía: Laurent Scwebel

LA VOZ DE LAS LIBÉLULAS

13 de agosto de 2014 a la(s) 15:43
Aquí estoy,
Como una libélula hambrienta
Estática ante las ondas de un lago,
Tocada de luces sus alas,
Entre mallas miles, ojos tantos
Ansiando calmar sus hambres
En el amaranto verde claro
Enviado por la providencia.

Como una luz buscando su ocaso
Vencida se queda en alguna lágrima
Ansiando al despertar de la noche
Ser el abrigo junto a la luna gigante
Pegada de los ojos de una estrella.

Me doblo en el espejo
Cuento las líneas y pecas de las hojas secas,
Suelto sin temor mi escaso cabello
Que brilla ante mí
Cual luz en  pálido reflejo.

Y te espero,
No hay mentira
Al fin una respuesta llega
Cuando perdida mi barca
No hallaba su ancla.

Y ahora, amor mío…
Entre una roca incrustada en lejano mar
Aguardaba por  mí,
Con la calma del  ahora
Y el anhelo del mañana.

Se acabó el llanto
Las blasfemias no hieren,
Una puerta gigante se abre
Al  cerrar la ventana.

Y como bendición del  cielo, entras
Te paseas por mi sala para llevarme contigo
Anclada en el  mar profundo,
De tu corazón.

Raquel  Rueda Bohórquez
Barranquilla, agosto 13/14






ESTRELLA DORADA [CUENTO]




ESTRELLA DORADA [CUENTO]

En un lugar lejano, vivía una  niña triste, quien siempre  hablaba de amor; pero el amor parecía un cuento de hadas, porque ella, por mucho tiempo le habló, pero la estrella tenía tanto brillo, que a todas iluminaba, y para ella no hubo certeza, ni correspondido son.

Decía la estrella, que sin importar lo que sintiera o viera, al  mundo no le importaba, porque él seguía en sus giros, imperturbable como el atardecer, ausente como el  ave que encuentra otro nido, y en él se acomoda.

¿Qué será de Estrellita, que nunca me ha dicho que me ama, si en versos le declamo una y otra vez, que mis ojos se iluminan cuando le ven, pero sigue tan solo, dando pequeños brillos en mi ventana?

Cierto día la niña maduró, pero un poco viajando a la ancianidad  con la cabellera blanca bañada de luna, y los ojos, cual prado pisoteado con un intenso: ¡no más!...

Mis letras se pegan, los signos no quieren estar en su iniciar, el pc tan viejo como ella, y las ganas se quedaron temblando en sus piernas, cual lucero, que entre más amor, más  se aleja, y entre más corazones girando a su alrededor, menos le atina a una loca ilusión.

Cualquier día de agosto, un 13, puede ser, la niña limpió las frescas perlas de sus ojos, en el espejo quebrado y marchito, que entre sueños le invitaba a otros sitios, para  olvidar a ese amor, que palpitaba en su corazón, pero que no correspondía a su mismo latir, ya que él era parte de otro cielo, de otras manos, y unos negros luceros que lo amaban, desde antes que la niña le viera brillando en una blanca pared, untado de nieve y jugando con las gaviotas, entre inmensas rocas y helados vientos.

Quedará aquí: ¡Dios cuánto te amo! –Pensó la niña-,
olvidaré las melodías que imaginaba eran para mí, /con una sonrisa, -el vino griego que nunca  probé, pero que  ilusionada muchas veces en un sitio pequeño, lleno hojas secas, con el cielo despejado y una que otra gaviota de blanco plumaje peleando contra el viento: libar de su boca soñé.

"Estrellita": ¡que Dios te bendiga!, estoy muy dolida con el viento, pero dejo que azote a mi  ventana y sea pródigo la próxima vez, en tanto desde aquí, te veo ser, tan gentil y amoroso, tan luz en cada amanecer...

Me voy, de a poco me alejo, descubrí tu diferencia entre multitud de estrellas, pero también me expuse ante muchos, y ahora, debo ocupar mi rincón del silencio, de nuevo; buscando otros cuentos y otros luceros, que se advierten cada noche, para mí.

La niña con un enorme suspiro tomó  el delantal,  revisó que no se quemaran los guisos, un nuevo día inicia, -pensó- el sinsonte acaba de llegar a trinar en su árbol, y un espejo claro dibuja el cielo, con la estrella más grande nadando en él.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, agosto 13/14