A
ESE AMOR [180]
De
nuevo estoy aquí viendo paisajes ajenos y creyéndome en ellos, soy la gaviota
de alas blancas y sutiles sueños, esperanzada en una roca en el camino para
dejar sus pequeñas y tímidas perlas, sin interesar el dolor al quebrarse
alguna, al brotar de su interior, pues sabe que su vientre está lleno de
collares blancos para todos los veranos y los inviernos que le esperan.
El
día está así, es el paisaje de hoy, del
brillante al oscuro, del gris al negro… ¡a punto de llover!, pero nada, mis
cachorros lo mismo, repetidos pero amados, pues hago ahora lo que me gusta, mis
pequeñas manos se mueven al antojo de un espíritu loco y soñador.
Encontré
la isla de la que tanto te hablé. Solitaria y pensativa, en espera de nosotros;
y nos divisa con unas pequeñas palmeras un tanto tristes y desteñidas, pero
sostenidas, a pesar de los vendavales que les ha tocado.
Descubro
a lo lejos tantas montañas, que conservan mi cabellera, pero nunca envejecen, son jóvenes
cada segundo. Las nubes hacen una
estación sobre sus árboles y se quedan veraneando por ahí, son coquetas
doncellas de faldas rojas y pantalones de seda.
¿Qué
te digo cielo mío?, siempre te recuerdo, no importa donde estés ni lo que hagas.
En un segundo de la mirada hacia la cumbre, descubro las cascadas de nuevo, con
sus inmensas colas interminables, iluminando a los soñadores que pasan por ahí,
donde se entretienen palomas y se bañan, se aman entre arrullos y besos
ardientes.
Escucho
la música divina de alguien, pareciera interpretada por mi Jefe, es preciosa,
cálida, da mucha paz y sosiego; me dejo ser en medio de todo y nada, me busco y
me reencuentro, me pierdo y me alejo en tu búsqueda.
El
alma va y viene, es una blanca mariposa que se queda un poco cerca de tu
ventana cerrada, para regresar junto a mí, triste y dolida.
Dulce
sueño es el amor, ¿pero en dónde estás?... No encuentro la razón por la que no
eres a mi lado si el destino te dejó por algo, luego se ensañó en robarme lo que
me había dado y tanto amaba, para donar a otra, que tal vez nunca te quiera
como yo.
Nubarrones
grises presiento, es porque estamos en invierno y están enloquecidas las nubes,
buscando caminos resecos y montañas elevadas…
¡Pareciera
que tuvieran alas!, ¡que tuvieran pies!, las veo correr, se entretienen un
instante en cualquier parte, luego sus ojos empiezan la danza que las hace
llorar gotas de rocío sobre mi hogar.
¿En
dónde te quedarás hoy?...
Busca
un motivo nada más y ven a mi vida, que de a poco marcha, en el perfume de los
seres amados y sus voces que ya no entonarán canciones, ni versos.
Sus
bocas resecas han de estar, se cansaron de besar, se fueron distendidos los
ojos, abiertos los labios, con esa
última palabra que se robó la parca desnuda, que regresó a llevarlos a un sitio
más bello y cálido.
¡Ven
antes del último otoño!, no creo que tengamos otra oportunidad, el tiempo pasa
veloz, el reloj de arena ha dejado de
funcionar, escucho la voz de los nubarrones que hablan con tono fuerte, roncan
cual anciano moribundo.
Me
asustan los rayos, los temblores, pero anhelo ese saltar del rocío de mi cuerpo en el tuyo, una vez más, ¡tan
solo una vez más!…
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
junio 30/13