BATIR DE ALAS
No hubo un soplo siquiera
que impulsara tus alas
hacia la esquina del resedal
que estaba en flor.
Una tarde cualquiera
del año 2020
estábamos afuera,
despedíamos al hermano
que jamás retornaría.
Algo se hacía camino,
un ente raro
que nos halló al descuido
viajando entre aves de metal
por cielo y mar.
El mundo giraba con afán
todo era correr y presumir,
hasta nos olvidamos de Dios
y nos cobraban por una oración.
Todo eran espejos y fotografías,
cuerpos perfectos, risas fingidas
y en este camino de luces y ausencias
los niños y los ancianos fueron olvidados.
El odio se crecía entre hermanos,
se apartaban a las familias
y se robaban los sueños ajenos.
Un ente espinoso se abrió camino
nos obligó a vernos a los ojos
aunque sea por unos instantes
pero sacamos lo peor de nosotros
y el mundo conoció el alma de todos.
Las armas no pudieron con él
pues nada es más poderoso que lo invisible
que nos ajustó el alma al cuerpo
y el corazón al reloj de la iglesia.
Nos recordó lo frágiles que somos,
pero aún rotos y tristes
volveremos a lo mismo
con igual indiferencia
con la que matábamos al árbol
y pisoteábamos sus frutos.
Sé que muchos buscaremos la montaña
y los recordaremos a ellos,
los mártires de la pandemia
que dieron su vida
para redimir la nuestra.
Paz en el huerto que los recibió.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, 2020