Mis hermanos y padres
TU MIEL [24]
¡Es raro!, sentí que
una flecha había tocado mi corazón, que de pálido rostro, un rubí
encendió su fuego en mi carne, ¿eres fuego?, ¿o eres tú el amor?
Respondió con
lluvia, aromó mi bosque gris y turbio, limpió toda la inmundicia de bocas
que maldijeron mi existencia.
Creí que me oxidaba,
moría lentamente en mi tristeza, me sentía como un gusano sin poder encontrar
un huerto, dentro de un frasco de cristal subía y bajaba, pero abriste la
puerta y tu mano sentí, sobre ella trepé hasta la copa de un árbol, me dejé
besar de la primavera, bajo una rama, fabriqué la cárcel más segura, donde nada
ni nadie me tocara, y cierto día, sin saber de números, sin conocer de tiempo,
con valentía reventé los cerrojos y volé con alas de colores, hasta la fronda
divina que me habías prestado.
Dulce amor, ¡qué
almíbares encontré en ti!, cada flor prestada en el camino fue una oración,
pero un manantial tocó mis alas, y me volví más grande que una nube pasajera,
fui sombra y luz, para en medio de la quietud de una tarde, donde nadie
oscurecería el sendero de las rosas, me volví copia mía y tuya, en un
transparente lago.
¿Serían tus ojos?,
un parpadeo de pestañas me pareció una palmera bailando, suspiro en el alero de
tu boca, y ahí me quedé prendida, ¡flor mía amada!, tomando de esa miel
que me volvía joven y feliz por un día.
Raquel Rueda
Bohórquez
Barranquilla,
septiembre 20/15