martes, 23 de febrero de 2016

MALETA VIEJA (9)

MALETA VIEJA (9)

Estaba por ahí el poeta; de nuevo sus calzones rotos como su corazón, y con tono de burla alguien preguntó: ¡Hey!, ¿qué tantos tesoros llevas en esa maleta vieja?

El poeta pasó su mano por los ojos, secó esa humedad que lo hacía humano y respondió: No importa que la maleta esté vacía, siempre que tengamos un poco de piedad. ¿Te importaría llenar mi maleta de piedad?

El tipo no comprendía nada y continuó con su carga; al poeta nada le pesaba, al fin y al cabo, sus lágrimas fueron suficientes, para vaciar ese peso que tenía por dentro. La maleta estaba llena de aire, pero era precisamente ese invisible tesoro, lo que le permitía continuar...

La verdadera riqueza es invisible para muchos. El poeta continuó escribiendo en las paredes viejas para que no pesaran ni siquiera sus letras; se iría así, descalzo; más sus hojas fueron llenas de pensamientos que perfumaban, y enriquecían su andar.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, febrero 23/16



OASIS (10)

OASIS (10)

No podemos ser felices si triunfamos sobre las tristezas de otros.

¡Qué inteligentes somos para abusar del más débil, para ser oportunistas, si les vemos cruzados en medio de dos bandos que pretenden acabar con él!

Así vi a muchos toros en el ruedo, el caballo enseñado a perseguir y acosar, el torero que se creía grande con su traje de luces, pero desnudo es un langaruto más, con su espada pequeña, y su valentía para correr, en caso de que el toro descubra sus artimañas.

He visto a una anciana abusada, ¡qué buenos comerciantes!, ¡cómo hacen dinero aprovechándose de otros!, compran y venden cosas robadas y se creen muy inteligentes; piensan que nadie ve sus hazañas, se creen hienas ante un león herido, y así rompen sus huesos y quiebran sus esperanzas.

Resulta que lo robado se pierde, que otro ladrón más vivo sacaba y sacaba, y construía sobre el dolor ajeno, y así una gran cadena. ¿Cuándo terminaremos con todo?, y ese árbol seguía produciendo frutos y frutos, hojas y hojas, a pesar de tanta iniquidad y corrupción.

No te fíes de ese que abre temprano, y menos de quien revisa la basura ajena para hacer caer en pecado a un inocente. ¿Conocemos su interior?

Cierta vez, escuché que Dios ajustaba todo en el camino, y quien estaba en el camino, dentro de una pequeña casita de madera adornada de muchas flores, era un potrillo de ojos café bien amado y consentido; pero mi Señor ajustó su vida, no era para éste huerto, él era entre todos, más limpio y feliz. Aquí nadie dañaría su obra, por tal razón, el torpe creyó que fue el mismo Dios quien limpió su camino.

Vi cuando la potranca coceó con su pata, y sus miradas delataban algo turbio, ¿por qué?, pero me quedé callada, porque a veces por querer ayudar, se nos clavan en el corazón más espadas.

¿Qué hago?, ¿les diré que dos panteras negras están desocupando un oasis pleno en ricuras? ¡No me creerán!, dirán que tengo envidia de sus logros, y estando en esto, avisé.

 ¡Están advertidos!, todo se irá por entre ese canal que forman nuestros dedos, todo escurrirá, así los bosques guarden musgos verdes, el oro será hurtado y a nadie importará que esas lágrimas de la madre tierra, sean la verdadera riqueza que necesita el mundo para sobrevivir.

Pero el Oasis siempre estará ahí, y un gran árbol enseñará sus frutos; de ellos comeré luego, un poco tarde, pero será devuelto todo el dolor que tornará en alegrías.

 Así me lo dijo el viento en un sueño, y el viento jamás miente.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, febrero 23/16






UNA PROMESA (11)

UNA PROMESA (11)

El sol es la promesa más ardiente de cada día.
Es un amante en verdad
Atesorando miel para el mundo;
Un ojo que ve y adivina del mar
Su escondida corriente.

Cada día es un despertar.
A veces si en nada suelo pensar
Me incita su desconocida lumbre
De rocas que prenden y pueden quemar.

Más advertida de su fuerza
Mis rodillas son la esquina de una rama
Que se dobla entre quimeras y vientos,
Y agradecida de su calor de un día
Se va sin prisas, sin aliento…

Todo es amarillo,
Pareciera un trigal
El nido de las mariposas de Gabo
Que vienen por el estero,
Y van por sobre las rosas de una tumba
Sin renegar.

Y le veo bailar en el ponto,
Mueve su luz un payasito escondido
Que suele su voz escuchar
Entre verdes ramas que se sacuden al pasar
Cerca de las caracolas rojas
Que resbalan sin ser heridas,
Sobre los filos duros de un coral.

Eres una promesa, ¡perdóname!...
A veces pienso “chavadas” y luego me arrepiento.

Es que soy una víbora enroscada y triste
Buscando entre las ramas secas
Ese tibio alimento que me hace extender
Entre bastos caminos bordados en roca
Y tallados en espinos.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, febrero 23/16





LLAVES DE MI CORAZÓN (12)

LLAVES DE MI CORAZÓN (12)


En ese instante que deseé morir, apretó fuerte mi estómago, y el corazón frenó; a veces frena, ¡no sé la razón!, pero aunque pierda esas llaves, seguirá rondando en éste valle el sonido de mis campanas.

¡Todo es púrpura!, un día presentí que me ahogaba, todo era rojo y nadaba en mis propias aguas, me asfixiaba con mi propia sangre, pero más allá de todo, dejé de sentir dolor, fue ahí también que advertí el color de las rosas en otra primavera, con otras estaciones que llenaban mi frágil existencia de felicidad.

Caminé sin pies y volé sin alas; mi cuerpo era una barca a la deriva, inicié a escuchar, ¿cómo podía escuchar estando así?, advertí que mi cuerpo era una cárcel y alguien abrió mi puerta, todo mi río se regó dentro de mí, ahí fue que me vi a mí misma, ¡heyyy yooooo!, ¿qué haces ahí?, mi yo respondió con una carcajada: ¡jajajaja!, ¡qué feliz estoy!, ¡mira yo!, ¡mírame ahora!, puedo ir y venir en el tiempo; estoy donde me piensan y me alejo del lugar donde me olvidan.

Mi yo se vio por primera vez en un espejo claro, estaba lloviendo dentro de mí, viajaba en medio de versos de espuma y poemas tan azules, que parecían un lago en quietud.

¡Ahhh!... ¡Qué hermoso se siente ser libre!, ¡nadie me amaba más que yo!, ¡qué tonta cuando confié en quienes me traicionaron!, pero ahora puedo ver sus almas, no pueden tocar la mía, porque tengo el don de ver sus oscuridades.

Luego de ahí, un río inició senderos, ¡qué precioso es mi río!, ahora soy lago y en un rato mi púrpura vida será muy blanca, semejando la aurora de mi madre.

¿Es un amanecer mi madre?, ella amaba todo, el paisaje para ella era Dios y el sol su mirada ardiente.

¿Cómo no me di cuenta que caminaba al lado de una santa?, ¡cuántos hirieron a mi madre y blasfemaron de ella!, pero jamás vi odio en su mirada, ¡claro que como ser humano que era, también recordaba cada cosa!, y en sus oraciones decía: Perdóname Señor por cada error en mi camino, decido perdonar cada espina y cada roca, agradezco por ellas, pues han sido las heridas quienes me permitieron ver tu rostro. 

Y pasó todo, vi la última estación en su mirada, pero me ganaron en cerrar sus ventanas, siempre quise que estuvieran abiertas y entonces no peleé por eso, ahora me veo en ella y cruzamos de la mano sobre una montaña, ¡parece raro!, pero así es, parecemos el caminar de una hoja sobre las azaleas, somos aroma que va y viene en medio de un gran bosque de sueños,  de una mano invisible, un estero inmenso, hay frutas de todas las que jamás había probado, y nos descansamos bajo un alar de hojas, nos cubrimos con todos los sueños de mariposas y pájaros azules  y empezamos a correr... ¡espera madre!, y ella me hace guiños detrás de un olivo, ¡eran dos olivos!, sus propios ojos verdes en donde me refugié y volví a cantar, a creer y a confiar, pues sus brazos eran la certeza de que Dios en verdad existe.

Sus manos tenían mis llaves, ¿son una copia madre?, ella sonrió de nuevo, con esa medio sonrisa de timidez de antes, su rostro era miel para un abejar, y sus manos, tórtolas tibias que tocaban esas fibras de mi alma, y secaban de mis ojos pálidos con sus gotas de rocío, que penetraban sus propios párpados, y nos hacían sentir como una, en ese raro acontecer de sus ventanas abiertas.

 Mi corazón inició a palpitar, ¿es navidad acaso?, más en este sitio no existían fiestas, todo era una fiesta en medio de enormes sombras que se disipaban ante la luz del sol y corrían veredas y castillos, habitados por un solo Rey, con un velo de seda que se esponjaba ante su presencia, cual blanco pavo real, enamorado de la sencillez de sus hembras.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, febrero 23/16




VERDADES QUE DUELEN (13)

VERDADES QUE DUELEN (13)

¡Increíble!; estoy muy deprimida por las cosas que suceden, y cada día estoy más convencida de que la muerte es un premio, pues la vida tiene demasiado dolor para no desearla a veces. ¿Tiene sentido?, es pecado, dicen las “santas”, y ahora pregunto: ¿por qué ha de ser pecado desear no vivir, si esto cada vez es más doloroso?, lo que cada quien siente es respetable, un día de sol y lluvia no se cambia por nada, pero ver cada día como abusamos de personas y animales, de plantas y ríos, todo esto en verdad pareciera que jamás se va a solucionar mientras el hombre pise ésta tierra sagrada.

 Me gustaría que desapareciéramos como especie, que se queden los limpios de corazón y se inicie una era nueva, ojalá el dueño de todo me escuche.

Decimos cosas hermosas, escribimos poesía con mucho dolor, soñamos un paisaje verde con las únicas lágrimas pintadas en sus hojas, pero que sean caídas del cielo, también de vez en cuando es bueno decir la verdad.

Un policía dispara al cuello a una hermosa perra Golden porque ladró, luego abusan de niños y ancianos, después con ese poder ilusorio que da tener un arma en sus manos, cometen cuanto desmán se antoje, y entre ver y tener que enmudecer por temor, nos queda pensar, que vivir se ha vuelto muy peligroso, y más, cuando nos rodea una “justicia perversa”, una farsa que somete a la sociedad. 

Un humano suelto, puede ser más letal que una víbora al cuello, pues jamás conoceremos sus íntimos pensamientos, que pueden variar en el momento más imprevisto, ¡a veces me tengo miedo!

Luego viene la “gente bien”, que parece que somos nosotros, /el resto, pero también abusamos de todo, nos creemos dueños de la tierra que pisamos, de cada árbol y ave que ronda ante nuestros ojos; abusamos porque imaginamos que somos superiores y decidimos si éste árbol vive o no, y entonces viene la perversidad para burlar a esa justicia disfrazada; a la larga todos somos iguales, tenemos una doble moral y a ella nos sometemos, unos con armas en sus manos  y otros, queriendo evitar la justicia, así veo cómo alguien envenena poco a poco el árbol de su puerta para que parezca que el comején o el tiempo lo vencieron, pero un árbol aunque lo matemos, siempre estará en pie,  sostenido por sus raíces, en cambio nosotros caeremos por el mismo peso de nuestra carne, que será hedionda en poco tiempo.

Un árbol podrido jamás huele mal, hasta tiene perfume, y ésta es la metáfora más hermosa de todas, nosotros nos creemos más y mejores que ellos porque tenemos pensamiento, ¿acaso un árbol no piensa?, ¿no siente?, es un condenado a morir que se entrega dando pelea, es un “santo varón” que no levanta una espada para defenderse, su pelea es su mágica belleza ante nosotros, seres tan impúdicos y perversos.

No puede defenderse, pues su lidia nada tiene que ver con el odio, es una imagen de amor rodeando nuestros caminos, pero nos castigará con severidad cada retorno de estación, pues nos privaremos de su presencia divina, y todos los favores de su sombra, sus flores y sus frutos.

 Esta pelea jamás será ganada por nosotros, porque en sus raíces quedará escrito un pensamiento, y en sus hojas una elegía que siempre nos hará ver como los más perversos y depredadores del planeta.  Nos castigaremos nosotros mismos, y el tiempo me dará la razón, un tiempo que cada vez quema más nuestras pestañas, pues está más cerca de lo que imaginamos.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, febrero 23/16