lunes, 17 de agosto de 2015

INOCENCIA SE NOS VA [42]

Lunes, 17 de agosto de 2015

INOCENCIA SE NOS VA [42]

Cansada de su arrejunte que no la llevaba a ningún Pereira, y aburrida de esos pies de atleta colgados en hamaca de rayitas en todo el centro de su sala de recibo, al fin, por obra y gracia de una amiga que la invitó a su finca a “conocer” de paso al tipo dueño de otra gran finca ganadera, un hombre muy prestante y además de porte de hombre arrecho y bien plantado, macho de pelo en pecho y pelo ensortijado, que ya pintaba canas en su mostaño, y sus patillas alargadas, pensó: ¡ni mierda!, ¡me daré otra oportunidad!, éste viejo mañoso no resultó sino brinca cercas, y de tanto montar cuanta mula encontró, dejó a Perendengue y Brinca y Pea llena de muchachitos con su marca de patetorguga regada por doquier, creo que ya me mamé de tanto cacho ventiao, a éste viejo le voy a demostrar que todavía levanto, y entre sí, sonreía con aquélla sonrisa maléfica que nos adorna el rostro a las despechadas…

Se emperifilló lo mejor que pudo, es decir se puso bonita,  parecía una princesa, fue a donde la señora que arregla las uñas de las patas, y le dejaron esas pezuñas que daba gusto, lo mismo sus manos, parecía mujer de la pura jay, pues acostumbrada a darse sus pequeños gustos, muy bien vestida, elegante y con zapatillas, enrumbó ensombrerada como si fuera para un crucero, a visitar a su amiga, y de paso, conocer a semejante “divo”  que la suerte había puesto en su camino, obra del Creador, pensaba Inocencia mientras su corazón latía a mil por segundo, y con un tic nervioso pasaba y pasaba saliva y se mordía los labios, simulando tragar una carcajada de felicidad.

Horas esperando, ¡hasta que al fin!

Los cascos de la mula sonaban por entre el camino empedrado, ya había visto de lejos la ganadería, y semejante casona llena de flores y pájaros, y eso le bailaban los ojos, ya se veía en una mecedora esperando a la servidumbre y ella dando órdenes: ¡les advierto!, ¡soy una mujer muy estricta con el orden y el aseo!, ¡recojan esto, arrumen aquello!, ¡¿quién carajos dejó ésta vaina aquí?!, y en éstas, el tipo estaba ahí frente a sus ojos…

-¡Buenas tardes la doña!

-¡Buenaasssss! –respondió con una sonrisa coqueta, y la jeta  colorada como recién llegada de matepiña…

- ¡Mi nombre es Jacinto Rascapulgas!, ¡no me diga el suyo que ya me lo sé!, su nombre Inocencia, ¿que tienen tus ojos negros?, ¿quién bajaría para mí ésta bonita estrella?

Mientras hablaba, sacó la fusta y la ajustó en las nalgas de la mula, -¡es que señorita, así toca andarles a éstas hifueputas pa que sirvan pa algo!, ¡sino hacen lo que les viene en gana y caminan por donde se antojen!

-¡jajajaja!, reía Inocencia sin poder disimular su nerviosismo, y con voz dulce y pequeñita le dice: ¡pero no la castigue!, ¡pobre animalito!

Salió la amiga y los muchachitos, ¡es él señora Inocencia!, el tipo que le dije que estaba soltero y que estaba buscando esposa.

-¡Shhh!, no grite muchachito, ¡qué pena!

Y después de las presentaciones a los tiestazos, vino una buena totumada de guarapo y terminaron en la mesa todos, devorando gallina criolla y sancocho típico de los santanderes.

Había notado que el tipo no era tan ordinario para comer, hacía lo mismo que el viejo, chupar dedo, eructar  de lado y carraspear de vez en cuando, pero viéndolo bien, hasta bien vestido sí estaba, y su perfume para nada era indeseable, lo cierto fue que la vaina fue diciendo y haciendo, y antes que cantara el gallo, ya la estaba pidiendo como mujer.

¡Eso sí le digo con franqueza!, desde que la vi,quedé prendado de su hermosura, usted es la mujer que estaba necesitando en mi casa, ¡dígame de una vez si acepta!, ¡porque si no acepta!, ¡pues me buscaré a otra más joven,  aquí no ha pasado nada!

-¡Acepto!, ¡acepto!, casi gritó Inocencia, ¡me siento tan feliz por ser la escogida!, ¡me lo gané!, ¡me lo gané!

-¡jajajajaja! –risotada general

Días después, Doña Inocencia sin dar explicación salió con su maleta nueva y sus pocas pertenencias, advirtiendo de paso a sus hijas que cuidaran la casa, que eso era de ellas y que su vida se había arreglado al fin.

-¡Pero mami!, ¿así tan rápido?, ¿ni siquiera un mes y ya se va a vivir con ese tipo?
- ¡No me digan nada que ya estoy vieja y curtida para saber lo que es la vida!, vendré seguido a visitarlas ¿cuál es el afán?, mejor recen para que me vaya bien, ¡porque lo que sí puedo asegurarles, es que ese tipo está podrido en plata!, ¡buena vida es lo que merezco, no joda toda la vida aguantando miserias, ¿para ahora echarme para atrás?, ¡ni por el putas!

-¡Bueno mami, usted sabrá, ahí está carretera!

- Eso mismo nos decía el abuelo y casi siempre nos regresábamos asustadas, pero ésta vez no sucederá, ¡imposible!, sería muy de remalas para que otra vez me fuera mal, no mijitas, ¡olvidense!

Y dando un abrazo y un beso en medio de llanto y deseos de buena suerte, salió Inocencia sin mirar atrás… su nueva vida era como un sol naciendo en medio de la espesura del más bonito bosque, con una casa inmensa llena de flores y promesas.

La gran casona tenía pocos muebles, los justos nada más, adornos de  totumos colgados, marusas y cabuyas en un rincón y en otro, y la alcoba principal era una cama grande, demasiado grande para dos personas, parecía una piscina olímpica pero donde se habían revolcado todos los cerdos, de entrada una bofetada en el rostro, y un beso bien ajustado en la jeta con sabor a guarapo agrio, y unas manos que sobaban fuerte, casi como si castigaran la piel, y que sin decir palabra, la llevó al cuarto, se la echó sin decir mentira como 5 veces seguidas, y siguió pidiendo más…

Al otro día, Inocencia no podía creer lo que había sucedido, estaba entre un sueño y una pesadilla de la que no deseaba despertar, pero despertó en medio de la algarabía de animales y chillidos fuertes, ¿quién más habitaba ésta casona?, no había otro ser humano ahí, estaba sola en esa gran casa, sin saber qué hacer, ni por dónde iniciar la tarea.

Era mediodía, había organizado un poco, estaba rendida de cansancio, ¡Dios mío!, ¿y ahora qué hago?, no puedo regresar a casa, sería la burla de todos, ¡éste hifueputa viejo es lo peor que he podido conocer!, sus patas no huelen, ¡hieden!, en cambio las de patetortuga eran cuidadas, y hasta bonitas se veían asomadas en medio de la sala…

¿Cuándo ese viejo se echó más de uno y siguió pidiendo más?, ¡nunca!, pero a éstas alturas, 50 años pesan, no soporto más sexo, eso ya no funciona para mí, estaba deseando era una compañía, un tipo que me amara y consintiera, y me encuentro con semejante porquería, ¡no sé qué voy a hacer!, ésta noche será una pesadilla, mis huesitos no resistirán tanta friega, y en éstas se quedó dormida en la mecedora, donde soñó cierto día, estar recostada mandando a sus empleados…

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, agosto 17/15