Publicado por Raquel
en 18:08
Viernes, 18 de
octubre de 2013
EL
SERBIO 5 [54]
“El
aposento”, era un sitio muy elegante; contrario a lo que yo pensaba, le
encantaban los colores encendidos como a mí, era educado, solícito, atento, y
me trataba como a una dama, y eso me estaba gustando mucho, abría la puerta, la
cerraba, corría mi silla, siempre llegaba con una flor escondida, y para
entregármela recibía un dulce beso, con un caramelo diferente cada vez.
Una
mesa adornada con 3 orquídeas esperaba por nosotros, y un vino servido en dos
grandes copas de cristal.
Todavía
no sabía cómo tomar la copa de la mesa, y para eso el antioqueño había dado
unas clases a escondidas del supuesto “glamour”, que debería adoptar de ahora
en adelante, y los modales para sentarme y levantarme de la mesa, lo mismo que
para tomar los cubiertos, y el orden en que debía hacerlo.
Me
parecía ridículo todo eso, pero él me decía que eran reglas, si deseaba entrar a ese mundo, debía
acatarlas. De mala gana tomaba las cosas como me dijo, pero al momento lo
olvidaba, cuando vi que el Serbio empezó a comer con los dedos de unas pepitas
negras que estaban servidas en otra vasija de cristal.
-Es
caviar, dijo el antioqueño, algo muy exquisito y solo para gente de altura.
-¡Ah
noooo!... Entonces no puedo probarla, porque solo mido 1.59, y si acaso…
-Deja
de ser bromista y aprende, sino te regresas a tu casa a lavar tiestos jajajaja!
/dijo el antioqueño con su acostumbrado descaro.
Él
tenía su mirada puesta en la mía, ¿cómo podía imaginar que el amor vendría así,
con un empaque lleno de fantasías a las que nunca creí ser merecedora? Tan
lejos estaba en mi humilde hogar al creer que era una basura que todos podían
poner y quitar, y los ultrajes recibidos, las humillaciones, donde se me
trataba como si fuese la silla vieja de una casa vieja. ¿en qué novela podría
algún día imaginar, que algo había escrito para mí?, pero resultó ser en una
telebobela colombiana, y que pudiese ser una realidad, es lo más loco que me ha
sucedido, y lo más hermoso también, además de ser la protagonista de mi propia
historia de amor, esto era realmente un sueño entre sueños, y nadie me lo
robaría, porque estaría hasta dar el fin que todos esperaban y el que tanto había
ansiado.
Dios
mío estoy aterrada, perdóname si he desconfiado alguna vez de tu poder, ahora
aquí, no sé si regresar o continuar con el siguiente capítulo, pues todo es tan
irreal, todo tan deseado durante tantos poemas y versos, escritos en éstos años
de soledad, que ésta realidad tan hermosa no puede terminar tan rápido.
La
extenderé un poco, hasta que todo sea consumado, hasta que no asomen lágrimas a
mis ojos por todo y por nada, y pueda sentarme un rato por ahí, a recordar que
todo viene y pasa, mientras levanto la copa que se me ofrece, estando en éstos
pensamientos, el Serbio me despertó de mis sueños viejos, para golpear la mía
en el aire y decir: “aquí estoy amor, y tu sitio era aquí, junto a mi corazón,
serás la reina de mi palacio, y yo seré el rey del tuyo, hasta cuando tus manos
lo deseen y tu corazón lo decida”.
La
traducción del antioqueño estuvo perfecta, para cuando me dijo éstas sentidas
palabras, creo que no pude aguantar el llanto, y una sonrisa nueva iluminaba mi
rostro.
-¿Te
das cuenta?, tienes que aprender el idioma, porque cuando tengas que cumplir con lo que sabemos, no voy
a estar ahí para traducir lo que el Serbio diga…
Siempre
salía con una de sus bromas y se alejaba, para llegar al rato con frutas y más
comida, no tenía el estómago tan gigante para estar metiéndole cuanta vaina, y
al oído le dije: ¡por favor no traigas más comida, que me va a dar dolor de
estómago!
¡¡Métaleee!!...
Dijo, mientras salía con una carcajada que se le atoraba, y la cara roja como
un tomate.
En
un descuido, decidí escribir algo y se me antojó un poema, ¡cosa rara!, pero
había tiempo para todo, y en una pequeña hoja escribí algo para mi amor y lo
coloqué bajo la servilleta que estaba acomodada a su lado, se había levantado
un momento, ¡era tan brillante!, su cabellera blanca igual que la mía, tenía un
brillo especial, se acomodaba a todo lo
que él era, combinaba con sus labios, con su boca, con sus manos, esperaba que
mi sueño no terminara, y de sorbo en sorbo, terminé con mi vaso de vino, él
regresaba, con sus ojos puestos en la mesa y una enorme sonrisa…
Se
acomodó en la silla, y enseguida vio el poema y llamó al antioqueño para que lo
tradujera. Yo sonreía esperando su reacción final.
EL
SERBIO
Amado
mío, aquí te encontré al fin,
ayer
era frío todo,
todo
parecía escarcha sobre la piel.
Los
días quietos y sin luz, hasta que te vine a ver
escondido
entre las redes, a un toque tuyo, alegría…
A
esa palabra de amor soñada, un consuelo.
Luces
de colores que parecieran inquietarnos
aquí
estaría todo lo que anhelamos,
pero
se van las ilusiones con las espumas de las olas
para
regresar a la misma playa solitaria.
Ya
no importa si te vas, y me quedo de nuevo.
Si
tu barca toma un rumbo donde no esté mi vida
¿Acaso
de tus prendas quedé amañada?
Vana
cosa creer en fantasías,
si
al despertar caen los sueños
como
castillos de arena
y
nos queda sólo reír
por
lo que falta todavía.
Qué
te amé, ¡no es mentira!…
Que
te quise ver como la ilusión perdida cierta primavera,
que
me desnudé contigo, nos amamos hasta dormir de nuevo
y
desperté, sabiendo que sería interminable la noche
para
prometernos tantos besos,
como
abrazos pendientes,
desde
aquella vez primera.
Ahora,
cuando ya todo se acerca al fin,
cuando
tres letras definirán nuestra historia de amor;
quiero
decirte que no fue vano mi tiempo contigo,
una
mariposa brilló en tu espacio, por efímeros momentos,
y
soñó ser feliz en la última estación,
para
morir al rato.
Todo
parecía una promesa de colores
sin
despertar más, sin tener de nuevo en qué creer,
ni
en una estrella pude tocar,
parecía
que ninguna pertenecía.
Acércame
un ramo de rosas que me voy ahora,
dame
un beso en los ojos para verte,
cubre
mi piel con seda escarlata y arrópame.
Mi
barca es de cristal, ya nada duele…
Sólo
el tiempo, que dejamos de amarnos.
Dile
al antioqueño que aquí estoy,
que
agarre su morral y coja juicio,
que
lo esperan sus amarres y sus zapatos viejos
para
continuar el camino propuesto, sin mentiras.
Si
es que desea tomar el atajo viejo,
o
continuar por el mismo sendero trazado,
donde
las manos se juntaron para crecer los sueños
junto
a los lirios que nos fueron concedidos.
El
antioqueño no tradujo la última parte, se quedó viéndome a los ojos, no pudo
evitar ponerse colorado, y salió aprisa por otra copa de vino seco.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
octubre/15