ESTRELLAS
MUERTAS (59)
Hoy amanecí
tan santa, que soy capaz de perdonarme el hecho de haber llorado tanto, amanecí
más fresca que hace un siglo, es renovando mi espíritu, a quien un Rey ha
sacado tanta espina, y luego, voy desatando nudos que tienen prisioneros a mis
perseguidores.
Es que de
tanto vivir resentida por esos raros amores, en mi prisión se vieron, por obra
de un Señor que nos da y quita la vida, para que resucitemos como pájaros y
perfumemos como flores.
Sin saber,
también crucé sus caminos, ¿es raro verdad?, pero hay un poder tan grande que
desconocemos, un río no puede perder su cauce jamás... y menos por esas cosas
pasajeras que tanto nos emocionan.
Ahora es de
noche, hoy se escurrió, ¿es hora de dormir?, son las 12:11 pm, de un momento a
otro el día tomó un tinte rojo oscuro, estaba por ahí charlando, a veces nos
cansamos con tanto dolor, que la Vieja Pacha se puso mal y casi le da un
derrame, que un joven le hizo daño a una niña, que un amigo está grave, y vamos
acumulando penas encima de las propias, y entonces deseamos desaparecer, pero
viene algo como si estuvieran punzando tus ojos, luego tu cabeza y todo se
enciende, para darme cuenta que muchos seres están necesitando oración y que a
veces ni una pastilla calma esos dolores tan extraños y fuertes que aparecen,
hasta que deseas vomitar todo eso que te causa daño, y sí, lo hacemos, y el
cuerpo siente un agotamiento, nos sentimos como ancianos antes de tiempo, no
deseamos dormir, algo se ha desvelado, y un escapulario es bendición cuando el santo
que colgaba de tu cuello se ha oscurecido de tanta fiebre, así como una nube gris que se interpone ante el sol y
en un cerrar de ojos vemos que se despeja el cielo a pesar de todo.
Hoy no pudo
venir una señora que ayudará con un
“meque”, porque vamos a matar todas esas energías que atormentan nuestra
vida, esos pensamientos de soledad y tristeza, de exceso de melancolía, ese
sentirme rara en medio de mi propia gente, todos desean tomar nuestra carne, se
alimentan de nosotros, nos abochornan, nos esconden todo, y aquí miro las fotos en mi pared, me vuelvo
como una amazonas fuerte, nada temo si Él es la luz que persigo, y creo
que hay mucha gente que no debió nacer,
es raro que mueran quienes debieron vivir, no comprendo esto tan raro,
es como si nos pusieran ante nuestros ojos a la muerte servida con salsa roja y
picante, para que de una vez nos enteremos, que al morir somos un espejo, pero
cuando estamos vivos, no reflejamos nada, ni siquiera un sueño, porque todos se
van con cada amanecer, todos se ocultan con la noche y brillan en ese espejo
oscuro, eso somos, estrellas muertas que van y vienen con el viento del día a
día.
Incoherencias
o no, el dolor de cabeza se esfumó y estoy feliz, porque la salud es en verdad
el regalo que más valor tiene, no existe nada que se compare con tener deseos
de correr, nada con desear escuchar música y alabar, agradecer el hecho de
existir, así parezcamos esas estrellas muertas, a pesar de todo, tenemos brillo
y vida, ¿no es maravilloso?
Mi cuñado
Gustavo dijo cierto día, cuando ya el comején se había hecho cargo de su carne:
Te doy todo lo que tengo y me regalas tu salud, nadie quiso hacer negocio, se
fue y no pude abrazarlo para decirle que en verdad lo quería, era una buena
persona, y en un sueño me dijo: por favor, no me pienses más que no me has
dejado partir, yo también te quiero mucho, pero suéltame, y dejé que se fuera
ese recuerdo bonito de un ser que amó a
mi hermana y guardó en su pecho cariño para mí, bien correspondido fue, pero me
dolió el hecho que apenas conseguí trabajo en otra ciudad, murió, y deseaba
estar ahí en ese momento, por eso era que siempre estaba pensando en él, en ese
abrazo pendiente.
Ahora siento
su brillo, su resplandor acaba de llegar, ¿estará naciendo ahora mismo en algún
pájaro azul?, tiene que ser azul, ese color me relaciona con el color favorito
de Dios.
Raquel Rueda
Bohórquez
Barranquilla,
noviembre 11/11