PAISAJES [105]
Creí que mi paisaje se quebraría en el tuyo
al descubrir ese hilo endeble que me sostiene.
Aunque sea de arena y cal mi destino,
palpita mi corazón al verte a lo lejos
y
ante tu presencia,
en
río revuelto se convierte.
Mi ventana interior parece mustia,
se antoja de tonterías y sueños vanos,
pero al despertar a la inmensidad del llano,
en un paisaje ajeno, nada mío,
se
me permite tener alas y volar.
Decidí
recrear mis ojos en los tuyos,
detallar
de ese interior el por qué de su brillo,
y
ahí estaba todo lo que anhelaba;
se
quedó el águila extasiada y huyó la tristeza
ya
que posados en los míos,
me
sentí advertida.
Atrás
los cerros parecen novios
que
tomados de la mano continúan.
De
nuevo mi amor de tonos felices,
todos intensos,
de
oro derretido en el mar,
de
índigos tan maravillosos,
que
un lago se los quiso robar.
De
verdes de todos los matices
donde
se recreaban mis niños
y
un cántico alborozado se mezclaba
sin
importar el tambor de mi corazón.
Comprendí
que era bello despertar…
No
importa si en soledad,
igual nacemos solos
y
así marchamos,
aunque
se derriben las montañas.
Nuestros
cerros amados,
carnes putrefactas
que
ayer fueron ángeles volando y niños corriendo,
dejando
mis ojos tan abiertos para verles
llorando
reclamos que nadie escuchó.
Ahí
está mi paisaje…
Cada
día, cada segundo.
Lo
veré inquieto, pero continúa,
fuerte
ante todo, no se deja amedrentar del lobo,
un
depredador que aúlla como hombre
y
sólo sabe dañar.
Busco
desde aquí
elevar mi paisaje hasta tus nevados,
esa
fría ausencia que nunca repara en mi amor
y
de nuevo cierro los ojos,
comienzo
a volar,
a sembrar verdes en
mi propio paisaje interior
tan
desierto y quebradizo
como
las montañas de arena
que
duermen apacibles
vestidas
de mar.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
abril 13/13