sábado, 13 de abril de 2013

SUMISA [104]

Grullas


SUMISA [104]

Aquí estoy amor mío,
dispuesta a ese amor tuyo
sin importar la pampa, ni el sol, 
ni las estrellas.

Aquí estoy sumisa a tu amor,
doblo las rodillas 
espero la mies tibia 
que llenará de cánticos mi vida.

Acércate, no temas...
Soy tuya y eres mío,
¿quién lo evitará?

Desde que te advertí danzando para mí
comprendí para qué habías nacido,
y sin queja acepté tu amor.

Eres dulce miel de los panales
las flores más tiernas del campo,
eso eres para mí, amante mío,
mi luna silenciosa
mi sol naciente
mi estrella del norte.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 13/13

PAISAJES [105]

Cisne negro. Imagen: Liz Nayibe Àlvarez R.- Colombia

PAISAJES [105]

Creí que mi paisaje se quebraría en el tuyo
al descubrir ese hilo endeble que me sostiene.
Aunque sea de arena y cal mi destino,
palpita mi corazón al verte a lo lejos
y ante tu presencia, 
en río revuelto se convierte.


Mi ventana interior parece mustia,
se antoja de tonterías y sueños vanos,
pero al despertar a la inmensidad del llano,
en un paisaje ajeno, nada mío,
se me permite tener alas y volar.

Decidí recrear mis ojos en los tuyos,
detallar de ese interior el por qué de su brillo,
y ahí estaba todo lo que anhelaba;
se quedó el águila extasiada y huyó la tristeza
ya que posados en los míos, 
me sentí advertida.

Atrás los cerros parecen novios
que tomados de la mano continúan.
De nuevo mi amor de tonos felices,
 todos intensos,
de oro derretido en el mar,
de índigos tan maravillosos, 
que un lago se los quiso robar.

De verdes de todos los matices 
donde se recreaban mis niños
y un cántico alborozado se mezclaba
sin importar el tambor de mi corazón.

Comprendí que era bello despertar…
No importa si en soledad, 
igual nacemos solos
y así marchamos, 
aunque se derriben las montañas.

Nuestros cerros amados, 
carnes putrefactas
que ayer fueron ángeles volando y niños corriendo,
dejando mis ojos tan abiertos para verles
llorando reclamos que nadie escuchó.

Ahí está mi paisaje… 
Cada día, cada segundo.
Lo veré inquieto,  pero continúa,
fuerte ante todo, no se deja amedrentar del lobo,
un depredador que aúlla como hombre 
y sólo sabe dañar.

Busco desde aquí 
elevar mi paisaje hasta tus nevados,
esa fría ausencia que nunca repara en mi amor
y de nuevo cierro los ojos,

comienzo  a volar, 
a sembrar verdes en mi propio paisaje interior
tan desierto y quebradizo
como las montañas de arena
que duermen apacibles 
vestidas de mar.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 13/13