LA
NIÑA/ Renoir [60]
Viendo
hacia donde la pose inunda de color la estancia
como
una temprana flor, suave y menuda,
se
hallaba la niña viendo al ocaso,
mientras
Renoir el pintor se extasiaba,
en
su belleza pura.
¿Tienes
para mí un sueño? /pensaba la pequeña
¿Dónde
sea tu pincel quien eternice mi figura?
Aquí
está la gracia de un diamante,
donde
al pulir de tus manos
pueda
ser mujer en otro instante.
Sus
pechos no se mostraron…
Ocultos
eran palomas temblorosas
en
sus dóciles corpiños,
y
su mirada; perdida entre las rosas,
sin
descubrir del hombre el pensamiento,
y
del pintor sus ansias.
Más
él, con gracia,
danzando
sus manos,
viéndola
sin verla
fue
completando la obra,
con
un pincel encendido,
y ella,
entretenida
en sus dedos,
silenciosa…
Adivinaba
que la tarde se tornaba oscura,
y en el cielo,
una
estrella anochecida,
bajaba
por sus ojos…
¡La
obra está terminada! /dijo al fin el pintor
Y
la niña despertó con una sonrisa,
para
con asombro advertir
que
ya era una mujer,
lista
para adornar un palacio.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
noviembre 20/1