jueves, 15 de mayo de 2014

LA BRISA Y EL VIENTO

LA BRISA Y EL VIENTO

Me hablaron del viento en un poema,
de guitarras y mujeres, tan viejas y parecidas.
Dijeron que la brisa y el viento son amigos,
compañeros de por vida, y alcahuetes;
sudarios de terciopelo, fabricados con lana virgen
o estiércol de gusanos, para  tapar lo inmundo
y hacernos ver  como méndigos o reyes.

Se escuchó al bardo más necio de todos
que en la voz de un niño se hizo joven y cantor,
enmudecimos como ayer, creyendo que somos sus amigos,
azotando ventanas y lirios frescos contra el pavimento.

Pasó ligera y suave, invisible y soberana
cruzó ríos y cañadas, del cielo al infinito
y del final de una oda hasta el nido de un águila
remontándose  sobre las nubes  y llorando,
porque el poeta de la esquina había muerto
y su cuerpo era el suyo y sus alas viejas
eran su nuevo traje, llegando a  la cúspide oscurecida
de cualquier montaña.

¡Vamos!… me dijeron…
ahora cantará tu niño, entre todos
el más greñudo ¡es él!… un orgullo pasajero
y la brisa movió sus cabellos negros de alazán
¡mi potrillo!,¡ tan lindo que te ves sobre esa mesa de madera!
donde los aplausos son un regalo prestado del viento,
y el corazón de una madre se entretiene
con mojados ojos, en silencio.

La vi recorrer también éste camino, junto a mí
y al llegar a casa, insoportable calor casi me vence
no hay afán, no hay llaves para entrar a tu hogar
se han llevado mi respeto, y se arrastra el orgullo por el piso
como lo hace ella, haciendo volar de nuevo las hojas secas
los lirios que ayer estuvieron  sobre un jarrón fresco,
las plumas de faisán que adornaron un traje pasajero
arrogante y soberbio, pero a ella nada le importó,
se quedó bajo mi falda, me arropó con el ruido de mi árbol
y aquí estoy, parecía decir… moviendo  tus ramas llenas de  vida
con todas las hojas nuevas, con todos los pensamientos positivos;
y la espera se convirtió en una mesa, y una copa de vino imaginado
donde brindamos por las pocas alegrías del camino,
y la brisa, ¡cómo no!, por ella, que nunca me abandona
que siempre me sigue, hasta el lugar del yo, donde habita
tranquila y sosegada, hasta un mañana,
donde no sabré si ella es el dios que me persigue y me acosa,
para que suspire por ti, y sonría un poco, tan solo un tanto,
antes de que se aleje entre mi último suspiro
la brisa hálito de todos los sueños de la vida,

¡por ella, acabo de brindar!, y por el viento amigo
Invisible cantor que tan feliz retorna a mi pecho
y en un segundo volvió a mi niño poeta.

Raquel  Rueda Bohórquez

Barranquilla, mayo 15/14 

UNA VIEJA COMO YO L3

UNA VIEJA COMO YO L3

15 de mayo de 2014 a la(s) 12:16
Una vieja como yo, no sabe de amores,
no conoce del suspirar de una flor
ni del paso del colibrí por un jardín,
sólo sabe que pasaron por ahí
y que el tiempo se fue con ellos,
estando entretenida en sueños,
donde ella era el ave y la doncella.

Dulce juventud, ¿a qué has venido?
pasas veloz, perfumas un rato,
una atracción enreda a los zumbadores
que por un instante se acercan, a robar tus mieles.

Pero una vieja como yo, no sabe  nada
nunca en su vida conoció el amor,
pero si vio como anidaban los vencejos,
y de su corazón la savia para endurecer un nicho,
donde perlas felices, parecían flores en primavera.

¿Sabes qué sucedió?, hubo mucho por hacer
casi que ni el espejo lo podía ver,
porque una vieja como yo, no tuvo tiempo de ser niña
pues la niña se quedó vagando en su mirada,
sobre cerros desnudos con olor a hierba
y pétalos de orquídeas sedientas.

Una vieja como yo, se arruga de a poco
pero no envejece, porque tiene el alma fresca
y se conduce como una paloma pequeña
en medio de un voraz mundo ausente,
pegado de lápidas de colores, en donde se entretienen,
con enredos de metal y  sonidos de muertos vivos
que les roba el tiempo y el paisaje,
y ante  todo, les roba el cariño de los viejos como yo.

Paso, tengo puesto el oído en sonidos de amores
en tambores y guitarras, en flautas y dulzainas;
en la brisa que se queda bailando en mi boca,
y creo que ciertamente es un beso que se me ha  donado,
por eso, por ser tan vieja y tan niña siempre.

A una vieja como yo no le pasan los años,
porque se quedaron estacionados en un antiguo reloj sin movimiento
en una añeja  sala, que huele a todos los viejos que por aquí pasaron.

En un rincón te veo, más no eras una vieja,
la  grácil niña se quedó en el sillón de todos los silencios,
amando, siempre amando, cada sendero  y cada peca de sus manos
como una bendición que contaba sus días,
y al fin, una vieja como yo, siempre viva, alerta, pendiente
se quedará volando por aquí, junto a los enseres de otros viejos
que también fueron niños, y frescas rosas en invierno;
pero  nunca envejecen, porque la mente está ocupada
y el ruido deja  un espacio donde sus ojos permanecen abiertos,
y sus labios cerrados, pero sus manos parecen hablar,
sobre muertas teclas que bendicen sus días,
con letras que parecen  luciérnagas ansiosas
ocultas en lápidas blancas que no matan un árbol,
pero sí vuelven más dulce el tiempo.


Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, mayo 15/14


Una vieja creída como yo, ;)
Una vieja creída como yo, ansiando ser libre al fin, en tu boca,
con una manta llena de estrellas, y el ruidoso mar acampando por ahí
cerca de cada orilla de nuestra piel, 
y cada montaña abrigada de nuestros pechos.