Imagen: Internet
LA BELLEZA
(Cuento)
En un camino
viejo, de una casita vieja y de un pueblo viejo, cerca de una vid que había
dado muchos frutos, se encontraban tres amigos charlando de la vida.
El uno se
llamaba tortuga, de muchos años de edad, un caparazón fuerte, pero despaciosa y
débil de quien muchos se reían, pero ella callaba y escondía su cabeza y sus
pies dentro de su casa, pegada de su propia piel.
El segundo
era una guacamaya de muchos colores, ruidosa, escandalosa, pero de muy cuidado
y elegante traje de varios colores, parecía la bandera de Colombia ondeando en
el bosque.
El tercero
era un mirlo, ¿qué gracia tiene un mirlo?, por fuera parece un pedazo de roca
puesta por ahí, mimetizado como ellas en medio del bosque, estaba feliz, nada
podía apocarle en su día, un 20 de julio, donde había cruzado por muchos valles
y se había dado cuenta que la vida era solo un cantar, y la muerte silenciaba
el canto, para dejarlo brillar en la oscuridad.
-¡Qué fea
eres tortuga! –le dice la guacamaya
¿Por qué
siempre te arrastras?, tienes fea cara, y esa concha pesada por donde todos se
pueden parar y pisotearte, la verdad me río de ti cuando se me dé la gana.
Tortuga no
respondió nada, se quedó en silencio para continuar su larga caminata y
esconderse bajo las ramas secas del bosque. Allí se quedó con los ojos cerrados
escuchando las risotadas de la guacamaya, muy tranquila, sin inmutarse
siquiera.
-
¡jajajaja!, ¡qué idiota eres tortuga!, sucia y horrible, ¡ya no quiero ser tu
amiga!, ¿qué tal que mis amistades se
aparten por andar con semejante
escaparate andante?, es más, pareces un adefesio mal hecho. ¡No me vuelvas a
dirigir la palabra, porque te dejaré con ella en la boca!
Muy cerca de
ahí, el mirlo prestaba atención pero seguía cantando, desde el amanecer lo
escuché, me despertó muy temprano hoy, y ayer, se había ido el ocaso y él todavía
cantaba.
¿A qué hora
comerá?, su trino me anima al despertar,
y me quedo viendo desde la ventana para saber en dónde está, pero sólo una vez
lo vi, hasta le hablé y se acercó a mí, ¿es un milagro?, le dije a mi hermana,
y ella sonreía con dulzura, -no lo sé, pero te reconoció, tu voz fue escuchada
por él, ¿quién será realmente el mirlo?
- Mmmm…no lo
sé, y continué viendo la escena de los tres amigos.
Después que
terminó con la tortuga, la guacamaya estiró sus alas y se veía en el espejo de
un lago: ¡soy la más linda del bosque!, el resto, son estorbos, cosas que andan
por ahí, gusanos, moscas, abejas, serpientes, todas horribles y peligrosas, en
cambio yo, no le hago daño a nadie, adorno los árboles para que los idiotas que
pasan por ahí crean que son inmensas flores, y lleno de ruido las montañas,
para que la brisa no sea sentida ni el sinsonte maluco sea escuchado.
-El sinsonte
sí había escuchado, se había dado cuenta de todo, pero seguía trinando sin
hacer caso a la ruidosa y pedante
guacamaya.
-¿Qué caso
le haré?, es verdad, no tengo su belleza, no sé para ella qué será belleza, le
habló al fin el sinsonte a la tortuga.
-La belleza,
dice la tortuga, es lo que tú haces, ¿no te das cuenta sinsonte, que entre
miles de aves, eres tú la más hermosa del bosque?
-¿Hermosa
yo? –repitió el sinsonte sin parar de trinar-
-Sí, hermosa
tú, porque brillas con lo que haces sin pensar que eres mejor que otros, porque
regalas desde el amanecer tus trinos al mundo, sin pedir más que un bocado en
el camino, porque te alegras cuando cae la lluvia y aun así más cantas, y
porque cuando muere un sinsonte, es como si a la orquesta le faltara el
director, y al cielo la más brillante estrella.
-¡Qué raro!,
no sabía que era bella, nunca imaginé que alguien me lo dijera así, como lo has
hecho tortuga, sin celos ni afanes de
protagonismo, pues para mí, lo más bello es abrir los ojos y ver el sol, a
quien declamo cada día una oración, y me arrodillo ante mi amor, para que llene
de grises alas el bosque y no muera el cantor.
-La tortuga
restregó sus ojos sobre la grama.
¿Por qué
lloras tortuga?, ¿te dije algo malo? –Dice el sinsonte-
-No, sólo
que estoy feliz con que seas mi amigo, sólo eso. Eres como un pequeño diamante
en mis ojos, y tu cantar es quien los hace brillar.
-El sinsonte
se alejó, la guacamaya siguió viéndose al espejo, y la tortuga se ocultó bajo
las ramas, la noche se acercaba, había que esperar un nuevo día, otros ruidos y
otros cantares traía la noche oscura.
La luna
brilló, y un lobo aulló a lo lejos, recibiendo respuesta desde una cañada en donde el búho vigilante
esperaba su alimento.
Raquel Rueda
Bohórquez
Barranquilla,
julio 19/14