DESDE LA VENTANA (6)
Ahí estaba de nuevo, encogida sobre sí misma
Como un niño pequeño esperando un tibio pezón.
El frío de la tarde y la fiebre quemando su interior
Conmovida mirando la luz que entraba por la ventana.
Un níspero gigante arrullaba con sus hojas, parecían manos
abiertas al cielo
Mientras una fuerza interior la llenaba, la poesía susurraba
con su poco aliento
Y una tímida sonrisa, casi sonrisa se dibujaba en su amado
rostro.
¡Ya no sé qué hacer…! me quiebro ante su febril dolor.
Y pienso, ¡qué raro!... ¡qué extraño!, pero los santos
siempre sufren,
Y la tomo de la mano, cálida y suave… sus manos, únicas para
mí;
Mi gran amiga y confidente, amado roble tan sufrido y a
veces tan olvidado.
Le increpo al Jefe, tengo la osadía; quisiera cambiar mi
aliento por el de ella,
Que sus fuerzas se renovaran y yo volara muy lejos, donde no
la vea más sufrir,
Y se enlagunan mis ojos a escondidas, el pecho convierto en
piedra para no sentir;
Bajo el rostro ocultando una sonrisa falsa, mientras
enciendo su telenovela…
Los cables parecieran suspirar, las agujas de nuevo y los
moretones en sus manos.
Sus gemidos ante las caricias, los labios resecos y su
triste mirada,
Y admiro una cometa que pasa ante mis ojos; ¡más ni un ave
se posó sobre el árbol!
Extrañé sus cánticos, silencio, soledad… y en medio de todo
éste tormento
Una extraña sensación de impotencia, mi corazón se humilla y
mis rodillas se doblan.
Entre sueños de tiempos idos, nombra un trapiche, la finca,
los obreros;
Vasijas de agua cristalina tomadas desde la fuente…
Ella sube aprisa por la ladera, ¡corretea, juega, salta,
canta!
Baja de nuevo a llenar el cántaro que la espera junto a los
besos de mi abuela
Donde la pobreza de su rancho y la miseria se llenaba de
brotes de palmera,
Cálidos abrazos y sonrisas lisonjeras.
Torna la mirada al cristal de la ventana…
¡Cosa extraña…! un mirlo de patitas amarillas picoteando un
níspero,
De nuevo un murmullo de besos sobre las hojas verdes; los
edificios muertos,
La palmera solitaria sobre una terraza muy alta, muriendo a
solas con sus resecas ramas
Mientras mi dulce bebé gigante sólo suspiraba, su mirada
triste me observó en detalle,
Y extendió de nuevo su suave y cansada mano.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 25/12