SOÑAR
[124]
¡Cielo
mío!, pedazo de corazón de otra,
embrujo
negro que me roba el sentimiento:
Deja
una nota de tu pluma… sólo una,
para
saber que estás, y no te has ido
a
jugar con el viento.
Dulce
amor que de la tarde mis quebrantos:
¿En
dónde estás, que no reparas en mi llanto?
Si
te contara que a ella vi ésta tarde,
se
abrazó conmigo,
sembró
una flor en mi jardín
y nos dijimos lo tanto que nos amamos.
Pero
desperté otra vez...
Mis
delirios me están volviendo loca,
no
estaba aquí ni allí,
de
nuevo estoy sola en mi sillón
con
tantas palabras en la boca.
¡No
respondas!, ¡no digas nada!,
alguna
vez un poema nos declamamos
cuando
al hablar con los ojos,
nos
sentimos solas,
y
al tomar las manos,
nos
despedimos.
Y
aquí, linda soledad me acompaña,
es
bello saber que no tengo a nadie,
nada
vuela por mi casa... nada pasa...
Todo
se fue y pronto marcharé del nido
sin
ver tus ojos negros azabache
que
a veces me desvelan,
y
otras, cierro los míos para divagar
lejos,
tan lejos de mi propio yo,
que
voy contigo.
En
éste blanco aposento
en
éste cuadro de blancas amapolas,
la
vida cual sepulcro se presenta…
Se
muestra la radiante luna de un momento,
y
al segundo,
sólo
lluvia tempranera,
paso
de un alma sola,
de
la novia que al sol siempre espera.
¡Escucha
amor mío!...
No
es necesaria una respuesta,
vano
es pensar que ella regresa,
vano
es llorar y reír,
pero
al despertar no sabemos si estamos aquí
vamos
a otro sitio si dormimos
o
si la muerte es un evocar lejano,
en
otro hogar,
en
otro jardín al cual pertenecemos.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
abril 16/13
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