EN
LA PRADERA 3 [150]
Buscando poesía,
hallé
dos potros salvajes
pastaban
sin prisas
y
tocaban sus ojos
la
profundidad de un lago.
Era él grande y brillante,
con
ojos de mozuelo,
y ella, una niña enclenque
que
acababa de bajar del cielo...
Encontré poesía en sus ancas,
levantaban
polvo en la pradera.
Sin temor, aunque temblando,
sus
penas fueron templanza,
y
sus bocas hallaron ríos y lagunas
cuando
sus lenguas se juntaban.
Las tristezas marcharon arrogantes,
entre
hilos transparentes perdidos en la tierra.
Era poesía su verbo,
su
belleza y su danzar...
Los cascos sonaban sobre las rocas,
el tambor fuerte de su corazón
buscaba
un trigal...
Y el potrillo tomaba vino de su interior
aferrado de dos tetas pequeñas,
para con su dulzura encontrar vigor.
La poesía empezó a correr al fin
con esa gracia infinita de un potrillo y su madre,
buscando subir la cuesta para relinchar.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, noviembre 1/13
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