viernes, 1 de noviembre de 2013

LLOVÍA [145]


Mis ángeles amados.


LLOVÍA [145]

Era hermoso si llovía…
El tanque para recoger el agua,
todas las vasijas de la cocina:

¡Corre a recoger la ropa Dora María!,
y el resto, arruchados en un rincón,
en una esquina…

Si llovía, el café era una delicia,
todos lo probábamos, del más grande al más chico,
agua de panela, así se llamaba a esas aguas que hervían
con el color más hermoso, parecía oro derretido
y el humo, /vapor que salía de la boca,
pareciendo que nos fumáramos la rosa vida.

Esos días maravillosos
abrigados unos a otros en la misma cama,
arrinconados buscando pies y manos
debajo la ruana de mi padre,
o arruchados en los brazos de mi vieja…

Cuando llovía todo eran bendiciones…
Hasta las goteras que se colaban en las alcobas,
esas carreras que parecían juego
si en verdad algo sucedía arriba del tejado
que los hacía verse a los ojos
como si doliera…

Debido a eso, ahora recuerdo,
que si llovía,
la casa se venía encima…

Me cambiaron de habitación.
Estábamos todos en un seguro cuarto
con ese rosario de tantas veces,
y esa angustia de siempre…

Ahí lo dijeron: No habrá otro invierno…
No hay dinero para buscar nuevo tejado,
es mejor venderla,
es más suave protegerlos a ellos…

Y me vi en otra casa,
en otro alar…
Pero allá no había orquídeas,
ni begonias
ni gorriones…

Se probaban aguas agrandadas con papa
y se tanteaban un poco más los bocados…

Fueron otros tiempos…
Pero si llovía, nada se mojaba,
y el agua brotaba por los canales
en donde tantas veces me desnudaba
para gritar a carcajadas
¡y correr!, ¡correr mucho!
si los rayos se divisaban.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, noviembre 1/13



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