ABSTRAÍDA
[115]
Apartada
de todo estaba…
Entre
el rumor de la corriente
alas
van y vienen,
contaban
sin parar
que
de a poco moría mi suerte.
No
detallé el amor bajo las rocas
ni
me fijé en el frescor del agua sobre mis pies,
ni
en la arena que acariciaba la piel cansada.
Me
quejaba siempre de mi suerte,
tenía
manos, ojos, boca,
todas
mis extremidades completas,
no
era la más bella,
pero
el espejo me sonreía.
Me
alejaba cada vez más del bullicio,
me
aparté de los brillos de la noche,
y
las luciérnagas me seguían en sus travesías.
El
toche cantor, los grillos, las pequeñas ranas
que
en cualquier rincón le sonreían a la vida.
No
descubrí bajo un gajo de rosas rojas
el
nido de un colibrí,
ni
sus pequeños luceros de ojos encendidos
ni
los detallé volar, ni ver a sus padres
dándoles
la lección para sobrevivir.
¿Acaso
no vi pasar un águila,
ni
la observé bajar en picada?
Se
levantó con el impulso de su fuerza
interior
y
entre sus garras de filosos cuchillos
un
poco de carne le robaba al mar,
en
tanto un ángel tomaba su alma
y
se perdía con ella en el infinito.
Tanto
tiempo me ocupé de mi dolor
que
olvidé mi entorno...
¿Acaso
detallé alguna vez
a
la oruga fabricar su cárcel?
¿O
me di cuenta,
cuando
la magia de la vida
la
convertía en mariposa?
No
advertí de sus graciosas alas besar las flores
ni
descansar feliz sobre una roca...
¡Qué
poca cosa soy!
Pero
vuelo sobre las aguas cristalinas,
me
arrodillo para ver el azul del cielo,
me
doblo ante tu amor bondadoso
y
te descubro en cada hoja del camino.
¡No
más!...
Hasta
aquí llegaron mis llantos,
el
mar se rebosó de sales de vida,
así
llenaré mi corazón del arrullo de las olas,
del
beso de sus aguas sobre los acantilados
con
los ojos bien abiertos y el corazón
desnudo.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
julio 16/13
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