GORRIONES [78]
Los gorriones se contentan con poco, ¡y
son tan felices!, no tienen las angustias ni el afán del ambicioso, con nada sacian
su hambre, quiere y quiere, y entre más tiene, más desea.
Llega un momento, en que la palidez
cubre su rostro como nieve a las montañas, y se da cuenta que no buscó lo más
importante, que ansiando tener, se olvidó de su real motivo: amar...
Quiero aprender a vivir como un
gorrión, parecerme a ellos, ser humilde para dar gracias a Dios, por cada grano
que caiga sobre mi mesa, que aprenda a tomarlo como ellos, contentos,
agradados porque jamás ha faltado un trigal, y menos, una miga de pan en
cualquier rincón, y volando, con ese corto vuelo que no ambiciona más, regresa
a su pino que adorna una roca, y debajo un muerto abona la tierra, para que
resucite vida en abundancia sobre su rostro.
Salta mi corazón, al recordar sus
manos recogiendo migas para ellos, y bajaban cantando cortas melodías, con sus
alas abiertas, y su copete de rey arriba del huerto.
Nuestro hermoso gorrión dio ejemplo,
porque en la humildad de su hogar, con una estera en el piso, un caño donde
lanzaban basura, él lo imaginaba un río, y ahí viendo correr nubes y anidar
pájaros, sonreía, y su sonrisa era un canto tan hermoso, que iluminaba su rostro
y bendecía los nuestros.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, octubre 3/14
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