OTRO DÍA
(23)
Me vi al
espejo, tan pálida como un libro sin leer, triste como una flor sin tocar.
Avisté algo
más que mis pobres tetas, y me reventé con el espejo a llorar, no por mí, sino
por quienes no han visto la sábana con cabellos de plata, ni han adivinado el
sino de las mariposas...
Ese día no
estaba triste, ¿para qué entristecernos, si morir es lo más seguro que tenemos?
Esperé con
mis uñas moradas, me ahogaba y nadie se dio cuenta que había caído un ave de su
nido y en un charco gris sus alas mojaba.
Fueron
muriendo uno a uno mis ángeles, Cielito, Chepe, Danilo, Sarita, Sacha, Joaquín
y pare de contar, se fue la viejita de la esquina, el perro pordiosero, el
abuelo de las naranjas y tanta gente, que todavía no creo que esté por aquí
contando una historia.
Ahora hay
una luz extraña, casi diría que azul romántico rondando mi pequeña vereda, y
espejean los ojos de Gian cuando me ve, mojo mis labios, sacudo mi vieja carne
y cuelgo en el mismo "garabato oxidado de Yabel", mis pensamientos...
Raros
pensamientos, repetidos, suenan a fritangas invisibles, a cantos de pájaros
prisioneros, a voces que se ahogan en el pecho, porque no pueden gritar al
mundo que estamos matando la vida, y que mejor sería que el hombre
desapareciera de la faz de la tierra, luego ¿por qué razón no desaparecen mejor
quienes fabrican armas, y se inventan cada día una guerra, para robar a mi
madre tierra su corazón?
Pienso que
no fui al concierto de mi hijo, iniciando sus pinitos, porque estoy resentida
con él. ¿Quién se lo perdió?, yo misma
me castigo, pero mañana iré y estaré en el lugar más invisible, orando porque
todo salga perfecto, y cuando me vea, también adivinaré esa media sonrisa, ese
medio abrazo, ese muchacho de mirada triste que ha llenado mi vida de tanta
alegría, pero que también a veces se comporta como un ser humano.
¡Qué bueno!,
creo que iré corriendo, todavía tengo tiempo, pero me arrepiento y me quedó
aquí escribiendo, es que mis dedos se han vuelto viciosos, parece que se
fumaron la vida y quieren más humos, desean más tintos y más que todo esto,
pasar por tu carne, trepar por tu cuello, abrigarme con tu piel en éste frío
invierno que no frena, ni porque el viento suspira aromas a primavera.
Raquel Rueda
Bohórquez
Barranquilla,
noviembre 25/15
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