jueves, 18 de abril de 2013

ROSA VIEJA [80]


ROSA VIEJA [80]

Se antojó la rosa vieja de juventud,
la vi de nuevo en su esquina,
en ese cruce que a otras encontró desnudas,
y a ella con frío.

En un huerto pródigo
las mariposas se desvanecen
dejando orugas silenciosas sobre las hojas,
con todos los sueños amanecidos.


La vi otra vez

con sus ojos puestos en el sol,
/vieja costumbre anhelar 
ser amante de un lucero.

Sí, el vencejo en primavera 

quebró sus alas al descuido,
le azotó la brisa, 

el huracán se volvió necio;
una llama se apagó 

a pesar de estar encendida,
y el astro dorado 

se robó todo sueño.

Marchó veloz,
fue una flecha disparada 
de no sé dónde,
dejando las pavesas para el río, 

para la brisa.

 Su negra cabellera de aquéllos tiempos
donde su innegable brillo 
lúcida le mantenía,
con esa nostálgica mirada 
danzando al sol de cada día.

La doncella no entendió
en qué momento la vida pasó.

¡Soñar!… ¡soñar!… ¡soñar!…
Nos toma la tarde con un café caliente en las manos,
 y éste verano que presiento fuerte,
se volverá invierno desolador
arruinando los plantíos,
derribando montañas
que ya no las sostienen 
ni los ancianos verdes.

Sus panzas 
serán llenas de una sangre blanca
que en otros tiempos era bendita,
pero que hoy, ¡triste vida de mi madre!,
mi negra llorará en cantares
y gemirá poesías de llanto,
para ser elegías siempre,
con el dolor acunando los cerros,
y madrigales de lodo 
bañarán nuevos senderos.

Se antojó la vieja en fantasías de colores,
mientras tanto,
dijo que levantaría su falda.

Sus quimeras, 

dulces recuerdos de amores 
en otros brazos,
tomaron a la vieja en su descuido
dejando sus manos ardientes 
sobre una lápida.

¡Cómo es de triste estar triste!…
¿Pero a quien se pueden robar las alegrías?
Dame un pedazo de tus sonrisas,
regálame un poco de tu corazón
pues el mío se empeña en estar sombrío.

Allá, por los años de mocedades
 que hoy me topan con su recuerdo,
con pensamientos  de otros poetas,
se empeña la niña en soñar.

¡Qué nadie le robe sus pensamientos!,
¡que la dejen volar con sus locuras!...

Díganle al ruiseñor 
que trine de nuevo.
Triste hembra se posa en un nido vacío,
y mañana, si la niebla la encuentra solitaria;
la verán con los ojos abiertos,
viendo hacia un lecho rocoso 
que otrora fue río.

Se fueron las rosas,
se marchitaron las begonias 
antes de primavera.

Sus brotes divinos nos halló despiertos,
las bocas se besaban, 
las manos se acariciaban,
y todos los sueños
 parecían completos sobre la mesa.

Que nadie averigüe  
por qué la vieja se empeña en estar triste…

El lucero de paso se llevó su alegría.
Que alguien la busque en esos cerros,
entre las montañas de Andalucía;  
por allá ha de estar ese consuelo,
sobre un lecho solitario y vacío.

Y cuando las bandadas lleguen de nuevo;
¡oh bendito cielo! 
Qué ahí esté el cantar de mis cantares,
el amor que en mi lecho, 
el amor que en mis fríos inviernos,
el celaje de todas las estaciones 
para que se quede conmigo
soñando entre naranjales, 
con la boca abierta,
con los ojos cerrados,
con las manos sedientas 
de caricias no brindadas,
y abandone 
sobre los arenales resecos de mi vida,
un poco de consuelo.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 18/13

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