sábado, 6 de abril de 2013

¿EN DÓNDE ESTOY? [130]

¿EN DÓNDE ESTOY? [130]

Queda el desaliento de hoy,
sin Internet nadie leerá mis versos
ni podré saborear la dulzura de otros,
o el sabor a mar de las nostalgias de cada día, 
que a nadie son ajenas.

¿En dónde estoy que no veo esa sombra
tuya tan oscura como las noches,
tan brillante, al sonreír con tus perlas blancas;
y tus  brazos que acariciar quieren
pero que marchan con el adiós de la tarde?

Y en éste aposento de nuevo
donde todo es nítido y blanco.
Magia de la vida, soles risueños;
amores ardientes que van y vienen
y de mi cabeza hacen tostadas.

Pero de nuevo me encuentro tan triste como ayer,
con ese complejo de querer ser alguien
pero nada soy…

¡Arriba ya mi amor!
Llega en esa barca azul,
toma la vieja flor que se quedó en el ayer,
colócala en cualquier rincón
donde las telarañas del olvido le amañen
entre suspiros y penas
y sonidos de diapasón.

¿En dónde estoy?
Búscame en la caracola del mar,
allá en su corazón lleno de suspiros estoy,
en la roca silente que se deja besar
que espera con calma el beso de las olas
y se deja amar del caminante
que en su ladera encuentra sosiego.

¡Cántale a la brisa tus sueños!
Aquí voy, la soledad de nuevo mi amiga.
¡Espántate golero aquí no hay hedores!
Quisiera que tomaras frutas frescas
y no la pestilencia que te ha tocado,
para ser aborrecido del hombre.

Estoy aquí, alguien dijo: ¡pódales!
Recorta de tus poemas los versos,
que sea leve, que sea plano y ligero…

Pero me atengo a mis dedos
que son frágiles y dóciles,
y dejan de a poco mis huellas
adosadas en cualquier parte
donde no estaré mañana.

Pegadas de la brisa del norte;
con alas abiertas del alcatraz de paso,
con ahínco sobre las rocas tal vez;
arañando del espacio la suerte
y del águila su velocidad.

Navego ha de ser
entre la pena de no verte y saberte ajeno
en éste rincón de mi patria olvidado
donde la miseria nos toma de nuevo,
y las esperanzas se las roba la tarde.

¡Arrincóname!, ¡no sé en dónde estoy!...
Ven a mi lecho, ahí navegan mis sueños,
quítate el traje de la hipocresía y desnúdate conmigo
sé placer en mi huerto, 
para yo serlo en el tuyo.

Implacable pégate de mi traje desteñido…
Aráñale a mi vida ese pedazo de cielo escondido
en las perlas garzas de tus ojos,
en ese negro de tu piel,
o en el tibio remanso de tus labios,
que cual soneto sin aprender busco.

Un poema sin declamar añoro
perdido ese impulso tuyo, 
tropezado en la roca donde te miro a lo lejos
para contemplarme en tu iris.

Y retornas con la lluvia en primavera,
te marchas con todos mis otoños,
para dejar mi vida en invierno.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 5/13

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