DESPUÉS DEL AGUACERO (65)
Basta con arrastrarnos un poco para tener el pensamiento de
la serpiente, agazaparnos, aprender a callar y a esperar el momento, y luego,
en ese parpadeo de la luz y el ínfimo movimiento de la víctima, atesorar su
cuerpo y dejar volar su alma, hacia ese camino desconocido que llenamos de
esperanzas.
Suficiente con ver al gato de la esquina, creo que era gata,
tenía la pancita gorda, y cero y van dos, el parto anterior botó a sus niños
por ahí, dijeron que un perro acabó con sus fiestas, jugando cual si fueran
muñecos de trapo. Mejor suerte les tocó, que esperar de alguien un abrazo.
Ayer la vi, a la gata amiga de todos los días, era negra y
sus ojitos parecían oro puro que se regaban en mi puerta esperando un mendrugo,
pero no regresó; la vi de paso derrengada y triste sin saber gritar su dolor, y
la panza caída, esa ya la había visto antes y el rastro de un zapato que altanero
pasó por ese lugar prohibido lleno de vida.
A veces son tantas las ganas de amar, que no alcanza el
dinero; una pastilla por si acaso, pero el dueño ni se esmera, la verdad estaba
muy flaca, no cumplió ni siquiera con el tamaño normal, parecía una niña de
esas que andan por ahí descalzas y en la calle, teniendo un hogar, pero así las
cosas, la gata de ojos de oro no despertó, ¡mejor!, para el cariño que recibía,
está feliz en las manos de Dios.
Y el día se inundó, hubo lluvia por montones, ¡para que no
digan que el agua se acaba!, para que no inventen cosas raras, pues siempre me
dijeron que la tierra era una cuarta parte y el resto agua, pero le pusieron
precio y ahí está la escasez, “¡cuánta escasez de abundancia!”, decía Chavito,
y qué gran verdad divulgamos al viento quienes un poco entendimos sus frases
tan sabias, que no por menos filosóficas se recuerdan.
Después del aguacero, todo se ve limpio y hermoso, pero
viene una nube de zancudos que nos dejarán dolores de ancianos en los dedos,
ahora estoy así, se vuelven grandes y unas punzadas de aguja se ajustan cada
tanto en estos rincones, por estos solares que aguardan el sol de la tarde y al
rato un beso de luz cruzado en medio de las nubes, donde a veces dejamos pasar
sin ver ni contemplar la magna obra de nuestro Inventor.
Raquel Rueda Bohórquez
5 5 16
No hay comentarios:
Publicar un comentario