viernes, 15 de abril de 2016

LA VOZ DE LAS ROSAS (43)

María 

LA VOZ DE LAS ROSAS (43)

Ese día me sentía incompleta, parecía una hoja en blanco, mientras veía todas sus miradas inquietas, tapando sus cabelleras raídas con casitas de algodón.

Ahora el tiempo y la vida me tienen aquí de nuevo; los rosales se crecieron y las rosas ahora perfuman aquí o allá. Guardo las espinas, porque cada una es la historia de la vida, es la hoja que todavía no escribimos. Serán ellas quienes recuerden al tiempo, que somos ese raro perfume en casa prestada que corre y corre tras un sueño de amor, pero el sueño se esfuma, se esconde bajo las rocas,  brota luego, grita y se levanta altanero para morir entre los encajes dorados de una esquina, donde la mar comienza o termina...

Había de todo color: negras espigadas, blancas cansadas, amarillas, rosadas y rojas encantadas; cada una con su misión en el jardín, con la inquietud que tocaba a sus pétalos  con el acontecer del sol pegando fuerte y la brisa sacudiendo cada fibra guardada en su interior.

Un colibrí azul pasó, un abejorro de plata, una avispa escarlata, una hormiga veloz, y entre la ortiga que golpeaba fuerte y la cizaña que se esparcía, cada rosa fue testigo de una lágrima que desde el cielo caía.

Rosa mía, blanca rosa: de tu rosal prendido quedé, de cada verde olivo de tus ojos y de cada girasol formado en tu pupila, que me enseñaron que la vida tiene un amargo que se endulza en el atardecer y se alivia en la oración.

Fueron mis retoños, esa fuerza que me empujó hacia el ermitaño que llevo dentro. No escogió el sol un color para lucirse, todas fueron sometidas a su fuego y talladas a su antojo; así la boca se perfumó y los labios se fueron secando con el tiempo, más una rosa hizo estación en el jarrón de cristal colocado a María, ella se ha secado, pero todos sus pétalos se juntaron, luego la tomé, creí que estaba muerta, pero las rosas jamás mueren, porque aún después siguen perfumándole metáforas al poeta.

Hizo nido en mi rosal un colibrí, pero en el camino cambió su esencia, se volvió pájaro espino y luego se alejó de mis fragancias. Los brotes abrieron solos, se fueron resintiendo con la fuerza del viento, y el sol curtió al vencejo y avivó el fuego en las luciérnagas.

Cantan aromas las mañanas, recitan versos las palomas; una historia de hojas se arruma en un rincón del tiempo, serán leídas y no comprenderán de nada, pues el rosal estuvo ahí, siempre una flor dejó, un brote resucitó, una esperanza se abrió paso y las flores abiertas pidiendo un beso, fueron desnudos colibríes, que en su nicho acolchado, parecían niños sin madre, más en su vestirse de colores plata y oro, la vida cobró sentido en el rosal y fueron más que amor para recitar.

La voz de las rosas es un cantar de cantares que nos acerca un poco,  nos suspira profundo al oído, que la vida es aroma y visión, es el amor que asoma en medio de hojas verdes y nos sorprende luego, al perfumar con pasión, sin importar para quién serán sus pétalos, ni a quién corresponderán sus espinas.

Raquel Rueda Bohórquez
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