VERDADES QUE DUELEN (13)
¡Increíble!; estoy muy deprimida por las cosas que
suceden, y cada día estoy más convencida de que la muerte es un premio, pues la
vida tiene demasiado dolor para no desearla a veces. ¿Tiene sentido?, es pecado,
dicen las “santas”, y ahora pregunto: ¿por qué ha de ser pecado desear no
vivir, si esto cada vez es más doloroso?, lo que cada quien siente es
respetable, un día de sol y lluvia no se cambia por nada, pero ver cada día
como abusamos de personas y animales, de plantas y ríos, todo esto en verdad
pareciera que jamás se va a solucionar mientras el hombre pise ésta tierra
sagrada.
Me gustaría que
desapareciéramos como especie, que se queden los limpios de corazón y se inicie
una era nueva, ojalá el dueño de todo me escuche.
Decimos cosas hermosas, escribimos poesía con mucho
dolor, soñamos un paisaje verde con las únicas lágrimas pintadas en sus hojas,
pero que sean caídas del cielo, también de vez en cuando es bueno decir la
verdad.
Un policía dispara al cuello a una hermosa perra Golden
porque ladró, luego abusan de niños y ancianos, después con ese poder ilusorio
que da tener un arma en sus manos, cometen cuanto desmán se antoje, y entre ver
y tener que enmudecer por temor, nos queda pensar, que vivir se ha vuelto muy
peligroso, y más, cuando nos rodea una “justicia perversa”, una farsa que
somete a la sociedad.
Un humano suelto, puede ser más letal que una víbora al
cuello, pues jamás conoceremos sus íntimos pensamientos, que pueden variar en
el momento más imprevisto, ¡a veces me tengo miedo!
Luego viene la “gente bien”, que parece que somos
nosotros, /el resto, pero también abusamos de todo, nos creemos dueños de la
tierra que pisamos, de cada árbol y ave que ronda ante nuestros ojos; abusamos
porque imaginamos que somos superiores y decidimos si éste árbol vive o no, y
entonces viene la perversidad para burlar a esa justicia disfrazada; a la larga
todos somos iguales, tenemos una doble moral y a ella nos sometemos, unos con
armas en sus manos y otros, queriendo
evitar la justicia, así veo cómo alguien envenena poco a poco el árbol de su
puerta para que parezca que el comején o el tiempo lo vencieron, pero un árbol
aunque lo matemos, siempre estará en pie,
sostenido por sus raíces, en cambio nosotros caeremos por el mismo peso
de nuestra carne, que será hedionda en poco tiempo.
Un árbol podrido jamás huele mal, hasta tiene perfume, y
ésta es la metáfora más hermosa de todas, nosotros nos creemos más y mejores
que ellos porque tenemos pensamiento, ¿acaso un árbol no piensa?, ¿no siente?,
es un condenado a morir que se entrega dando pelea, es un “santo varón” que no
levanta una espada para defenderse, su pelea es su mágica belleza ante
nosotros, seres tan impúdicos y perversos.
No puede defenderse, pues su lidia nada tiene que ver con
el odio, es una imagen de amor rodeando nuestros caminos, pero nos castigará con
severidad cada retorno de estación, pues nos privaremos de su presencia divina,
y todos los favores de su sombra, sus flores y sus frutos.
Esta pelea jamás
será ganada por nosotros, porque en sus raíces quedará escrito un pensamiento,
y en sus hojas una elegía que siempre nos hará ver como los más perversos y
depredadores del planeta. Nos
castigaremos nosotros mismos, y el tiempo me dará la razón, un tiempo que cada
vez quema más nuestras pestañas, pues está más cerca de lo que imaginamos.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, febrero 23/16
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